Usted está aquí: domingo 26 de marzo de 2006 Opinión El atrio y don Juan Manuel

Angeles González Gamio

El atrio y don Juan Manuel

En una visita a una soberbia mansión decimonónica, con huellas de haber sido barroca en siglos anteriores, que ahora ocupa El Atrio -espacio cultural que creó un grupo de jóvenes entusiastas y talentosos-, nos vino a la memoria la célebre leyenda de don Juan Manuel, que don Artemio del Valle Arizpe nos cuenta con lujo de detalles.

El recuerdo brotó en razón de que El Atrio, que inauguraron en diciembre pasado Angélica Linares, Enrique de la Rosa, Luis Ramaggio y Luis Sánchez, se encuentra en la calle de Uruguay 52, misma vía donde sucedieron los hechos de la leyenda.

Actualmente el predio está ocupado por dos espléndidas residencias dieciochescas, cuyos antiguos dueños afirmaban que allí permanecía el espíritu atormentado del tristemente célebre don Juan Manuel Solórzano. Se dice que el virrey don Lope Díaz, marqués de Cadereyta, a todas partes se hacía acompañar del tal don Juan Manuel, con quien además de juergas y paseos compartía jugosos negocios, lo que le ocasionó múltiples enemigos.

Pero sucedió que un día el gobernante, tras un escándalo se fue de México, quedándose en la desgracia su gran amigo; éste, que de milagro se libró de la cárcel, se encerró triste y amargado en su casona, con la compañía de sus múltiples criados y su bella esposa, doña Ana Porcel.

Ese encierro parece haberlo perturbado y empezó a sentir celos feroces de su dulce y fiel cónyuge, que lo llevaron a espiarla obsesivamente. Era tanta su desesperación al no encontrar evidencias del engaño, que finalmente acudió con un afamado brujo.

Este lo citó una oscura noche a un costado de la iglesia de San Diego, y tras diversos conjuros le dijo: "Satanás acepta tu alma, don Juan Manuel de Solórzano. El y yo sabemos quién es el amante de tu esposa; si tú también quieres saberlo para que tomes justa venganza, sal de tu casa a las once de la noche, y al que pase a esa hora por la acera mátalo, porque él es quien te roba la honra y la dicha".

Estas instrucciones fueron seguidas al pie de la letra por el Otelo virreinal, y a la siguiente noche, a la hora indicada, salió de la casona envuelto en su capa; al primer sujeto que pasó se le acercó y preguntó:

-Perdone que lo interrumpa en su camino señor, pero ¿podría usted decirme qué horas son?"

-Las once -le contestó, a lo que don Juan Manuel respondió:

-¡Pues dichoso usted que sabe la hora en que muere!" -clavándole a continuación un filoso puñal en el corazón.

Esa escena se repitió noche tras noche durante varias semanas, porque sus celos enfermizos no se calmaban, hasta que en una ocasión tocaron el portón de su mansión en la madrugada, para avisarle que su querido tío, don Francisco Medano, había sido asesinado.

Desesperado de dolor y arrepentimiento, buscó el alivio de la confesión; el generoso sacerdote condicionó su absolución a que durante tres días, a la medianoche, rezara un rosario al pie de la horca que se hallaba en la Plaza Mayor, y al rezar el último volviera y le daría el perdón.

Así lo hizo el arrepentido la primera noche, aunque huyó aterrorizado, pues una voz de ultratumba anunciaba ¡un padre nuestro y un avemaría por el alma de don Juan Manuel! Acudió asustado con el confesor y éste le ordenó que continuara con la penitencia ordenada. La segunda noche fue peor, pues vio pasar su entierro.

En pánico regresó con el cura, solicitándole que le perdonara el último rosario y éste, comprensivo, lo absolvió, pero le mandó concluir la pena; con un supremo esfuerzo se dirigió nuevamente al pie de la horca. Al día siguiente la ciudad se conmocionó, con el cadáver del rico caballero colgado de la horca de la Plaza Mayor.

Recordamos la leyenda sentados en la taberna de El Atrio, degustando una rica comida de barrio siciliano, que va muy bien con el rumbo y el lugar, preparada por el joven cheff Enrique Alonso. Acompañamos el aperitivo con un queso a la plancha que preparó el paladar para la bisteca, exquisito platillo que armoniza un corte New York con camarones guisados con berenjenas, jitomates cambray y aceitunas.

El Atrio ofrece una variedad de espectáculos y de cursos irresistible. En abril, los viernes y sábados va a haber jazz, trova, son jarocho, reggae, danza y rock, con buenos intérpretes. Los cursos están interesantísimos: Borges y yo, sobre sicoanálisis, danza contemporánea, formación actoral, yoga, creación literaria, pintura, escultura y cartonería. También tiene una galería de arte y una biblioteca.

Hace unas semanas aquí celebraron su cumpleaños las formidables hermanas Luna Parra: Georgina, Angélica y Adriana, con una divertida comida dominical, en la que había que ir disfrazado de personaje de la ciudad. Así es que ésta es otra opción de El Atrio. Para informes: 55 18 01 90 y www.atrio.com.mx.

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