La invitación a Marcial Maciel
Los mensajes ambiguos dan lugar a interpretaciones distintas y hasta contradictorias. En el caso de la sentencia que la Congregación para la Doctrina de la Fe le impuso al fundador de los Legionarios de Cristo, hubo deliberadamente un mensaje que permite lecturas diversas según los intereses que cada quien tenga en el asunto de los abusos sexuales que cometió el sacerdote de manera continua contra niños y adolescentes.
La cantidad de pruebas aportadas por quienes padecieron los ataques sexuales perpetrados por Maciel es irrefutable. Hace casi 10 años, cuando el tema fue de conocimiento público, solamente los incondicionales del legionario mayor fueron sordos y ciegos a la solidez de los señalamientos aportados por un grupo que tuvo el valor de romper el silencio y arriesgándose a nuevos escarnios decidió dar a conocer las dolorosas historias que mantuvieron en silencio por décadas. La reacción de las cúpulas clericales católicas fue tender un manto protector sobre Maciel. De manera altanera y autoritaria clérigos como Norberto Rivera Carrera, Juan Sandoval Iñiguez y Onésimo Cepeda, confrontaron a los reporteros que se atrevieron a inquirir su opinión sobre los abusos de Marcial Maciel. Sonrientes aparecieron en actos públicos al lado del líder de los Legionarios de Cristo y se dejaron fotografiar con él, para que no hubiera dudas de su espaldarazo en favor del, según ellos, ejemplar modelo de sacerdote católico.
La invitación procedente del Vaticano para que Maciel se dedique a "una vida reservada de oración y penitencia, renunciando a cualquier ministerio público" es un nuevo desdén de la jerarquía católica romana hacia las víctimas de Maciel. Para éste hay consideración para no iniciarle un proceso canónico ("tomando en cuenta la avanzada edad del reverendo Maciel y su delicado estado de salud"), y para quienes sufrieron los arteros ataques del pederasta simplemente el desdén al ni siquiera mencionarlos en el comunicado que invita a Maciel a retirarse a la vida privada. Para que no quedara sospecha de la procedencia final de la medida disciplinaria, el documento asentó que contaba con el aval de Benedicto XVI. Consideraciones protectoras para quien el escrito llama "reverendo"; silencio para el grupo lacerado y, con ello, una muestra más de que los laicos son integrantes de segunda en la Iglesia católica.
Es necesario recordar que la ambivalente sentencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe tiene tras de sí un tema candente. Como anterior prefecto del organismo eclesial que hoy mandó retirar a la vida privada a Maciel, Joseph Ratzinger -sucesor de Juan Pablo II- conoció de primera mano y a fondo el voluminoso expediente que presentaron en Roma los agredidos sexualmente por Marcial Maciel. El asunto se quedó congelado por la cercanía del acusado con el Papa polaco. En varias ocasiones Karol Wojtyla dejó en claro que Maciel contaba con su decidido apoyo. Pocos meses antes de su deceso, dio en público una bendición especial al fundador de los Legionarios de Cristo, la que éstos divulgaron profusamente por todos los medios a su alcance. Por supuesto que en la llamada Santa Sede ahora nadie se referirá a la sordera deliberada que bajo Juan Pablo II las máximas instancias de la Iglesia católica dieron como respuesta a los alegatos de quienes sufrieron la paidofilia del tenido por Wojtyla como "guía eficaz de la juventud".
Sin duda que en la considerada sentencia a Maciel pesó que la congregación que él fundó es una fuente de recursos humanos y económicos para el Vaticano. En un clima generalizado, en todo el mundo, en el que declinan las vocaciones sacerdotales, los legionarios son semillero de las mismas. Por el lado económico, la orden tiene cuantiosas inversiones en centros educativos que sirven a la población de más ingresos y su trabajo con las elites dirigentes, antes y ahora, cuenta con el decidido aval de la cúpula eclesial católica de Roma. La total sumisión hacia los dictados del Papa en turno que predican los Legionarios de Cristo embona muy bien con una concepción centralista y verticalista que tiene como norma la Iglesia católica. En perfecta armonía, uno y otro lado mantienen incuestionable el primado del supuesto sucesor del apóstol Pedro, y derivan de este principio impuesto una línea de autoridad que debe obedecerse sin reservas.
Los denunciantes de Marcial Maciel tienen que ser reconocidos como ejemplares ciudadanos que perseveraron en las condiciones más adversas. En su lid, que dicen van a continuar dado que consideran insuficiente el veredicto proveniente de Roma, se siguen topando con actitudes groseras y posiciones que infravaloran su gesta. Está el caso del arzobispo Norberto Rivera, que minimizó a quienes ven el dictamen de la Congregación una suerte de sentencia que descalifica a Maciel, y que sin miramientos declaró que "son cuentos" eso de que se sanciona negativamente al líder histórico de los Legionarios.
Arropado tanto por una sentencia ambigua, como por los suntuosos cuidados de la organización que formó, Marcial Maciel tendrá tiempo de sobra para llevar una "vida reservada de oración y penitencia". Sus incondicionales seguidores deberán guardar para siempre sus intenciones de solicitar a Roma su canonización, ya no será santo.