Disección del aburrimiento
Cuando estoy aburrida, como pistaches (Falso). Cuando estoy aburrida, camino (Falso). Cuando estoy aburrida, me pregunto si el aburrimiento existe: Falso. Cuando uno está aburrido, no puede hacer nada, ni siquiera saber que está aburrido.
Quizá todo se reduce a un asunto semántico, a definir objetivamente lo que es el aburrimiento. Pero, ¿es definible objetivamente un estado de ánimo que alguien padece? El mismo diccionario parece confundirse al incluir entre las acepciones del aburrimiento el término repugnancia. Hastío y tedio parecen remitir sin tropiezos a lo que uno siente que es el aburrimiento; no así asco; no así repugnancia.
El aburrimiento es un estado de ánimo pasivo; hunde a quien lo sufre en la inactividad y prácticamente en la insensibilidad y la inconsciencia. Salvo porque respira, el aburrido podría estar muerto. Al aburrido no le interesa nada; nada lo mueve, ni para bien ni para mal. El que hace algo atroz y se justifica alegando que quería romper el aburrimiento, no estaba aburrido, ¿estaría enfadado?
Le han llamado melancolía; le llaman depresión. Melancolía, depresión, tedio, hastío. Fatiga; agotamiento.
Diría que el aburrido querría desear, pero no lo logra. O quizá quiere hacer algo e incluso sabe qué: pero no puede hacerlo. No acumula suficiente energía para poner en marcha su voluntad.
Fastidio. Impedimento.
El aburrimiento ataca a cualquiera. Acaba con todos los impulsos de su víctima; en última instancia, incluyendo el de respirar. Hay algo que un aburrido sí puede hacer, y es suicidarse, pero solamente por asfixia o, con todavía menos esfuerzo, por inanición.
Alguien que no piensa, ¿puede aburrirse? ¿Basta con sentirse aburrido para saber que uno es un ser pensante? Pero el aburrido no puede hacer nada; ni siquiera saber que está aburrido.
Falta de capacidad de concentración, de memoria. No puedes leer, no puedes ver una película ni una obra de teatro. Te molesta tanto el sonido que no puedes oír un concierto. ¿Te imaginas a alguien susceptible de aburrirse en París? Pues lo hubo. Fue un gran poeta. Baudelaire, el aburrido por excelencia. Pero, ¿era aburrimiento de París lo que padecía, si pudo escribir su Spleen de París?
La fantástica Gertrude Stein sostenía que se necesitaba no hacer nada para ser genio. ¿Es lo mismo que decir que se necesita estar aburrido para hacer algo extraordinario? No hubo un instante en la vida de Picasso en que no hiciera nada. Sin embargo, Picasso fue genio. Pero éstas son las consideraciones de siempre.
Hubo un tiempo en que yo rechazaba la existencia del aburrimiento, en especial en la vida de los seres pensantes. Pero no tomaba en cuenta que quien padece aburrimiento se encuentra imposibilitado incluso de soñar. Gritar, "El aburrimiento ha muerto", denotaba exceso de energía y abuso de inocencia. O ausencia de aburrimiento.
Otro alarde de juventud era no salir de la casa sin un libro, sin un lápiz, sin un cuaderno, no tanto para no aburrirse, pues el aburrimiento había muerto, como para no perder el tiempo.
Pero se necesita no hacer nada para hacer algo extraordinario. Entonces, hay que descuidarse y salir a la calle sin libro ni cuaderno. Abordas un autobús y oyes conversaciones en un lenguaje que al principio te parece un idioma extranjero, el vocabulario, los giros; habías dejado de entender la vida diaria. Ves a una jovencita leyendo un libro grueso; gira hacia un lado para que otro pasajero ocupe el asiento vacío a su derecha, pero la molestia, el movimiento, no la hacen despegar los ojos de la página que lee. Lee. Ni siquiera usa anteojos, y el tamaño de la letra es muy reducido. Ella está interesada en su lectura; tanto así que los diálogos a su alrededor, ordinarios, cruzados, no la distraen. Es una lectora feliz; es una joven sana que no padece ningún grado de aburrimiento.
Vas a hacer un trámite a una oficina de gobierno. Y no llevas contigo un libro para no aburrirte mientras esperas. La señora a tu izquierda, que ha estado platicando con el anciano a su izquierda, después de comunicarte a ti lo que él le confió a ella, y después de hacer en voz alta sus propias reflexiones respecto al tiempo que se gasta en los trámites que hay que hacer en las oficinas de gobierno, suspira y se despide. "Tengo hambre", ríe. Te desea suerte en la celeridad con que se resuelva tu asunto. Te dice, "A mí me atendieron de inmediato; me quedé aquí sólo por el gusto", y se va, gorda, renca, contenta.