"Como otras veces, nos convoca el dolor"
Apenas empezamos; no nos detendremos, dice Marcos
Fue un ataque de aniquilamiento; a ningún político le importa la democracia, condena durante marcha por liberación de presos
Ampliar la imagen El subcomandante Marcos durante el mitin afuera de Los Pinos, luego de la marcha en apoyo a los presos de San Salvador Atenco Foto: Víctor Camacho
Compañeros y compañeras de la otra campaña:
Hoy, como en otras ocasiones, nos convoca el dolor.
El dolor de ver a nuestras compañeras, a nuestros compañeros del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y de otras organizaciones, grupos, colectivos, familias y personas atacados por las policías de los malos gobiernos en San Salvador Atenco.
Los malos gobiernos del municipio de Texcoco, de filiación perredista; del estado de México, de extracción priísta, y el gobierno federal, que encabeza el panista Vicente Fox Quesada.
No fue, como dicen allá arriba, un operativo para imponer el orden.
Fue un ataque de destrucción y aniquilamiento, perpetrado con la impunidad de quien se sabe protegido por la ley de arriba, la ley del poderoso. La ley que justifica el asesinato de un joven, el empleo de armas de fuego en contra de población civil indefensa, la destrucción de viviendas humildes, las golpizas salvajes sobre todo lo que se moviera, la agresión sexual en contra de mujeres y muchachos, las detenciones arbitrarias e indiscriminadas. En suma, el fascismo.
Todo esto con una coartada, que apenas duró unas horas en los medios de comunicación, la del estado de derecho, la de la imposición de la ley.
El mismo estado de derecho que ha convertido la justicia en mercancía cara, cuyo costo sólo puede ser pagado por el que tiene dinero. Así hemos visto a Marta Sahagún, del PAN y esposa de Vicente Fox, comprar a jueces para cubrir el enriquecimiento ilícito de su familia. Y si alguien se atreve a denunciarlo públicamente, nueva compra de la justicia para acallar y penalizar a quien dijo la verdad.
El mismo estado de derecho que solapa y cubre a los legisladores que, como Diego Fernández de Cevallos, del Partido Acción Nacional, se dedican a usar su posición política para favorecer el crimen organizado. El mismo estado de derecho que no sólo permite, también promueve el uso de recursos de la nación para que el PAN invierta en el negocio redondo de los puestos públicos y la inflación de encuestas, como hacen con ese enano mental con aspiraciones de dictadorzuelo que es Felipe Calderón.
El mismo estado de derecho que da prerrogativas legales al brazo político del crimen organizado, el Partido Revolucionario Institucional, y a ese gánster venido a menos que es Roberto Madrazo.
El mismo estado de derecho que encubre la corruptela institucionalizada llamada Partido de la Revolución Democrática, y que alimenta y nutre, con los mismos embaucadores de siempre, la campaña de Andrés Manuel López Obrador.
Compañeros y compañeras:
Allá arriba, en algunos lados, están proponiendo orientar su ocio a la teoría de la conjura, de la conspiración, del complot ideado para arruinarles el negocio en el que han convertido las elecciones.
Pero acá abajo sabemos lo que pasó: la maquinaria represiva del Estado echada a andar sin importar dónde, cuándo, quién ni cómo.
Quieren que abajo nos convenzamos de que sólo es posible la política de arriba, con ellos y ellas, bajo sus reglas y tiempos.
"Pruebas", piden los de arriba cuando se les señalan las violaciones a los derechos humanos con que aplicaron "su ley". "Pruebas" repiten sus ecos amaestrados.
Como si allá arriba se hubieran tomado la molestia de reunir "pruebas" para hacer lo que hicieron.
¿Y los partidos políticos y sus candidatos? ¿Acaso les importa lo que acá bajo sucede?
No.
Se enteran por los medios de comunicación y van corriendo con sus asesores de imagen para hacer el cálculo de qué impacto puede tener en las encuestas el despotricar prometiendo, si llegan a la Presidencia, convertir todo el país en el Atenco del 3 y 4 de mayo (como hicieron Calderón y Madrazo); o quedarse callado, como hizo AMLO, limitándose a condenar la violencia, "venga de donde venga", como si fuera equiparable la de los pobladores a la de los policías.
Atentos a las encuestas, a estos políticos no les interesa ni la democracia, ni la libertad, ni la justicia.
Porque ninguna de estas banderas, abrazarlas, hacerlas suyas con consecuencia, inciden en las encuestas.
Compañeros y compañeras:
Todo esto lo sabemos, y por eso también nos convocan hoy la indignación y la rabia.
La indignación y la rabia que provoca el saber que, para los de allá arriba, las mujeres son el botín de guerra prometido de antemano a las tropas del "orden".
