BCS: sucumben ejidatarios ante la fiebre turística
Míseros pagos por sus terrenos en los que se harán cotizados desarrollos
Ampliar la imagen Campamento para observar a la ballena gris en la laguna de San ignacio, Baja California Sur * José Antonio López
Loreto, BCS, abril. Ante la especulación con el suelo de Baja California Sur la pregunta no es si los ejidatarios venderán sus parcelas, sino cuándo lo harán. Desde Los Cabos hasta Guerrero Negro las tierras que bordean las cálidas aguas del Mar de Cortés y las que reciben el frío oleaje del océa- no Pacífico son codiciadas por desarrolladores turísticos y por extranjeros.
La superficie desértica y semidesértica, que alberga flora como cirios y palo fierro -que crece un centímetro al año y del cual hay especies milenarias en la región- contrasta con acantilados de aguas quietas y playas prístinas.
El auge turístico desatado por el complejo de Los Cabos se ha extendido a la zona media de la península. En Loreto los desarrollos se diseñaron para visitantes extran- jeros, a quienes se ofrecen villas desde 300 mil dólares con todos los servicios. El municipio de Mulegé se ha convertido en residencia de estadunidenses retirados.
Una cantidad indefinida de ejidatarios se desprenden de sus tierras a cambio de dinero que se les va de las manos en unos cuantos meses. Las transacciones son consecuencia directa de las reformas al artículo 27 constitucional que se hicieron en 1992.
Ahora la zona desértica y salina que cubre las tierras ejidales improductivas, donde la ganadería es difícil y la siembra de hortalizas es limitada, se ha transformado en un área cotizada.
Cerca del paralelo 28, la frontera entre las bajas californias, la exploración de Petróleos Mexicanos (Pemex), que comenzó en los años 70, preocupa a los residentes, ya que creen que bajo el suelo de sus viviendas hay yacimientos petroleros o de gas. "Esto hará que en cualquier momento, cuando el gobierno requiera más petróleo, vengan a explotar esas reservas", expresan. Las mojoneras con placas de la Compañía Mexicana de Exploraciones (Comesa), empresa de la que es socia mayoritaria la paraestatal, se hallan distribuidas por toda la zona, desde San Ignacio hasta Guerrero Negro, y tienen inscritas las letras: PO Fósil.
La arena blanca y la placidez del Golfo de California, conocido como ''el acuario del mundo'' por su alta diversidad biológica, deslumbran a los estadunidenses, para quienes está pensado el proyecto Mar de Cortés -antes Escalera Náutica-, el cual prevé el establecimiento de 29 marinas; 11 se pondrán en marcha próximamente.
El Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), promotor del proyecto, prevé la llegada de 50 mil embarcaciones privadas en los próximos ocho años, el arribo de alrededor de 5.3 millones de turistas y la creación de 29 mil empleos fijos. Con base en estas cifras proyecta el establecimiento de escalas náuticas en Santa Rosalía, Puerto Escondido, Mulegé, Bahía Tortugas, San Juanico, Puerto San Carlos, Punta Abreojos, Los Cabos y La Paz.
El Mar de Cortés o Golfo de California ocupa el cuarto lugar mundial en riqueza biológica. Es una zona semivirgen donde se reproduce el tiburón ballena y es el hábitat de la vaquita marina, cetáceo en riesgo de extinción.
Para los pobladores de la zona el proyecto no es viable, ya que los yates de California difícilmente se arriesgarán a bajar, debido a que el trayecto de regreso es difícil y se navega a contracorriente. Además los costos son altos; cada embarcación gastaría en promedio 250 pesos diarios de combustible en un recorrido de alrededor de 5 mil kilómetros, además de cubrir los permisos de internación, de seguros y pagos de tripulación.
"La iniciativa privada no le ha entrado porque no es negocio y sale más barato rentar aquí un yate", sostiene Sergio Morales, del Grupo Ecologista Antares.
Recuerda que el proyecto turístico de Loreto era tipo Los Cabos, con grandes hoteles y campos de golf, pero después ignoraron este sitio, donde se estableció la primera misión jesuita en Baja California, en 1697. Antes de Los Cabos, aquí estaba previsto un plan de esa clase, pero "después se olvidaron de este lugar y se fueron al sur. Afortunadamente, porque si hubieran mantenido aquí sus proyectos nada de esto existiría".
