Usted está aquí: sábado 20 de mayo de 2006 Opinión Saramago defiende a mapuches, Bachelet a multinacionales

Marcos Roitman Rosenmann

Saramago defiende a mapuches, Bachelet a multinacionales

La presidenta de Chile, Michelle Bachelet, viste traje azul y se siente cómoda. Su embajador, el demócrata-cristiano Enrique Krauss -impuesto por Endesa y Martín Villa, su actual gerente general, al gobierno de Ricardo Lagos- se encarga de tachar de la lista y eliminar a toda persona molesta en la recepción oficial de intelectuales y gente de la cultura que el reino de España ofrece a su invitada. La secretaria de Estado para la Cooperación Internacional, Leire Pagin, y la ministra de Cultura, Carmen Calvo, acompañan en Casa de América a la homenajeada con dos discursos de compromiso. Sin embargo, antes que tome la palabra la presidenta de Chile, según está previsto, hará uso del verbo el laureado premio Nobel de Literatura, José Saramago. Pero la intervención, gracias a su inteligencia, rompe la dinámica anodina y vacua del acto. Su improvisada arquitectura discursiva supone un inesperado cambio de rumbo. La cara de la presidenta de Chile pierde ese color rosáceo y se torna pálido, son las 10:30 de la mañana del 10 de mayo de 2006. Su viaje ya no es tan placentero. Se siente incómoda, molesta por el discurso del Nobel portugués. Su mirada busca explicaciones. Y el séquito que la acompaña entiende que el literato luso pasa el límite: del buen talante al de mentar la madre a las autoridades chilenas. Los murmullos de los invitados muestra división de pareceres. Unos apoyan al escritor y muestran sonrisas cómplices. Otros se alinean abiertamente con la presidenta y aplican el consabido adjetivo de comunista al escritor portugués. La delegación chilena se asombra y el embajador Krauss, un ex ministro del Interior con Frei Montalva, hombre gris, represor y corrupto que participó en la trama civil del golpe militar contra Salvador Allende junto a su hermano Jaime, general de ejército hoy procesado por torturar hasta la muerte en el campo de concentración de Pisagua a siete militantes de izquierdas, lo insulta entre sus cercanos acompañantes. En el fuero interno Krauss piensa que ha sido un error, aceptar la idea de la ministra de Cultura, Carmen Calvo. Su propuesta era más sensata, el orador debía ser Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes o Jorge G. Castañeda. No vale la pena arriesgar la imagen de Chile y la política exterior por un descabezado que aprovecha cualquier oportunidad para desprestigiar al país, las instituciones y su democracia. Los discursos éticos cuestionando el quehacer de los gobiernos de la concertación en materia de violación de los derechos humanos, cuando se trata de la población aborigen, es una cuestión que no responde a la realidad del siglo XXI. Se debe proceder al exterminio y erradicación por medio del etnocidio. Hoy se aplica la ley antiterrorista a los mapuches y se les condena por defender sus territorios y su cultura.

Pero, ¿qué fue lo que molestó a la presidenta de Chile y a su embajador, tanto como a la ministra y secretaria de Estado?

El discurso de Saramago ha sido silenciado, y desde luego la prensa española, chilena y extranjera lo oculta sin darle ninguna importancia. La presidenta Bachelet tampoco contestó a su interlocutor, demostrando su insensibilidad hacia una huelga de hambre que puede concluir con la muerte de varios mapuches sometidos a un juicio sin garantías y con graves faltas en el procedimiento y en su desarrollo. Así se lo hizo saber Saramago:

"Quiero pedirle una mirada hacia los mapuches(...) Hablo de su condición de mapuches y de chilenos, y de como los derechos de chilenos no los alcanzaban(...) Estos habitantes originarios que han estado alejados de estos derechos, ahora se ven atacados por las multinacionales que vienen a quitarles sus tierras para construir industrias", y siguió... "Yo le pido que lo que le voy a decir no se lo diga a ninguna autoridad, pero hace un tiempo fui a Chile y mantuve una reunión clandestina con una comunidad de mapuches, y cuando salí de Chile, después me enteré que esos mapuches habían sido detenidos y estaban en la cárcel...". Más adelante se refirió a la democracia y sus valores para proteger a los seres humanos.

La respuesta de la presidenta fue lacónica frente a la realidad que afecta a los pueblos indios mapuches. No ocupó ni un minuto. Sólo dijo, en el peor estilo populista, que el tema de los pueblos indígenas siempre ha sido un asunto de honda preocupación. Pero ella ocultaba la realidad. Sabe la situación del pueblo mapuche, debió dar una respuesta frente a la política de exterminio y etnocidio que reconoce el informe del relator de Naciones Unidas, Rodolfo Stavenhagen, para Chile, en el caso de Endesa y la novena región, sin olvidar la huelga de hambre, que lleva más dos meses, de cuatro dirigentes encarcelados y a punto de morir. Expropiación de tierras, acusaciones falsas, detenciones ilegales, acusaciones y juicios aplicando la ley antiterrorista. El colonialismo interno es una práctica que define en la actualidad el quehacer de los gobiernos de la concertación. La presidenta defendió el estado de derecho y la propiedad privada, las acciones de las fuerzas de orden, la legalidad vigente y los derechos de los latifundistas. Cada día los mapuches están siendo sometidos a una política de acoso, ya que sus tierras son ricas en recursos naturales, flora y fauna. Las multinacionales se han aliado con los gobiernos para terminar con los pueblos y las culturas indígenas por la vía de la violencia extrema. En el siglo XIX, Bartolomé Mitre le dijo a Sarmiento que el indio lo único humano que tenía era el color rojo de la sangre. Hoy, en pleno siglo XXI, en Chile, Michelle Bachelet sigue al pie de la letra dicha máxima, en la guerra contra el pueblo mapuche, sólo que ahora la dictan las multinacionales. Presidenta, no ahorre sangre de mapuches, lo único humano que tienen es el color rojo de su sangre, por ello se puede prescindir de esta especie.

Gracias Saramago por la valentía.

 
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