Evo y la economía
Entre los pleitos que se buscó Fox en Sudamérica, cuando se reunieron allá jefes de Estado, estuvieron los insultos a Evo Morales, ahora presidente de Bolivia. Este último, por lo tanto, no iba a preocuparse por la bilis de Fox al anunciar sus medidas de gobierno. Cuando anunció la reducción a poco menos de la mitad de los ingresos de él mismo y otros funcionarios, no le preocupó que estaba mostrando, en los hechos, la viabilidad de lo que a Fox le aterra: que se supriman aquí los múltiples privilegios de los ex presidentes, entre los cuales va a estar él mismo en unos meses más. Por cierto que podemos encontrar antecedentes también en México. En este Año de Juárez, no podemos olvidar que uno de los más notables juaristas, Melchor Ocampo, se redujo el salario a la mitad al tomar posesión como gobernador de Michoacán.
Ahora que Fox y algunos burócratas tecnócratas dicen que no es posible reducir las tarifas eléctricas, el mismo Evo anuncia la rebaja de las mismas, para los pobres, en 25 por ciento. Y en Bolivia no hubo ningún terremoto, ni se inundó nada, ni salió La Llorona, ni ninguna tragedia del estilo de las que ahora se han puesto de moda acá entre la derecha para el muy probable caso de que gane las elecciones López Obrador.
Voy a usar un ejemplo aritmético sencillo, al alcance de nuestros gobernantes. Por cada millón de pesos que se deja de gastar en los lujos de los altos funcionarios, se puede usar un millón de pesos en rebajar las tarifas. Claro, las cosas no son tan sencillas, porque intervienen también otras variables. Pero este ejemplo muestra que aplicando simultáneamente las dos medidas en discusión, no vamos a aumentar la deuda ni nada, quedamos a mano.
En la práctica, es tanto el derroche en lo que se les paga directa o indirectamente a los funcionarios de confianza de Pemex, que con reducir los montos a cantidades razonables nos alcanza para inversiones enormes.
Si sumamos también el ahorro por uso eficiente de las instalaciones y equipos, la simplificación del enorme aparato burocrático, la lucha contra la corrupción y la restructuración de la deuda, pues resulta que podemos tener la inversión pública necesaria para el país y aumentar el gasto social.
Estamos ante dos concepciones opuestas. Por un lado, están los que quieren defender a toda costa sus privilegios, sus enormes ingresos y los de una minoría privilegiada. Por el otro, se trata de aprovechar el actual derroche, los altísimos salarios de funcionarios, sus premios y estímulos y sus otros ingresos, reducirlos a lo razonable, y usar la diferencia en lo más necesario. Se trata de obtener recursos de la reducción de la corrupción, de la restructuración de la deuda, del uso más eficiente de las instalaciones y de las instituciones.
El destino de estos y otros recursos sería, en nuestro caso, el siguiente:
Inversiones en la industria de la construcción y conexas. En este caso, se emplean mucha mano de obra y un alto porcentaje de productos nacionales. Pero, además, se busca la utilidad de cada obra: presas, vías de comunicación, refinerías, plantas para generar electricidad, vivienda, instalaciones industriales, etcétera.
Inversiones en las industrias energéticas en especial. Es la principal área en la que están las actividades exclusivas del Estado. Son áreas estratégicas, permiten el uso de energía a costos más bajos que los actuales y tienen un efecto multiplicador por la gran cantidad de componentes e insumos que utilizan en su desarrollo. Usando, como debe ser, técnicas intensivas en mano de obra, y en especial mano de obra local, generan empleos y mercado interno adicional.
Gasto social. Esto incluye mejoramiento de la salud y la seguridad social, educación, vivienda de interés social, etcétera.
Estas actividades generan trabajo para muchos otros mexicanos y, en general, reactivan la economía nacional. Se acabarán las décadas de estancamiento que trajeron los tecnócratas. Se reducirán las desigualdades que tanto aumentaron en los últimos años.