Condenan la alarmante pobreza en AL y el Caribe
Llaman obispos a gobernantes a revisar el camino de las economías
Alarmados porque 44 por ciento de la población latinoamericana y caribeña no tiene ni para satisfacer sus necesidades básicas primarias, mientras 19.4 por ciento de la misma vive una situación peor, obispos de 18 países de la región conminaron a los jefes de Estado del área a superar "estructuras de poder violatorias de derechos fundamentales de la persona".
Como responsables de la pastoral social en cada una de sus naciones, señalaron como principal culpable de la situación actual, al modelo económico que impera en el mundo, y consideraron que se sacrifican generaciones enteras "con la esperanza de un futuro de equidad que no llega".
Frente al agudizamiento de esta realidad, lamentaron que los gobiernos de la región continúen con la aplicación de dichas políticas, sin tomar en cuenta la aparición de nuevos fenómenos sociales que profundizan el empobrecimiento y la exclusión, y con lo cual se incrementa la migración.
Por lo anterior, exhortaron a impulsar organizaciones internacionales "cuyos mecanismos de decisión, control, representación y orientación general garanticen por igual todos los intereses de la familia humana, en especial los de los países menos favorecidos". Asimismo, convocaron a las naciones afectadas por el recrudecimiento de la política migratoria en Estados Unidos a profundizar en las causas que producen los éxodos humanos, y revisar el camino de nuestras economías, "a fin de garantizar que cada persona pueda encontrar en su propio territorio la oportunidad de desarrollarse con su respectiva familia y comunidad".
Tras un seminario-taller sobre el modelo económico y estilos de desarrollo en la zona, que se realizó en los últimos días del mes pasado en Brasil -como parte de los trabajos hacia la quinta Conferencia General del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), a celebrarse en abril de 2007 en ese país, los prelados coincidieron que la idea de desarrollo con una visión de empresa provoca que en cada nación haya "datos escandalosos que nos dejan fuera del cumplimiento de los objetivos del milenio (impulsados por la Organización de Naciones Unidas)" para disminuir la pobreza a 50 por ciento para el año 2015.
Aunado a ello ubicaron las estructuras de poder "violatorias de derechos fundamentales de la persona, sean ellos de primera, segunda o tercera generación". Por ello, subrayaron que no pueden aceptar términos y políticas como la flexibilización laboral, en la cual "se le pasa al trabajador la cuenta de cobro por empresas estatales mal administradas. Menos todavía podemos admitir la prioridad que se está dando al capital sobre el trabajo".
Los jerarcas católicos de América Latina y el Caribe reiteraron su preocupación por las situaciones de desigualdad, pobreza, desempleo, subempleo, violencia, masivos movimientos migratorios en búsqueda de oportunidades, narcotráfico, injusta distribución de la riqueza y la exclusión que sufren grandes mayorías en nuestro continente.
Ante el número de población afectada, con el 44 por ciento de los habitantes del área viviendo por debajo de la línea de pobreza, y el 19.4 en pobreza extrema, es decir en indigencia, insistieron que en los tiempos actuales "muchas poblaciones empobrecidas y excluidas anhelan ser protagonistas de su propio desarrollo, pero al mismo tiempo experimentan la necesidad de tener claridad de los pasos a dar hacia un desarrollo auténticamente humano e integral".
Convocaron a "educar para la fraternidad y la solidaridad en el mundo globalizado, así como formar laicos comprometidos social y políticamente, para que incidan en la elaboración de políticas públicas equitativas". Sobre todo cuando, manifestaron, está visto que se deja de lado la justicia, la equidad y la solidaridad.
Recordaron que la Iglesia "cuestiona seriamente el modelo vigente de desarrollo fundamentado, sobre premisas de vacíos comunes y sobre un concepto de globalización que concibe al ser humano como consumidor, y rebaja la cultura a una simple técnica de seducción para que la persona se mueva únicamente por el deseo de tener cosas sin ninguna jerarquía de prioridades".
Para nosotros, dijeron los obispos, los modelos económicos deben adecuarse al sistema democrático sin condicionarlo o viciarlo en su aplicación. Y esto conduce necesariamente a la paz duradera tan anhelada por nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños, pues alejaría las posibilidades de conflictos violentos internos o internacionales, "como las revoluciones de la desesperación".