En La esquina de los ojos rojos "tomo la verdad para falsearla y hacerla literatura"
En su nuevo libro, Rafael Ramírez muestra las leyes del México violento
La historia se cuenta por medio de grafiteros, ya que ellos plasman el mundo que viven
Ampliar la imagen Rafael Ramírez Heredia retrara, en su más reciente novela, la violencia que se vive en las calles de la ciudad Foto: Cristina Rodríguez
Autor de más de 40 libros publicados, entre novela, relato y trabajo periodístico, Rafael Ramírez Heredia mira, analiza, recoge y va tomando elementos de la vida real para convertirlos en la realidad literaria.
En La esquina de los ojos rojos, segunda novela de la trilogía sobre el México oscuro, el escritor muestra la violencia que se vive en los barrios bravos de la ciudad de México en donde hay leyes más fuertes que la justicia
Mediante personajes como narcotraficantes, sicarios, comerciantes, alcohólicos y policías judiciales, Ramírez Heredia ofrece al lector una novela de alta calidad sobre el dolor y el sufrimiento del siglo XXI.
"Esta es una novela que es verdad y es mentira; está tomada de la realidad y quizá los conocedores sepan que está muy incisivamente metida en ella, pero también un escritor la transforma y la cambia para hacer de esa materia una realidad literaria porque la verdadera es muy aburrida y monótona.
"Los personajes pueden no ser exactamente uno igual al otro, pueden ser tomados de la realidad y transformados para hacerlos luminosamente literarios", expresa el escritor.
El lenguaje es algo fundamental en La esquina de los ojos rojos. La historia es contada por el grafiti, las manos de los grafiteros dibujan el peregrinaje de rostros y malos sueños, así es como el autor comienza el trazo de una realidad.
Ramírez Heredia destaca en el volumen ese mundo pintado de los jóvenes sicarios, de los asesinatos, de la violencia, todo aquello que permea en la ciudad de México, pero contado con frialdad por los propios personajes.
En entrevista, el escritor afirma que el problema de la violencia se presenta en todo el mundo y en su novela sólo trata de darle un rostro literario a la violencia, algo diferente a la nota roja.
"En la realidad los muchachos matan a los 14 años, en poco tiempo serán como los maras, comenzarán a los nueve años. Mi deseo no es contar una historia con la cual alarme o ponga las notas rojas", explica.
Para el autor de La Mara (2004), "la novela es una máscara de la verdad para convertirla a otra verdad, que es el engaño. José Donosti, escritor chileno, decía que el juego del arte es convertir, cambiar las cosas de la realidad para convertirlas en otra verdad, en ese engaño que yo voy a creer".
Ramírez Heredia disfruta al hacer literatura, al crear personajes y desarrollar una historia que el lector siga con gusto, sorpresa, tristeza o admiración.
Al autor le interesa ejercitar la literatura en su mejor concepto, que es la elaboración de las palabras, la construcción de las imágenes, el perfil sicológico de los personajes, la anécdota manejada.
La esquina de los ojos rojos, editada por Alfaguara, es una historia difícil, llena de entretelas, de pasiones, de amores, de dolores, que muestra una parte determinada de la ciudad contada por los grafiteros, porque ellos son los que, mediante los grafitis, cuentan todo lo que sucede en el submundo del barrio y su cotidiana violencia.
Para escribir la novela, el escritor creó personajes que luzcan y al mismo tiempo ayuden a la trama de la historia, como policías judiciales, capos de la droga, líderes de comerciantes, jovencísimos sicarios, mujeres en busca de venganza y alcohólicos que viven entre cerros de basura.
Ramírez Heredia en su libro presenta las redes de la delincuencia, vistas a través de los ojos de los personajes, la manipulación que se hace de los comerciantes, todo ese mundo que impera tras la impunidad existente.
En el libro, el personaje de Laila Noreña esconde su rostro, debe fingir, tapar el odio y amansar el amor; las caretas se convierten en su ropa del diario, cambia constantemente.
Al respecto, Ramírez Heredia señala: "El hombre usa las máscaras del alcohol, las máscaras de la violencia, del machismo. Las mujeres usan también máscaras y esta mujer, Laila, a lo largo de su vida ha ido usando toda clase de máscaras para encontrar debajo de la máscara que ella trae que hay otra y otra".
La novela, que tiene como escenarios barrios como Tepito, La Merced, La Lagunilla y Nezahualcóyotl, incluye en la trama el culto de los habitantes a la Santa Muerte, pues este fenómeno religioso se ha incrementado en este tipo de suburbios.
"En estos barrios su presencia es más fuerte, más fehaciente; al entrar a un comercio siempre hay imágenes de la Santa Muerte y es venerada con absoluta religiosidad y fervor".