El fantasma de la deportación, presente en sus vidas
Agobia a indocumentados la separación familiar
Mantienen la esperanza de que la nueva reforma sobre inmigración les permita legalizar su estancia en EU
Washington, 25 de mayo. Para los inmigrantes indocumentados que viven en Estados Unidos, el reverso del llamado sueño americano es que madres, padres y niños son casi siempre separados por las fronteras, a veces hasta por años.
Sin documentos que les permitan salir de Estados Unidos para visitar a sus familiares, y con sueldos que empiezan desde los 5 dólares por hora, les resulta casi imposible volver a casa.
La reforma a ley de inmigración que aprobó ayer el Senado estadunidense podría dar una oportunidad para que esas familias se reúnan. El proyecto abriría una ruta hacia la ciudadanía a millones de inmigrantes ilegales y también en camino para que puedan obtener documentos legales para viajar.
Ello daría esperanza a Adolfo González, salvadoreño de 36 años que trabaja en la construcción. La última vez que vio a su único hijo fue hace 13 años, cuando el niño tenía dos. Su esposa se reunió con él, también de forma ilegal, hace nueve años. Pero decidieron que los 22 días de viaje por México para llegar al estado de Arizona serían demasiado peligrosos para su niño. Entonces lo dejaron con sus abuelos en El Salvador.
"Uno sufre por dejar a un hijo en su país. Yo he pensado en volver, pero mis hermanos me dicen que la vida está muy dura por allá", dijo González.
El manda 350 dólares por mes a su familia, con la esperanza de que algún día su hijo pueda asistir a la universidad. La idea típica que tienen los estadunidenses de un inmigrante es un hombre solo buscando trabajo. Pero más de la mitad de los 11 a 12 millones de inmigrantes indocumentados que vivían en Estados Unidos en 2005 eran mujeres y niños, dice el Pew Hispanic Center, centro de estudios de Washington.
Un 35 por ciento eran mujeres y otro 16 por ciento, casi dos millones, eran niños que llegaron a Estados Unidos con sus padres o solos, dice el informe.
Hay también un contingente de 3.1 millones de niños que nacieron en Estados Unidos y viven con familias en las que al menos el padre o la esposa son inmigrantes indocumentados, informo el Pew Hispanic Center.
Muchas de las mujeres que deciden inmigrar son madres solteras que dejan a sus hijos en casa con sus padres, dice la ganadora del premio Pulitzer, Sonia Nazario, del periódico Los Angeles Times.
Ella escribió el libro La travesía de Enrique, publicado en español este año, donde cuenta la historia de un adolescente hondureño que viaja a Estados Unidos en busca de su madre, que lo dejó cuando tenía cinco años. La escritora hizo el mismo viaje que el niño, recorriendo México en trenes de carga.
"Esta situación es muy común. En Los Angeles, cuatro de cada cinco mujeres que cuidan niños tienen a sus hijos en los países de origen", dijo Nazario.
Aquellos que logran cruzar la frontera están ciertos de que sus hijos no morirán de hambre. Muchos acaban por tener más hijos en Estados Unidos y empiezan a tener otro miedo aún más fuerte: el de la deportación.
"Las deportaciones son otra forma de separar a las familias", dijo la activista Emma Lozano, del Centro Sin Fronteras, organización comunitaria que ayuda a familias con procesos de deportación en Chicago.
Lozano quiere una reforma migratoria amplia, que perdone a los que fueron encontrados trabajando sin documentos o con papeles falsos y que el gobierno detenga las deportaciones y las redadas mientras se aprueba la norma.
"Nosotros necesitamos una moratoria del presidente George W. Bush, para que esas familias puedan volver a reunirse", dijo.
Una moratoria es lo que requiere la mexicana Elvira Arellano, de 31 años, madre soltera con un hijo estadunidense de dos años. Ella fue encontrada trabajando con un número falso de seguridad social y ahora enfrenta acusaciones criminales y un proceso de deportación.
Arellano fue una de las mil 187 personas detenidas en abril por el Servicio de Inmigración y Aduanas, el departamento del gobierno estadunidense que investiga denuncias sobre ilegales, cuando se hicieron redadas en 26 estados. A ella la atraparon mientras trabajaba en una fábrica en Chicago.
En huelga de hambre desde el 10 de mayo, Arellano va a saber pronto si la justicia la deportará. No quiere abandonar a su hijo, pero también sueña con que él se quede y tenga un futuro mejor en Estados Unidos.
"Tengo que pensar en lo que es mejor para mi hijo. Como ciudadano estadunidense creo que él tiene derecho a que su madre esté cerca de él. Por eso estoy en esa lucha", concluyó.