Eufórico, corrió entre los asientos del avión a comunicar la noticia a los reporteros
''¡Ya está, es un momento histórico, un día de fiesta maravilloso!'': Fox
Consideró que la reforma migratoria aprobada por el Senado traerá a los indocumentados ''gozo, alegría y justicia''
Millones saldrán de la oscuridad y de la discriminación, auguró
Sacramento, California, 25 de mayo. ''¡Ya está!'', soltó el presidente Vicente Fox con el puño en alto. No aguantó los 15 minutos que faltaban para aterrizar y, en pleno vuelo, caminó aprisa a la parte trasera del TP01, donde viajan los 24 reporteros que lo acompañan en la gira que realiza por Estados Unidos.
Eran las 5:30 de la tarde, hora de la ciudad de México. Había pasado poco más de una hora desde la aprobación de la reforma migratoria en el Senado, en la costa opuesta, en Washington.
''¡Es un momento histórico, es un día de fiesta, un día maravilloso!'', expresó el mandatario federal en pleno pasillo de la aeronave, apoyando sus manos en los asientos para amortiguar el movimiento del descenso.
La noticia cayó en el tercer día de la gira, y aunque falta todavía una larga jornada en San José y Los Angeles, California -antes del retorno a México-, para el titular del Ejecutivo hoy fue un día de ''gozo, de alegría y de justicia''.
No le quiso poner calificativos a la reforma, pero lo cierto es que todas sus expresiones hicieron referencia a lo que ha deseado en la relación con Washington, desde que llegó a Los Pinos en diciembre de 2000: la enchilada completa.
Para que la regularización de poco más de 4 millones de mexicanos indocumentados sea realidad falta que representantes y senadores repasen nuevamente el paquete aprobado. ''Lo que sigue es más difícil, pero la vamos a sacar'', aventuró el subsecretario para América del Norte, Gerónimo Gutiérrez.
Como sea, al momento de avanzar de prisa hacia los reporteros, Fox era un Presidente eufórico, feliz, al que parecían empalmársele las ideas de tanta emoción.
''A la bajada hacemos una buena conferencia de prensa'', prometía, mientras integrantes de su equipo de comunicación tomaban de un tirón sus cámaras para grabar el improvisado mensaje: ''Me da un verdadero gusto que tantos millones de personas ahora salen de la oscuridad, salen de la discriminación; la votación fue 62 a favor y 36 en contra. Yo creo que es muy sólida y esto, ciertamente, a trabajar más duro, con más entusiasmo porque falta la aprobación en la Cámara de Diputados (sic).''
La alegría del mandatario era evidente, no dejaba de sonreir. Atrás había quedado el Ejecutivo lleno de preocupación que apenas al mediodía, en el almuerzo que en su honor ofrecieron los integrantes de la Cámara Hispana de Comercio, en Seattle, había iniciado su discurso con la aclaración de que estaba ''muy nervioso'' por el cierre del proceso legislativo en el Senado estadunidense.
Como quien implora un milagro esperaba la determinación de los senadores demócratas y republicanos. Clamaba a la divinidad.
''Los ciudadanos comparten la responsabilidad de la seguridad y de la prosperidad para nuestras dos naciones; ocurre que somos vecinos; solamente Dios lo ha elegido para nosotros, para nuestras dos naciones. No hay nada que podamos hacer geográficamente, pero hay mucho que podemos hacer para que ese hecho sea una gran oportunidad para nuestras dos naciones'', señalaba frente a los empresarios de origen latino.
La víspera se había declarado aliado de Estados Unidos ''en todo'', y este jueves volvía a desbordarse en halagos hacia esta nación, la que -como decretó- ya no es el vecino distante ni el socio estratégico.
Más incertidumbre, más conmoción. Quizá por ello rogaba para que México tenga mejores condiciones, que sea un país con empleo en el que los paisanos sólo ''salgan al mundo'' para satisfacer proyectos personales y no expulsados por la miseria. Más aún, colocaba a Estados Unidos como ''líder de la libertad y la democracia''.
''Que sirvan tequila''
Y en tanto llegaban los resultados del Congreso, más nervios, más mensajes, "que sirvan tequila mientras tanto'', dijo a medio discurso. Enseguida se escuchó sonar un teléfono mòvil. ''Ese es el Senado llamando; es una llamada telefónica, es el teléfono rojo'', bromeaba.
Por fin, a bordo de la aeronave le llegó la buena nueva. Ya en tierra, en Sacramento, lo esperaba una cálida recepción protocolaria encabezada por el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger. Por la escalerilla, acompañado por Marta Sahagún, volvió a mostrar su enorme sonrisa. Saludó al anfitrión, al republicano, al que no se ha mostrado precisamente amable con los indocumentados, y avanzó de prisa adonde estaban colocadas las cámaras para la prometida conferencia de prensa.
Ahí, hizo un reconocimiento al presidente George W. Bush, con quien, señaló, ''hemos trabajado durante estos cinco años y medio; se ha construido una propuesta que logró esta aprobación. Es un paquete amplio; trabajaremos en la seguridad de la frontera para combatir el crimen organizado''.
''Pérame, Arnold...''
Y en este día ''histórico, de gozo y felicidad'', avanzó hacia el convoy que lo llevaría al Capitolio local. En el camino, el presidente Fox coincidió y tomó de la mano, por unos segundos, tal vez por casualidad, a María, la guapa esposa del otrora actor Schwarzenegger, el famoso protagonista de Terminator. La mujer sólo atinó a voltear hacia atrás para buscar con la mirada a su marido.
El gobernador trataba de indicar al mandatario mexicano el camino para terminar con la recepción y tomarse una foto con un grupo de niños que agitaban las banderas de ambas naciones, pero el presidente mexicano le dijo coloquialmente: ''Pérame, voy a hacer una declaración''.
De ahí al Capitolio. Con la misma alegría calificó la reforma de los senadores de ''un paso monumental'' y, encarrerado, reiteró su compromiso de respetar el derecho soberano de Estados Unidos de hacer valer sus leyes y proteger sus fronteras.
Luego, como quien ya siente la enchilada bajo el brazo, el mandatario refrendó que México hará su parte para crear empleos, avanzar en el crecimiento y las opciones sociales para que la migración no se dé, para respetar los derechos humanos y combatir todo tipo de tráfico o trata de personas.
Además, ofreció ajustar la política migratoria de México para salvaguardar la frontera bajo el principio de responsabilidad compartida. La reforma, agregó, conviene a los dos países. ''Somos sus aliados en la guerra contra el narcotráfico y la delincuencia... Somos socios... somos amigos... Trabajemos juntos'', insistió.
Y es que, al fin y al cabo, ya siente la enchilada en la bolsa.