Usted está aquí: lunes 15 de mayo de 2006 Opinión El capitalismo de Estado y la nueva izquierda latinoamericana

Víctor Tirado L. */II y última

El capitalismo de Estado y la nueva izquierda latinoamericana

P or los años 60, 70 y 80 del siglo pasado se dio origen a un movimiento de gran trascendencia para los países subdesarrollados: el Movimiento de los Países No Alineados (NOAL). Ahora, la izquierda moderna, sobre todo de los países sudamericanos, trata de recuperar inconscientemente el legado histórico de los NOAL. Por otro lado, la izquierda radical habla de imponer algunos principios económicos de planificación. No es el socialismo a construir, por el momento. A estas alturas no hemos entendido el sistema económico que deseamos edificar. Los NOAL nunca programaron la construcción del sistema a sustituir por el imperialismo monopolista. Sólo dejaron establecidos principios estratégicos como la lucha contra el colonialismo, el neocolonialismo, por la independencia de los estados y contra el imperialismo. Esa fue la esencia de los NOAL, que en el mejor de los casos estaban por construir el capitalismo de Estado. Este movimiento de los NOAL del tercer mundo lo ideologizaron tanto que terminó en fracaso.

Ahora bien, ¿cómo se puede construir el capitalismo de Estado a espaldas de sus intenciones por parte de la nueva izquierda subregional que ha tomado el poder? Porque en primer lugar llegó tarde. Y las tareas económicas y sociales no están resueltas, algunas las resuelve el capitalismo; otras, no. Los nuevos gobernantes proyectan sobre la realidad la estrategia de sustituir la dependencia por la independencia y poner fin al control de la economía de las trasnacionales sobre los recursos naturales, la industria de servicios en manos del Estado, el control sobre las trasnacionales, redefinir los nuevo acuerdos y contratos económicos, y así por el estilo. Negociar con el BM, el FMI, el BID son episodios del nuevo régimen por construir o ya en gestación. Así se reconstruye el nuevo capitalismo de Estado y se convierte en una relación social independientemente de nuestros deseos. El socialismo no se puede construir con sólo la voluntad. Es una lucha contra los modos de producción que aún no han sido expuestos por la nueva izquierda.

La historia de los movimientos sociales modernos enseña la creación de mercados económicos para fundar la integración total. Esa es la tendencia moderna. La experiencia de la revolución sandinista de 1980 lo confirma. En sus alianzas, su ideología, su lucha y la confrontación contra Estados Unidos perdimos el proyecto, que aún no se ha recuperado; pero además no se tiene otro proyecto. Con la revolución sandinista en lugar de ver hacia Centroamérica, nos dirigimos hacia el campo socialista. En lugar de aliarnos con los gobiernos de América Latina, nos unimos con el sistema socialista, y así. Con la derrota electoral de 1990 el sandinismo pierde su hegemonía en Centroamérica y pasa a la oposición sin entender la derrota electoral. Perdió el programa de la revolución sandinista en 1990 y lo sustituyó por el Pacto Ortega-Alemán en 1999. Ahora se abren nuevos horizontes y perspectivas para pasar a participar en la campaña electoral de este año y construir un Estado nacional con todas las fuerzas económicas y políticas. Rescatar el sandinismo es una tarea histórica de la izquierda nicaragüense.

Ahora la lucha se plantea en otros términos reales: la construcción de un capitalismo de Estado, con profundas transformaciones sociales contando con una base económica fuerte que dé sustento a las cambios sociales; para luego de ahí pasar al nuevo socialismo del siglo XX1. Claro que ésta no es una tarea fácil, la ortodoxia exigente, como siempre, se manifestará en contra y sostendrá lo caduco del capitalismo. Estoy de acuerdo. Pero, como decía Marx, no se pueden saltar etapas, porque con el tiempo regresarás a tus orígenes, y en ese momento nos encontramos. Por lo tanto, a veces se pierden las perspectivas, pues algunos creen que una izquierda cuando alcanza el gobierno construye de inmediato el Estado socialista de bienestar. Los gobiernos de los países pobres, si no tiene la capacidad para sostener la salud, la educación y la infraestructura económica teniendo como fuente el trabajo socialmente necesario y con sólo las políticas macroeconómicas, no conducen a nada. Los cambios son de relaciones sociales de producción.

La nueva izquierda latinoamericana no puede contemplar la destrucción de las trasnacionales, los monopolios a través de los nuevos gobiernos nacionalistas; esa historia ya pasó, porque el mundo globalizado no se puede evitar y está enterrando el Estado nacional de los años post Segunda Guerra Mundial y cualquier sistema convierte a las trasnacionales en parte del Estado. Esto hay que entenderlo para contemplar el nuevo socialismo. El estrecho nacionalismo izquierdista antimperialista son estrategias y tácticas que dieron resultados limitados en años anteriores y algunos están siendo sustituidos por el amplio cambio de la globalización y el mercado: TLC, mercados comunes, alianzas económicas, tratados aduaneros, acuerdos bilaterales.

Esto explica, en parte, por qué la izquierda en América Latina, al aplicar el viejo esquema de la economía socialista a la toma del poder no funciona.

De hoy en adelante la fuerza de las elecciones abre las posibilidades reales al movimiento de independencia y liberación nacional en la era de la globalización. La nueva economía nacional tendrá un contenido más profundo, de desarrollo y crecimiento económico para una mejor distribución de la ganancia presionando a las trasnacionales bajo el poder del Estado nacional; ésa es la disyuntiva. Así lo deben manejar y entender los nuevos jefes de Estado, electos por el proceso democrático en el subcontinente a su llegada al poder en unión del principio de crear un sistema económico de justicia, libertad, buenos salarios, democracia y paz. Así lo deben entender las fuerzas de izquierda en Centroamérica, pues lo que se pone en juego es la integración regional energética del subcontinente.

La revolución a como la examinan los radicales antimperialistas y de acuerdo a los experimentos de los No Alineados es un proceso que puede comenzarse con un programa de transición de un poder constituido con grandes experimentos sociales. Derrotar la política belicista y unilateralista de Estados Unidos, sólo se hará en la medida en que la estrategia de los mercados comunes, las alianzas, la producción, entre otras, se fortalezcan; en síntesis: la economía es el único camino que nos queda para derrotarlos en el terreno nuestro. Las revoluciones de liberación nacional latinoamericanas sólo podrán transformar la sociedad actual cuando hayan creado la necesidad de medios de producción.

El sector privado tiene posibilidad de ayudar en formar empresas industriales y agropecuarias capaces de hacer frente al TLC, pero tiene que tener la entereza y la voluntad para participar en él como gobernantes, evitar que los partidos políticos de izquierda o de derecha, tan poco desarrollados desde el punto de la visión económica de su función, no se apoderen del Estado. Hay que tener mucho cuidado cuando los partidos de izquierda manejan a su antojo y sin llegar a un acuerdo nacional sobre el comercio nacional, el mercado y sin contar con una estrategia de desarrollo ejercen una sujeción completa a través del Estado.

La nueva izquierda sudamericana, llamémosle así, tiene que sacudirse el pasado de la izquierda ortodoxa y dogmática para integrar el continente, máxime que ahora son gobernantes, y se hallan sobre una nueva geopolítica a su favor en la que se esboza un programa de independencia, del control de los recursos naturales y de servicios como el petróleo y el gas, sin olvidar que dentro de algunos años el reinado global del gas superará al del petróleo.

* Fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional

 
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