De aprendices de brujo
Para el economista valiente y el mex cano nacionalista que siempre fue Ar mando Labra. Economista del pu donor y de la responsabilidad republ cana. Para acompañar en su dolor a María Elena y Jimena y Daniela.
Los esfuerzos por hacer la polarización el terreno del juego de la sucesión presidencial se mantienen, a pesar de que la racionalidad mínima necesaria para hacer de la democracia electoral una fuente efectiva de legitimidad del Estado se erosione con los días, debido a esta enjundia polarizadora. Es decir, a pesar de que con una campaña basada en la mentira y la exageración todos los participantes en el juego del poder minen sus posibilidades de gobernar tranquilamente.
La carga de los 600 dragones contra el populismo no ha podido traducirse en una convocatoria a la sociedad para construir una economía distinta, capaz de asegurar a todos los mexicanos mínimos de bienestar y existencia dignos del lugar que México tiene en el mundo. Pero nada de eso parece importar a los operadores de esta guerra todavía virtual, pero que amenaza seriamente con, ella sí, dividir al país no en ricos y pobres, lo que en realidad ha logrado ya la estrategia dominante, sino entre unos cuantos satisfechos por favorecidos y privilegiados, y muchos decepcionados de la democracia y sus gobiernos, por su manifiesta incapacidad para producir los frutos elementales para una convivencia civilizada, aun en medio de la desigualdad inicua que nos caracteriza.
En el tobogán de excesos verbales en que se han metido los defensores de la pureza económica no hay puntos intermedios de llegada; es decir, no está contemplado momento alguno para la negociación social, la búsqueda de nuevos acomodos y arreglos entre las clases sociales y sus grupos de representación o dirigencia. Se trata de reditar el reinado de la ley del más fuerte, como si no se hubiera impuesto ya al calor del cambio estructural para la globalización, y lo que requiriese ahora para reproducirse en paz no fuese una dosis progresiva de inclusión, compensación y creación de esperanzas, para unas mayorías que se concentran ahora en las ciudades y poco a poco dejan de ver a la emigración como una salida propicia para su mejoramiento y alivio.
Ahora se clama contra los sindicatos, no sólo contra unos u otros prevaricadores de la lucha social, sino contra la legitimidad histórica y constitucional de esta lucha, so pretexto de defender la libre empresa y asegurar sin recovecos una estabilidad macroeconómica todavía basada en los bajos salarios, la subocupación permanente de los jóvenes y un crecimiento del todo insuficiente para abrir posibilidades reales al empleo de la gente. E igualmente se viola el principio primigenio de toda democracia, al negar la deliberación dentro de sus foros, esta vez en el Senado, también en aras de defender la libre empresa y asegurar los derechos de la propiedad, que según este discurso debe ser ahora irrestricta para no recaer en la premodernidad constitucional de la propiedad eminente de la nación sobre sus recursos, que antes incluían los del espacio aéreo y sus usos.
No hay así condiciones para pensar e imaginar un rumbo de reforma racional que supere las supercherías del neoliberalismo y nos ponga en el curso de una discusión sensata sobre lo que se debe y se puede hacer, sobre lo que no se puede posponer, sobre la necesaria redistribución de los costos sociales que son inherentes a todo cambio económico, pero también a todo estancamiento prolongado como el que vive el país hasta la fecha. No hay, en el panorama abierto por la furia antipopulista, más que la rendición incondicional y la aceptación, por parte de quienes no comparten el estado de cosas, de que esta situación no sólo es natural sino la única a nuestra disposición.
Se niegan historia y convicciones, se sacrifica el rigor del diálogo intelectual con tal de descubrir un escenario más que ilustre la perversidad populista, se amenaza a la sociedad con nuevas y peores calamidades por venir si no se recibe con tranquilidad y hasta con júbilo el catálogo actual de injusticia social y pérdida progresiva de espacios para soñar en futuros menos malos.
Lo que nos ofrecen estos profetas del Apocalipsis plebeyo que nos traerán López Obrador y los suyos es una sociedad de jerarquías predeterminadas y de privilegios acumulados sin respeto alguno a la legalidad y la historia constitucional mexicana. La política del miedo, ya intentada con éxito en el pasado, se vuelve ahora cabalgata del terror. El sometimiento de la legislación, y del proceso legislativo mismo, al dictado de los más fuertes, como ha ocurrido con la Ley Federal de Radio y Televisión, y antes con la de Responsabilidad Hacendaria, que es una renuncia a ejercer la responsabilidad del Estado para hacer política económica, sin mitos ni temores absurdos, son avisos ominosos de que lo que se busca es arrinconar para luego arremeter, hostigar para luego agredir sin cortapisas. Es la irresponsabilidad del juego de suma cero que lleva al encono y al enfrentamiento civil que bordea el territorio de la violencia y de la guerra.
A lo mejor hay tiempo en estos días de guardar para que, por lo menos, algunos de estos ángeles exterminadores de salón y computadora reflexionen sobre lo ominoso de sus pesadillas, inventadas en la fiebre del terror a la presencia de las masas irredentas sacadas del subsuelo mexicano por sus propios experimentos, pero que de volverse realidad tocarán primero que a nadie a los aprendices de brujo vestidos de sacerdotes modernizadores.