Usted está aquí: lunes 15 de mayo de 2006 Deportes Aplaudidos al salir, los mulos de La Cardenilla decepcionaron

Los bureles fueron pitados en el arrastre

Aplaudidos al salir, los mulos de La Cardenilla decepcionaron

LUMBRERA CHICO

Tras la primera corrida de la Feria Torista en la Monumental Plaza México, la gente, naturalmente, salió hablando de los toros. Estos fueron criados por la ganadería potosina de La Cardenilla, de don José Moro Jiménez, que a partir de 1997 mezcló dos vertientes de sangre brava española (Juan Pedro Domecq y el Conde de la Corte), en un hato de 240 vacas y 50 sementales importados de la península europea, cuyos retoños nacieron aquí y, seis de ellos, fueron lidiados ayer por el matador Fermín Spínola y dos muchachos que de él recibieron la alternativa.

Con una entrada modesta pero constituida, como no podía ser de otro modo, por aficionados de viejo cuño y escasos villamelones, el festejo tuvo de principio a fin el sello de la frescura: nueva empresa, nuevos criterios, nuevas objetivos, incluso atisbos de un nuevo estilo de hacer y dar fiesta en la plaza que por vocación está llamada a ser, como antaño, la más importante no sólo de México sino de toda la América taurina.

Atraído por la oferta de la propaganda que desde hacía semanas hablaba del trapío, la edad y la cuerna de los bichos que iban a ser lidiados, el público aplaudió, en casi todos los casos, la salida al ruedo de los ejemplares de La Cardenilla, unos verdaderos tíos con toda la barba, nacidos en el segundo semestre del año 2000, que fueron pitados en el arrastre. Y es que el júbilo inicial de cada suelta se tradujo en apatía, e incluso en decepción, dado el poco y tedioso juego que ofreció en su conjunto el encierro, con excepción del sexto de la tarde.

Hermosos de verdad, poseedores de unos pitones descomunales, los toros de La Cardenilla, por desgracia, fueron incapaces de establecer una mínima coherencia entre su estampa y su rendimiento, prueba de ello es que siendo unos pavos tomaron cada cual una sola varita, sin pelear contra el caballo, y salieron de la suerte rodando por la arena como anémicos. Para algunos observadores, esta conducta repetitiva acabó por suscitar preguntas sobre la salud del ganado: con la grupa exageradamente verde de excremento, y con los remos de trapo, los bureles parecían víctimas de una poderosa purga que les restó fuerza y enjundia.

O bien, considerando que mantenían los ojos entrecerrados y rodaban como borregos neonatos, estaban sometidos a la acción estupefaciente de alguna sustancia química, similar a la que consumen los caballos de pica. Sea como sea, terminaron por defraudar las esperanzas de la afición que se distrajo, ante su falta de fiereza, y por tedio prefirió gritar ocurrencias vinculadas con el campeonato de futbol, con las elecciones que se avecinan o con el obispo Onésimo Cepeda, que estaba impasible en su barrera de primera fila y detrás de sus anteojos negros tenía el macabro aspecto de un alto dignatario franquista.

Un verdadero fracaso en materia de espectáculo habría sido la tarde si el último del encierro no hubiera salido como salió, con un poco más de alegría y casta, para poner a prueba, y mostrarnos, el valor, la decisión y el sentimiento del nuevo matador, Ismael Rodríguez, que cortó una muy merecida oreja, la única de la fecha.

 
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