ENTORNO TECNOLOGICO
Nanotecnología: ¿se acabó la magia?
El 27 de marzo pasado, un limpiador de baño llamado Magic Nano salió a la venta en Alemania. A los tres días fue retirado del mercado, después que más de 80 personas reportaron severos problemas respiratorios y seis fueron hospitalizadas con fluido en los pulmones. Si bien la mayoría de los síntomas desaparecieron pronto, los críticos de la nanotecnología se apresuraron a señalar este hecho como uno de los primeros ejemplos de que una tecnología siniestra anda suelta.
Una falla de estas críticas es que los problemas respiratorios fueron notados sólo con la forma en aerosol del producto. No se detectó ninguno con el mismo fluido en botella. Jürgen Kundke, del Instituto de Evaluación de Riesgos, grupo gubernamental radicado en Berlín que informa sobre protección a la salud del consumidor, señaló que hace varios años un producto suizo, que no se comercializó bajo una etiqueta de nanotecnología, causó efectos respiratorios similares.
Otro problema de culpar a la nanotecnología es que Kleinmann, el fabricante, con sede en Sonnenbühl, Alemania, también produce una variedad de otros productos, como un limpiador de persianas que contiene la misma tecnología, y no han dañado a nadie. Dicha tecnología consta de partículas minúsculas de silicato suspendidas en un líquido. Cuando se aplican a una superficie, sellan las fisuras diminutas que hay en ella, lo cual reduce la posibilidad de que se adhieran polvo, humedad y bacterias.
Neil McClelland, vocero de Kleinmann en Gran Bretaña, comentó que hasta ahora los indicios son de que la culpa es del líquido anticorrosivo que contiene el envase, el cual es el único artículo de la línea Magic Nano que la empresa no produce: viene de un proveedor de Munich, llamado Hago, que también realizó pruebas. El 10 de abril, representantes de Kleinmann se reunieron con científicos en Berlín para informarles de los ingredientes del Magic Nano. El producto del aerosol recibió también el visto bueno de la instancia alemana de protección al consumidor poco antes de esa reunión.
Cualquiera que sea la fuente del problema, Kleinmann tiene la responsabilidad de cerciorarse de que lo que vende sea seguro. Y en este aspecto los nanoescépticos tienen razón: no hay ninguna ley aún que diga cómo debe probarse la nanotecnología. Si bien las empresas siempre prueban la seguridad de sus productos, los consumidores -y las propias empresas- pueden temer que falten exámenes para determinar que los productos nanotecnológicos sean inocuos. Nadie sabe cuáles podrían ser esas pruebas, en especial para productos formados por partículas.
Los reguladores han sido lentos en emitir lineamientos, pese a solicitudes formuladas en Europa y América. El problema es que los científicos del gobierno tampoco están seguros de qué pruebas podrían necesitarse.
Los nanoescépticos esperaban que este episodio reciente creara un temor por la salud con relación a la nanotecnología. De hecho, parece ocurrir lo contrario: McClelland dice que la publicidad del Magic Nano -en particular, que proporciona hasta seis meses de resistencia antibacterial a los baños- le ha acarreado más ventas que nunca. Los clientes parecen haber llegado a la conclusión de que la magia no ha desaparecido.
El mercado actual para nanopartículas es pequeño, pero los analistas predicen que tendrá un valor de casi 2 mil millones de dólares el próximo año. Algunas de las compañías más grandes del mundo (DuPont, BASF, L'Oreal, Hewlett-Packard, Mitsubishi, Toyota, Unilever, Kraft e IBM), así como algunas de las más pequeñas (NanoProducts, Naphase, Altair) están impulsando la investigación sobre nanomateriales y nanoproductos.
Las partículas de nanoescala se comportan de formas diferentes a las macropartículas del mismo material. Sólo reduciendo el tamaño, sin cambiar la sustancia, los materiales pueden ser más fuertes o más ligeros o más solubles al agua o más resistentes al calor o conducir mejor la electricidad. La industria está explotando los cambios en las propiedades de los materiales en la nanoescala para crear nuevos productos y nuevos mercados.
El impacto potencial de las nanopartículas en el ambiente y en la salud humana es enorme. Aunque los datos sobre la toxicidad de las nanopartículas son muy escasos, hay cantidad de productos que las contienen a disposición del consumidor, sobre todo alimentos, cosméticos y bloqueadores de sol. Las nanopartículas no están reguladas ¡por ningún gobierno en el mundo! Un estudio realizado en mayo de 2004 reveló que las moléculas de carbono en nanoescala (llamadas buckyballs) pueden causar daño en el cerebro de los peces. Un estudio de 2003 sobre los efectos de los nanotubos de carbono en los riñones de ratones de laboratorio reveló que los nanotubos son más tóxicos que el polvo de cuarzo. Otros científicos han presentado resultados diferentes pero igual de inquietantes acerca de la toxicidad de los nanotubos.
En mayo de 2004, la comisión de la Unión Europea encargada de la protección de la salud de los consumidores publicó un informe en el que advierte que "algunas de las nanopartículas que se están diseñando son motivo de serias preocupaciones" y que "no pueden predecirse (o derivarse) los efectos adversos de las nanopartículas a partir de la toxicidad del material conocido en su versión macro". En otras palabras, el solo hecho de saber cómo se comportarán en el ambiente las partículas de tamaño micro de una sustancia no significa que tengamos una pista de cómo se comportarán las nanopartículas de esa misma sustancia.
Asumamos que los científicos resuelven los problemas potenciales de la nanotecnología. ¿Podría esta ola tecnológica traer beneficios, especialmente a los pobres? Es posible, pero la historia muestra lo contrario. Como prometieron los entusiastas de la biotecnología, la tecnología nuclear y la química, ahora los promotores de la nanotecnología aseguran que resolverán problemas de hambre y pobreza, curarán el cáncer y limpiarán el ambiente. La verdad simple es que las nuevas tecnologías no pueden resolver viejas injusticias. La tecnología no puede sustituir la falta de políticas sociales sanas.
Como han señalado algunos científicos, la nanotecnología posiblemente traerá diagnósticos médicos mejores y más baratos, tanto para las personas como para los cultivos; posiblemente mejore la purificación del agua y el desempeño de las celdas solares. Más aún, la nanotecnología podría reducir la demanda de materias primas, incrementar el reciclaje de materiales y abatir los costos de energía y transporte. Pero incluso si podemos diagnosticar mejor las enfermedades, ¿serán los padecimientos de los pobres el objetivo de la investigación manejada por las corporaciones? ¿Los medicamentos patentados resultado de esa investigación serán más económicos?
Un informe sobre el futuro de la nanotecnología advierte no sólo de la creciente dimensión del sector, sino de su desarrollo incontrolado a espaldas de gobiernos y la sociedad civil. El paso de los genomas a los átomos está cargado de oportunidades y de riesgos, ya que la tecnología de lo infinitamente pequeño no sólo ofrece enormes posibilidades de progreso, sino también se utiliza para el desarrollo de armas convencionales con capacidad de destrucción masiva.
La nanotecnología está a punto de provocar una revolución económica y social que tendrá un valor en el mercado de un billón de dólares en 2015, según el informe La inmensidad de lo mínimo, elaborado por el grupo ETC.
¿Cómo podrán los gobiernos y la sociedad civil comenzar a tratar los impactos socieconómicos potenciales, así como para el ambiente y la salud de la nanotecnología, sin desanimar la investigación segura de sus posibles beneficios?
Traducción: Jorge Anaya