Teatro internacional
Dentro de este ciclo que se formó por coincidencia, lo que demuestra que lo fortuito también puede dar buenos resultados, continúa la Presencia Internacional en el Helénico, que esta vez presentó dos unipersonales de muy diferentes entornos y contextos. El grupo argentino Los eminentes patrones del vapor que formaron en 2000 el autor, director y actor y cantante Lautaro Vito y el guitarrista Adolfo Odone, presentó Un acto de comunión con el que, a saber por las noticias que nos llegan, culmina la búsqueda de un lenguaje teatral propio. El texto está basado en el extraño caso del internauta caníbal de Alemania, Armin Melwes, y su víctima, quien aceptó ser asesinado y comido, conviniendo lugar y fecha para llevar a cabo el macabro rito. Melwes fue descubierto tiempo después al poner un anuncio en Internet, porque la carne de su complaciente víctima, guardada en el refrigerador, se le estaba terminando. Los periódicos de todo el mundo publicaron el caso en 2003 y aun, esporádicamente, sabemos de su desarrollo.
El repugnante tema está, en cambio, muy bien narrado en esas cinco partes que, según ha declarado el autor, respetan las cinco estancias de la tragedia griega, separadas por canciones, aunque la razón de que se canten en inglés se me escapa por completo, como se me escapa la razón del extravagante nombre del dueto argentino. El viejo deseo de devorar a un ser humano que tiene el protagonista, marcado un poco por su desastroso octavo cumpleaños y acentuado al comer salchichas, tiempo después, junto al féretro de su madre, es presentado aquí como una comunión con el otro, el comido (quien por cierto debió estar algo más enfermo que su asesino). Se pueden tener todas las reservas acerca de todo esto, pero el hecho es que la minuciosidad de las descripciones de los cinco relatos, la presencia de tantos y tantos sucesos aleatorios pero que crean atmósferas, el humor negro presente y el buen desempeño de ambos artistas, sentados en dos sillas ante el panel de verdes renacuajos -en escenografía de Cecilia Zuvialde- logran que se contengan las náuseas ante el siniestro hecho presentado.
El grupo .lilástigo de Portugal, fundado en 1999 y con varios montajes en su haber, presenta Thom Pain (basado en nada) del estadunidense Will Eno, del que conocemos poco en México a pesar de su bien ganada fama en Estados Unidos y otras partes, sobre todo Inglaterra, con una dramaturgia de Jacinto Lucas Pires de la que no puede hablar por desconocer el original. El actor Marcos Barbosa, quien dirige el grupo y representa el unipersonal, ha estado en diversas ocasiones entre nosotros, su español es bastante fluido a pesar de ciertos tropiezos en las formas verbales, y su actuación es convincente. Sobre todo se agradece que nos haga desconocer esas desdichas de Thom, el muy difícil monólogo de Eno. El personaje salta de una a otra de dos líneas fundamentales en un relato que se trasluce autobiográfico aunque lo narre en tercera persona. Este pobre niño cojo, cuyo perro muere en un charco, ese hombre que sufre del abandono de la amada, son en reducidas cuentas, el mismo ser sin importancia que grita su impotencia en un vano deseo de llamar la atención. Al mismo tiempo Thom contrapone los momentos en que elucubra acerca de la insignificancia de cualquiera comparado con el Universo, con otros en que hace el payaso, aparenta comunicarse con algún espectador o espectadora, maneja diversos tonos.
La reiterada pregunta: ¿A ustedes les gusta la magia? hecha al público y que interrumpe los tiempos de un relato al otro, es mucho más que una argucia o una salida de tono. Varias veces ha hablado de su insignificancia y se ha referido a la similitud con cualquiera de nosotros. Culmina haciendo que una joven espectadora suba al escenario en lo que llama ''el prodigioso acto de la desaparición", le da la espalda, prosigue con el niño cojo o con la amada ausente, no le hace caso a pesar de haber llevado una inútil silla. Es una espléndida metáfora de cómo cualquiera de nosotros ''desaparece" al ser totalmente ignorado, como lo es el protagonista, y que quizás funcionaría mejor si no hiciera gestos para espantar a la joven ni le llevara un vaso de agua, aunque estos chistoretes pueden ser un modo de agradecer a quien antes simulara despreciar.