Decenas de camionetas tipo cámper con placas de California permanecen estacionadas permanentemente en Bahía de Concepción, que separa el poblado de Mulegé de Santa Rosalía. Vigilada por un costado por la sierra de la Giganta, la zona de abrigo, con sus aguas transparentes y pequeños islotes, es visitada por pelícanos y garzas, y es el sitio de asueto de los habitantes de la región, quienes temen que sean pocas las futuras vacaciones que puedan pasar en el sitio, antes de que se privatice y se vea afectado con los proyectos de Fonatur.
Sin tierra, sin nada
La riqueza biológica y el paisaje de la región llevaron al gobierno federal al establecimiento de dos áreas naturales protegidas. Ahí se decretó en 1988 la reserva de la biosfera El Vizcaíno, en una superficie de 2.5 millones de hectáreas del municipio de Mulegé. La reserva incluye el desierto El Vizcaíno, y las lagunas Ojo de Liebre y San Ignacio, sitio de reproducción y procreación de la ballena gris durante el invierno. Con una lluvia escasa, de apenas 70 milímetros al año, la escasez de agua es uno de los principales problemas de la región y amplias planicies están salinizadas.
En 1996, en Loreto, un área de 206 mil hectáreas fue protegida con el esquema de parque nacional; están consideradas la zona costera y cinco islas, ricas en cactáceas, aves, anfibios, reptiles e insectos. Se estiman alrededor de 262 tipos de plantas, entre ellas el mangle negro, rojo y blanco, que están bajo protección especial. La gaviota pata amarilla, el pelícano café, el águila pescadora y el pájaro bobo son la fauna común con la que se encuentran los visitantes.
Todo esto ha deslumbrado a los desarrolladores turísticos encabezados por Fonatur, que vendió a la empresa Loreto Bay, de capital privado de Canadá y Estados Unidos, la zona conocida como Nopoló, para la construcción de villas y condominios.
"La mayoría de los ejidatarios de la zona ya vendieron sus tierras, sobre todo las que se encuentran en la orilla de la playa", comenta Morales. Un ejemplo de la oferta de tierras es que en Internet se anuncia la venta de terrenos de la playa Requesón, localizada en la bahía, a tan sólo cuatro dólares el metro cuadrado. En Mulegé ocurre una situación similar.
A 134 kilómetros de la cabecera municipal de Mulegé se encuentra San Ignacio, donde los 43 miembros del ejido Luis Echeverría temen que los cinco ejidos propietarios de la superficie que está alrededor de la laguna se decidan por la venta de sus terrenos, lo cual consideran que afectará la conservación del sitio.
José de Jesús Varela, director de la organización Kuyima, menciona que es común ver a algún vecino que ya vendió los derechos de sus parcelas, "les dan como 800 mil pesos y lo primero que hacen es comprarse una camioneta -una Lobo-, luego hacer una pachanga y después cambiar de mujer. Al final se quedan sin dinero, sin mujer y sin tierras. Ya no tienen nada".
Los especuladores de tierra vienen y les dicen a los dueños: "esta tierra tiene salinidad, no vale nada, no puedes sembrar y yo te hago el favor de comprártela. No les dicen que ahí pueden poner invernaderos para plantar cactáceas y después vender cada una hasta en 50 dólares con un certificado", señala Raúl López, presidente del ejido Luis Echeverría.
Saúl Alarcón, de Wildcoast, dice que el costo de la tierra en California es muy alto y por eso llegan a Baja California Sur inversionistas para comprar los terrenos comunales a bajos precios. Los ejidos El Baturi y San Ignacio, con tierras en la zona de la laguna, han recibido ofertas por sus parcelas y la gente ve la ganancia a corto plazo. "Esto ocasionará el éxodo de la gente o que los ejidatarios se conviertan en jardineros o choferes en los terrenos de los que fueron dueños. Ante la competencia por ver quién se quedará con la tierra, la pregunta no es si los inversionistas se quedarán con ella, sino cuándo va a pasar."