Editorial
PAN: Kramer vs Kramer
El Partido Acción Nacional (PAN) está sacudido por fuertes pleitos internos durante la campaña presidencial rumbo a las elecciones del 2 de julio. Ayer martes, el candidato panista Felipe Calderón desmintió las declaraciones del presidente del Comité Ejecutivo Nacional del blanquiazul, Manuel Espino, respecto de la preferencia electoral del empresario y millonario Carlos Slim, lo que deja entrever un conflicto de primer orden dentro de esa agrupación política.
En entrevista con La Jornada, publicada el pasado lunes, Espino sostuvo que el partido del sol azteca no es de los pobres, ya que Slim está vinculado con él, con "Andrés Manuel López Obrador. Eso de que (el PRD) representa a los pobres es fantochería". Tal afirmación sobre uno de los hombres más poderosos e influyentes del país fue recibida con disgusto, por decir lo menos, por el abanderado panista. Calderón no tardó en responder: dijo que no cree que Slim apoye a López Obrador y señaló que las posiciones "maniqueas respecto de quién es el abogado de los pobres o el abogado de los ricos" en nada contribuyen a su campaña.
En su opinión, esas posturas son un error, ya que "ésta no es una campaña entre los buenos y los malos. Esta es una campaña política que va a decidir entre proyectos políticos y económicos".
Este intercambio de declaraciones revela un grave conflicto dentro del PAN, una situación que podría restarle votos a menos de tres meses de los comicios presidenciales. Después de todo, estamos ante una profunda diferencia de percepciones sobre la realidad política del país entre dos destacados personajes del panismo que tienen gran responsabilidad en la carrera presidencial: el dirigente nacional y el candidato a la primera magistratura. En ese sentido, Espino se está convirtiendo en una pesada carga para las aspiraciones políticas de Calderón y, más importante aún, para la meta del PAN de conservar la Presidencia de la República.
Durante la misma entrevista, Espino describió a Calderón como "el chaparrito peloncito de los lentes", aseveración que denota evidente falta de respeto y que difícilmente se traducirá en votos para el candidato panista: pocos darían su respaldo a alguien que es denostado por el propio presidente de su partido. Asimismo, su defensa de la "integridad moral" de Carmen Segura candidata plurinominal a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, a pesar de que fue inhabilitada como servidora pública por un fraude en el Fondo de Desastres Naturales, y del supuesto derecho del Presidente a menoscabar proyectos políticos de la oposición, sobre todo el de Andrés Manuel López Obrador, son actitudes que en nada benefician al PAN: el escándalo de corrupción de Segura tuvo difusión nacional y las continuas declaraciones de Fox en contra del aspirante perredista han sido ampliamente criticadas por diversos sectores de la sociedad.
Pero más allá de estos pleitos internos, existe una estrategia electoral del PAN basada en la crispación, el enfrentamiento y el ataque verbal, ambiente propicio para que Espino pueda desarrollar su arrogancia e intransigencia, como quedó demostrado en el caso de la escritora Elena Poniatowska, a quien el dirigente panista calificó de "pobre señora" por apoyar a López Obrador, o su reivindicación como responsable directo de los espots contra el candidato de la coalición Por el Bien de Todos, que han sido duramente criticados y constituyen un claro ejemplo de guerra sucia en el contexto de la campaña electoral.
Sin embargo, esta estrategia no ha podido ocultar que a poco más de un año de que asumió la presidencia del partido, Espino se ha convertido en un elemento contraproducente para el PAN y para el proyecto político del grupo derechista El Yunque, factor que seguramente tendrá fuerte impacto en las urnas.