Del Caribe al Himalaya
H ace unos días comentaba con unos amigos sobre la colaboración médica cubana en el tercer mundo. Les explicaba que ésta comenzó desde que en 1963 Cuba envió una brigada médica a Argelia, recién derrotado el colonialismo francés en la guerra de liberación, y que más tarde se fue extendiendo a muchos otros países de Africa, el mundo árabe y América Latina. Les mencioné que en países como la extinta República Popular de Yemen, su primera facultad de medicina fue fundada por profesores cubanos. Pero lo que más llamó la atención de mis interlocutores fue la reciente presencia de trabajadores de la salud de la isla en Paquistán, su antípoda geográfica, y el hecho de que 73 por ciento de los 74 mil heridos por el descomunal sismo de octubre de 2005 haya sido atendido por ellos. Mis contertulios señalaron el contraste entre los sistemáticos espacios de calumnias y distorsiones de la realidad que se publican sobre Cuba en los medios de la llamada prensa libre y democrática y su omisión deliberada de una información como la que yo les estaba proporcionando, hecha extensiva ahora a los lectores de La Jornada.
A una semana de producirse el terremoto, que afectó principalmente la parte paquistaní de Cachemira, una región a horcajadas sobre las montañas del Himalaya, comenzó la llegada a la zona del personal de salud cubano integrante del contingente Henry Reeve, fuerza creada a raíz de la destrucción que causó el huracán Katrina en Nueva Orleáns, cuando Cuba ofreció enviarla a la zona de desastre y recibió la negativa por respuesta de las mismas insensibles e incompetentes autoridades estadunidenses que todavía hoy no terminan de lidiar con los problemas de salud que dejó su incuria ante el paso del meteoro. El nombre Henry Reeve viene de un bravo combatiente neoyorquino que alcanzó el grado de brigadier en la lucha independentista decimonónica de la isla.
En Paquistán, mil 132 médicos, paramédicos y técnicos cubanos se dislocaron en 30 hospitales de campaña que ellos mismos levantaron con ayuda de los pobladores en los lugares más afectados por el terremoto, y también en una docena de establecimientos administrados por las autoridades del país. Los hospitales de campaña, enviados desde Cuba, estaban dotados de quirófano, ultrasonido, rayos x, electrocardiógrafo y laboratorio clínico, a lo que más tarde se añadieron áreas de fisioterapia y rehabilitación. La barrera idiomática no fue obstáculo para la labor de diagnóstico, ya que los cubanos pudieron entenderse desde el principio con los paquistaníes en inglés y por señas, y en pocos días aprendieron las palabras elementales para ese fin en urdu, lengua de la región. No sólo atendieron a los heridos que dejó el cataclismo, sino a toda la población de los sitios donde trabajaron, desde partos hasta enfermedades endémicas. Diariamente realizaban labor de terreno en las escarpadas montañas. Hicieron, además, un diagnóstico de la situación de salud en sus zonas de ubicación, que junto a los hospitales de campaña -donados por Cuba- se han trasferido a personal paquistaní. Muchos de los pacientes han viajado a la isla para recibir el implante de prótesis y mil estudiantes de zonas pobres del país asiático recibirán becas para estudiar medicina en ella. La misión médica cubana ha atendido a más de un millón 300 mil pacientes, realizado 12 mil 406 intervenciones quirúrgicas y practicado más de 700 mil tratamientos de fisioterapia. Dadas las creencias islámicas, fue de gran ayuda que las pacientes fueran atendidas por personal femenino, casi la mitad del contingente caribeño. Relatos sobre la relación entre los cubanos y esa población, que con frecuencia nunca había tenido acceso a un médico, pueden leerse en la página web del diario Granma.
Acciones como ésta sientan una impronta de solidaridad y humanismo en un mundo donde pretenden imponerse como únicos móviles de la conducta el individualismo y la obtención de dinero a como dé lugar. No sólo benefician a quienes reciben el servicio médico, un derecho humano universal negado por el capitalismo. También favorecen el crecimiento moral y espiritual de quienes lo ofrecen en circunstancias tan desfavorables y a costa de gran sacrificio personal, como ha sido el caso de los cubanos en Paquistán.
El día llegará en que gestos de esta naturaleza sean vistos como lo más normal: el deber que tenemos todos los seres humanos de sentir como propio el dolor de los demás y de actuar en consecuencia.