La agresión que recibieron y reciben nuestras compañeras por el hecho de ser mujeres.
El querer no sólo golpearlas y detenerlas, también humillarlas y destruirlas moralmente.
Y el mensaje no es sólo para ellas como mujeres que luchan por un país mejor, por otro México.
Es para todas las mujeres en México.
Para el sistema económico y político todas son el botín con que se paga a quien impone con la fuerza lo que no puede sostener con la razón.
Someterse de buen grado al desprecio, al maltrato, a la agresión sexual, a la violación; o ser obligadas a ese sometimiento con el uso legal de la violencia. Esta es la alternativa que, para todas las mujeres de abajo, humildes y sencillas, ofrece el sistema, independientemente del signo político que se simule allá arriba.
¿Quién puede enorgullecerse de aplaudir esto como símbolo de la modernidad democrática en nuestro país?
¿Quién puede ser honesto y guardar silencio frente a esta crueldad?
¿Quién, como mujer, como ser humano, en México o en cualquier parte del mundo, puede saber de lo que significó ser mujer en San Salvador Atenco, en el estado de México, el 3 y 4 de mayo de 2006, y seguir de largo, no hacer nada y seguir cargando la humillación propia, disfrazando de destino y mala suerte lo que han convertido en maldición?
¿Quién puede conocer todo eso y tomar el micrófono, la cámara, la computadora, el estrado, la mesa, el transporte, el lapicero, la herramienta de trabajo en el campo o en la ciudad, el libro, el cuaderno de apuntes, el juguete, encender la radio o la televisión, leer el periódico o una revista, y no ver y no oír, o, peor aún, ver y oír y pensar que tal vez se lo merecían, "quién les manda ser estudiantes, trabajadoras, indígenas, quién les manda ser pobres, quién les manda no ser diputadas, senadoras, gobernantes, funcionarias, empresarias; en fin, quién les manda ser mujeres".
¿Qué mujer en México, sin importar sus ideas, puede honestamente quedarse callada?
¿Quién como joven, anciano, niño, hombre o mujer, puede saber lo que significó ser uno u otra en Atenco el 3 y 4 de mayo, y permanecer inmóvil?
¿Quién puede escuchar la historia de los dolores de esos compañeros y compañeras y no sentir la misma rabia y la misma indignación?
¿Quién puede escuchar la decisión de seguir luchando que sigue en su corazón, y no sentir la misma rebeldía?
No nosotras, no nosotros, no la otra campaña, no los compañeros y compañeras que somos de quienes sufrieron el ser de abajo y de izquierda en la larga jornada del terror de arriba los días 3 y 4 de mayo en San Salvador Atenco.
Ni indiferentes, ni callados, ni inmóviles.
Nosotras, nosotros, la otra, no dejaremos a nuestras compañeras y compañeros solos, solas. Ni en la cárcel, ni en su dolor, ni en su rabia, ni en su lucha.
No importan ni el tiempo que tarde ni la coyuntura que allá arriba decidan e impongan.
No importa si somos muchos o pocos.
No importa si se nos ataca o se nos alaba.
No importa si se nos comprende y apoya, o si se nos condena y persigue.
Cumpliremos el deber primero que adquirimos como parte de la otra: ser con los otros y otras, apoyarnos, no dejarnos solos.
Seguiremos gritando y seguiremos movilizando, todos, todas, en todo el país.
Si piensan que con la represión nos van a detener o a desanimar, que tomen el ejemplo de nuestros compañeros y compañeras detenidas el 3 y 4 de mayo.
Si es la represión, con la coartada partidaria o mediática que sea, con la que decidan enfrentar nuestra demanda de justicia, que de una vez vayan haciendo lugar en las cárceles, en los hospitales y en los cementerios, porque esto no se va a detener hasta que todos los presos y presas del 3 y 4 de mayo salgan libres.
Allá arriba no les importamos.
No les importa el horror que provoca el saber lo que le hicieron a nuestros compañeros y compañeras y a personas que ni siquiera sabían de qué se trataba.
Calculan que los golpes y amenazas, el tiempo, las mentiras y el silencio terminarán por mandarnos a un rincón olvidado.
Se equivocan.
Seguiremos con nuestras protestas y movilizaciones, en todo México y en el mundo.
Sabrán que acá abajo ni perdonamos ni olvidamos.
Y no será la nuestra una rabia como la de antes, como la de siempre.
No.
Ahora es y será una indignación organizada, otra rabia.
Apenas empezamos, no nos detendremos.
Que saquen a todos los presos, a todas las presas, o que de una vez nos metan a todos a la cárcel.
Desde la otra Ciudad de México.
Subcomandante insurgente Marcos.
México, Mayo de 2006.