Usted está aquí: jueves 20 de abril de 2006 Opinión Calderón sí es un peligro

Octavio Rodríguez Araujo

Calderón sí es un peligro

Felipe Calderón, quien junto con Carlos Castillo Peraza, era enemigo del Yunque, terminó por ser un títere de esta organización ultraderechista y fanática. Con tal de ganar aceptó caer en brazos de quienes antes repudiaba.

El candidato panista a la Presidencia era y siempre ha sido de derecha, pero no de ultraderecha. Sin embargo, al margen de sus posiciones, está ahora alineado con y subordinado a Manuel Espino Barrientos, miembro confeso (La Jornada, 11/3/02) de Desarrollo Humano Integral y Acción Ciudadana (DHIAC), una de las varias fachadas del Yunque.

Cuando Calderón, después de su destape en Jalisco y de ser expulsado de la Secretaría de Energía quiso ser el candidato presidencial de su partido, no se dio cuenta de que caería irremediablemente en manos del Yunque, como parte del plan C de los nuevos dirigentes ultraderechistas de Acción Nacional. El plan A era que Marta Sahagún sucediera a su marido o, si se prefiere, que siguiera gobernando seis años más. El plan B consistió en poner de candidato a Santiago Creel, hombre tardíamente ambicioso y de poca experiencia política, pero dócil a los mandatos de sus jefes partidarios ("lo que diga mi mánager").

Calderón pensó, con cierta lógica, que ganaría la candidatura en la elección interna, pues era hijo de uno de los fundadores del PAN, a los 33 años ya había sido presidente de éste y, en fin, era el que mejor currículo militante tenía de los cuatro aspirantes. Capitalizó en su favor el hecho de que Fox lo sacara del gabinete y también que, ante la opinión pública, fuera una persona que ganaba su candidatura, con pocos votos (pues los panistas apenas si participaron en la elección interna), pero con cierto grado de limpieza. Empero, su independencia de Fox le duró poco, pues el partido se le impuso muy pronto.

Manuel Espino, quien sucedió en la presidencia del blanquiazul a Bravo Mena el 5 de marzo de 2005, dejó muy en claro cuál sería su política: de ese momento en adelante la unidad del PAN sería en torno de su dirección, no de Fox ni del nuevo candidato. El dirigiría la campaña y él daría la pauta de ésta, asesorado por gente del Centro Interamericano de Gerencia Política de Miami y por el también ultraderechista Dick Morris, partidario de Condoleezza Rice contra Hillary Clinton en el supuesto de que ésta se lance en 2008 a la presidencia de Estados Unidos.

A partir de que las reglas de juego quedaron claras para Calderón y su gente, éste comenzó a apoyar las políticas de Fox y cambió su estrategia de campaña. Olvidó -si acaso las escribió- las cuartillas de sus compromisos de campaña, y comenzó a leer sus discursos de un cuaderno que garabatean Manuel Espino y sus asesores yanquis en mercadotecnia política, todos golpeadores y acostumbrados a las peleas callejeras, muy al estilo de las calles oscuras de Miami, de las mismas donde sale la basura contra Cuba y Venezuela. Los furiosos anticomunistas de allá y de aquí, otra vez juntos por razones naturales de su cruzada contra la izquierda, dondequiera que se encuentre o dondequiera que la inventen.

La ambición de Calderón, más el pragmatismo del que ha hecho gala desde hace muchos años, han sido los principales factores que lo han llevado a aceptar que el PAN haya pasado de ser un partido ideológico-doctrinario, católico y liberal, a un partido de las fuerzas del capital más retrógradas del país, todas afiliadas al Opus Dei, a los Caballeros de Colón, a los Legionarios de Cristo o a los reivindicadores del viejo catolicismo de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), fundada en 1916; de los cristeros de los años veintes, de los camisas doradas de los treintas, de La Legión, de La Base y del sinarquismo que consideraba que Hitler era el brazo armado de Dios (Salvador Abascal).

Estos ultraderechistas son los cruzados católicos de nuestro tiempo, los herederos de aquellos ejércitos de Dios formados no para salvar al hombre del pecado, sino para liquidar a los pecadores: "Matad a todos que luego Dios los distinguirá en el cielo", como ocurrió en Beziers en 1209 en la famosa matanza de hombres, mujeres y niños ordenada por el papa Inocencio III. Esta parte de la Iglesia es a la que pertenecen Marta Sahagún, Ramón Muñoz Gutiérrez, Luis Pazos, Alberto Cárdenas Jiménez, el ya mencionado Bravo Mena, Marco Antonio Adame (candidato a gobernador de Morelos), Manuel Espino Barrientos y otros personajes apoderados del PAN. Su cruzada es para convertir a México en un país católico, que no debe confundirse con un país en el que la mayoría de sus habitantes es católica; esto es, un país católico en el que sea abolida la separación entre la Iglesia y el Estado, en el que la religión sea doctrina estatal, en el que se subordine la legislación a los valores de la Iglesia vaticana (contra el aborto, el condón y otras barbaridades propias de la Edad Media), en el que la enseñanza católica sea obligatoria en todas las escuelas, sean privadas o públicas, y en el que las instituciones sociales sean convertidas en fundaciones caritativas y selectivas tipo Vamos México. Un país sin tolerancia a la diferencia y sin respeto al otro.

Estos ultraderechistas se colaron sigilosamente en el PAN, influyen en las decisiones presidenciales y ahora quieren el poder del gobierno federal, donde se definen las políticas públicas, para llevar a buen puerto su cruzada. Este es el peligro para México, el peligro de que pueda ganar Felipe Calderón, rehén, aunque no hubiera querido, de los que dirigen su partido. El sí es un peligro para México.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.