Usted está aquí: miércoles 3 de mayo de 2006 Opinión CIUDAD PERDIDA

CIUDAD PERDIDA

Miguel Angel Velázquez

La trampa del espejo embrujado

Fábula de un candidato acorralado

La estrategia de la encuestitis

HABIA UNA vez un candidato a la Presidencia de la República que se convirtió en el defensor de los más necesitados, de los pobres, y la gente le creyó, le dio su confianza, pero después cayó en la trampa del espejo embrujado.

AUNQUE A decir verdad, en esta historia no se trataba del espejito, sino de la encuestita. Todas la mañanas, muy temprano, el candidato consultaba su encuesta, le preguntaba: -Encuestita, encuestita, ¿quién es el mejor candidato?

Y EL espejo respondía invariablemente: -Tú, por más de 10, de 20, de 30 puntos, y el candidato pasaba el día feliz y confiado.

OTRAS VOCES, provenientes de los de arriba, lo alentaban: "El poder económico no está en contra de un gobierno de izquierda". Por todas partes gritaban para que las encuestas que lo favorecían lograran ser creíbles.

LA TELARAÑA estaba tejida. La trampa parecía obvia. Por mucho tiempo las encuestas lo darían como triunfador para hacerse confiables, y después dar el golpe respaldados por esa credibilidad alcanzada.

CONFIADO EN la voz de la encuesta, el mismo candidato empezó a olvidar la voz de la gente que en momentos difíciles, definitivos, necesitaba oír sus palabras, pero el discurso se volvió monótono, recurrente.

LA ESTRATEGIA del espejo -de la encuesta- había triunfado. El candidato se había enredado en la telaraña, estaba inmovilizado, sólo escuchaba, con los sentidos cautivados, el informe diario del resultado de la consulta telefónica que le repetía, incansable, su posición en lo más alto de las encuestas. Inalcanzable, le dijo alguna vez el sonido del recuento.

FRENTE A aquella verdad, encantado, embrujado, decidió no hacer nada más de lo que ya se había hecho. Los ataques serían dirigidos a los mismos de siempre, las quejas serían las mismas de siempre, la estrategia, en fin, sería la misma de siempre, para no arriesgar ni un solo punto, ni una pluma del gallo.

VINO LA muerte de los mineros y sólo expresó silencio. Asesinaron a dos trabajadores siderúrgicos en Michoacán y enmudeció, y frente a la llamada Ley Televisa supo evitar un compromiso que le dañara.

LA AUSENCIA de su punto de vista frente al intento infame de criminalizar a los trabajadores mexicanos en Estados Unidos pegó en la esperanza de muchos mexicanos, pero él sabía que cualquier declaración contra el gobierno de Bush sería interpretado como un gesto tipo (Hugo) Chávez, y eso le haría mal a su popularidad.

Y ENTONCES los de arriba se dieron cuenta de que era el momento y asestaron el golpe. La voz de la encuesta dio la noticia fatal: "Andrés, ya no eres el mejor".

EL CANDIDATO no lo podía creer, no lo quería creer, pero la estrategia de la encuesta había dado resultado y él estaba inmovilizado, y casi sordo a la voz de la gente.

YA NO parecía el mismo, la gente desesperaba por ver otra vez a su líder, al que no le temía a los medios electrónicos, al que enfrentó a todo el aparato de gobierno y rompió el cerco mediático arriesgando su candidatura y hasta la libertad, por defender los intereses de sus gobernados ante la injusticia de El Encino, pero el candidato ya no parecía el mismo.

EL CUENTO aún no tiene fin, ni el espejo ha sido silenciado.

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