Estudian otras propiedades curativas de su veneno, además de las relacionadas con el cáncer
Protege al alacrán azul plan nacional de investigación cubano
Buscan explotación sostenible ecológica, económica y social, informa Josefina Cao, de la Universidad de La Habana
La captura indiscriminada, una de sus principales amenazas
Ampliar la imagen Josefina Cao en su laboratorio en La Habana
La Habana, 23 de mayo. Se arrastra por toda Cuba, lo mismo en la costa que en el llano y la montaña. Vive bien si se oculta en las ramas que caen de las palmas, pero a menudo se desliza bajo las piedras. Siempre retraído, solitario, sin formar grupos, se aleja de las ciudades, busca la oscuridad y carga en su aguijón una esperanza para mucha gente.
Así es el Rhopalorus junceus, una de las 36 especies de alacranes que existen en Cuba. Su veneno, procesado y convertido en medicamento, se ha revelado como analgésico y antinflamatorio en casos de cáncer, pero puede tener mayores propiedades.
Por eso el animal es ahora observado atentamente por decenas de científicos cubanos y está protegido por el manto de una investigación de alcance nacional.
Este alacrán se enfrenta a varias amenazas durante su ciclo de vida, dice a La Jornada la doctora en biología Josefina Cao, de la Universidad de La Habana, estudiosa de los escorpiones desde hace una década.
Las crías al nacer requieren de gran alimentación, que no siempre está a su alcance, lo cual provoca mortalidad elevada; sólo llega a la edad adulta 15 por ciento de los nacidos.
Ya crecido, este Rhopalorus vive de tres a cinco años, pero puede ser víctima de otras acechanzas. Cuenta la doctora Cao que en la década pasada registró una caída brusca de la población de esta especie en la provincia de Guantánamo, donde empezaron a conocerse las capacidades curativas de la toxina.
Ese retroceso se debía, dice la investigadora, a la captura indiscriminada para la fabricación artesanal del medicamento; a los fuertes aguaceros que arrastran a los animales y a la tala inmoderada.
Ahora ya hay un plan nacional para el manejo de la especie, para lograr su explotación con un criterio de sostenibilidad ecológica, demográfica, económica y social y es parte del proyecto de investigación científica sobre los efectos del veneno.
La doctora Cao describe su trabajo como un estudio ecológico, para el manejo de la población, su crecimiento, protección y conservación; el establecimiento de criterios de ordeña, de cuidado ambiental. "Lucho por el alacrán, ese es mi trabajo: cuidarlo, conservarlo, protegerlo."
La investigación
Además de la Universidad de La Habana, participan en la investigación los ministerios de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente y de Salud Pública. La coordinación está a cargo del Grupo Empresarial Laboratorios Biológico-Farmacéuticos (Labiofam).
Cuando se iniciaron los descubrimientos empíricos de las propiedades del animal, hace unos 20 años, en Guantánamo, se le llamó "alacrán azul", por el tono del aguijón, pero en realidad es conocido en el campo como "alacrán colorado", porque la mayor parte de su estructura es de coloración rojiza oscura, precisa la bióloga.
Labiofam tiene criaderos o alacranarios en cada una de las 14 provincias de Cuba, con distinto grado de desarrollo. Los animales se colectan en las cercanías, pasan por un ciclo de alimentación, reproducción y ordeña controlada y luego son devueltos al medio. Se trata de impedir la depredación de la especie y garantizar su subsistencia y aprovechamiento racional.
La investigación ha llegado a determinar que la ordeña del alacrán, para extraerle el veneno, ha de hacerse en plazos moderados y con una descarga mínima de electricidad. El doctor José Luis Maestre, asesor de la investigación en el Instituto Pedro Kouri de Enfermedades Tropicales (IPK), explica que así lo aconsejó el análisis de la carga proteica de la toxina.
Mediante una técnica de visualización llamada electroforesis, se descubrió que algunas bandas de proteínas del veneno del Rhopalorus junceus desaparecen cuando la ordeña se realiza en plazos de 10-11 días. "Es como si no le diera tiempo al sistema glandular del animal a producir o a expresar todas las proteínas que son componentes de ese producto."
Ahora se sabe que la ordeña tiene que hacerse con intervalos mínimos de un mes.
Las farmacólogas Yudit Rodríguez y Yasniet Moreno, de Labiofam, supervisan otros tramos del proyecto, como el que se realiza en el Instituto de Farmacia de Alimentos de la Universidad de La Habana.
Con pruebas de distintos grados de toxicidad, se comprobó ahí que el producto extraído del veneno de este alacrán no tiene efectos adversos. Este es un requisito para el inminente registro del medicamento como analgésico y antinflamatorio, sus propiedades ya confirmadas.
Al describir el proyecto científico, Yudit Rodríguez dice que se trata de un caso atípico. "No sigue un esquema característico, porque surgió debido al uso extendido que estaba teniendo el producto entre la población".
Y es que el descubrimiento de las propiedades del veneno, convertido en un medicamento, surgió y se expandió espontáneamente durante más de una década. Apenas hace unos tres años las autoridades reordenaron la investigación.
Como el producto empírico ya circulaba, hubo gente que se acercó a Labiofam para solicitarlo. Aunque el caso aún sigue en estudio, la empresa decidió desde el principio entregar el medicamento a quien lo pedía, a condición de que nadie renuncie a su tratamiento convencional y de que, además, el paciente acepte someterse a un registro de su evolución.
"Es lo que se ha ido haciendo para ir obteniendo algunas de las evidencias, que un poco anecdóticamente se planteaban por la población y que nos puedan servir como parte de los antecedentes a la hora de hacer los ensayos clínicos", dice Yudit.
Precisa que la experiencia que ahora se realiza en Labiofam tiene un "sesgo extremadamente grande", porque los pacientes provienen de distintos niveles de la enfermedad y no sólo toman el producto, sino que cada quien mantiene su terapia ordinaria.
La doctora Neiza Verges, jefa del equipo médico, dice que en unos ocho años más de 8 mil 200 pacientes de cáncer han acudido a Labiofam a solicitar el medicamento.
A pesar del margen de distorsión por los otros factores, señala que pueden distinguirse algunas tendencias entre quienes toman el medicamento. Por ejemplo, la aparición de una función inmunorreguladora, que les ofrece mayor tolerancia a la quimioterapia y la radioterapia, con reacciones secundarias muy ligeras.
También se ha mostrado la función antinflamatoria y analgésica, comprobada en laboratorio. "En su mayoría, los pacientes que toman el producto mejoran la calidad de vida. Permanecen más tiempo en vigilia, son más activos, más útiles para ellos y para su familia".