De muros, pateras y jaulas
Resulta inquietante, desesperanzador, altamente preocupante y consternador enterarnos día con día de la barbarie, la desigualdad y la desintegración que se vive a lo largo y ancho del mundo. Compararlo con un zoológico humano sería ofender a las especies animales, pues parece que tienen una organización más equitativa y menos cruel que la que se está perfilando hacia la organización humana. El animal mata por instinto, por sobrevivencia pero no goza, insanamente, con el hecho de infligir dolor a su presa.
Tras un vergonzoso siglo XX plagado de hechos bélicos: dos guerras mundiales, guerras fratricidas, limpiezas étnicas, invasiones arbitrarias de países y demás barbaridades, el siglo XXI se perfila como una era de contradicciones, crueldades extremas, abusos de poder llevados al extremo y pérdida de la más elemental cordura. Tal parece que los afectos predominantes en la población general son la desesperanza, la incertidumbre, la depresión y la desconfianza.
La caída del Muro de Berlín regocijó al mundo porque brindaba la ilusión (no sin algunos bemoles) de que las cosas podían cambiar, que había posibilidades de reconciliación y de un futuro con un poco de paz y concordia entre los pueblos. Sin embargo, sólo fue una vana ilusión, que pronto mostró las complicaciones y dificultades para la integración de la población. La historia no se borra de un plumazo.
En la supuesta era de la globalización, impuesta a la fuerza por los países poderosos, donde por supuesto no caben los millones de pobres del mundo y se pretende tapar el sol con un dedo y con una amaurosis descarada de los más elementales derechos humanos, las cosas no están saliendo como se planearon.
La Comunidad Europea pensó que podría seguir fortaleciéndose y enriqueciéndose sin tener en cuenta a los millones de africanos que mueren de hambre y que ahora emigran desesperados a las costas de ese continente. Estados Unidos, con sus acostumbradas arbitrariedades y sólo viendo sus intereses, decidió invadir -con ayuda de sus aliados europeos- Irak y Afganistán bajo lemas absurdos y delirantes como ''la justicia infinita", en aras de combatir el terrorismo, y sólo ha conseguido incrementar los actos terroristas.
Día a día se suceden muertes en Irak y siguen muriendo civiles del país árabe y soldados estadunidenses. Muy atinado fue el reportaje que vimos en estos días de los soldados en hospitales, información que bien sabemos se ha ocultado durante toda la guerra. Una guerra arbitraria y absurda que ha dejado destrozado al país y que en nada ha beneficiado al pueblo estadunidense.
Ahora pretenden construir un muro y colocar al ejército en la frontera con México para evitar la inmigración, sin embargo, bien que se han beneficiado del trabajo de los mexicanos a quienes no quieren legalizar. Ni qué decir de las torturas en Guantánamo y las barbaridades cometidas en cárceles iraquíes. El empobrecimiento en Latinoamérica la está convirtiendo en un polvorín. Para muestra, los motines carcelarios en Brasil. Y México, pobre país: cárceles atestadas, estados sin ley, asesinatos y secuestros en las calles, cada día más pobreza y corrupción mientras los políticos se agreden y descalifican, y la población vive en constante zozobra.
Los pobres a la deriva y los que aún tienen cierto poder adquisitivo suben las bardas y las electrifican; venden sus casas para ir a resguardarse en edificios con vigilancia, alarmas y policías. Salimos a la calle como quien sale a la jungla. Los depredadores andan sueltos y la justicia: ciega y sorda.
Del supuesto mundo globalizado y sin fronteras estamos pasando, a pasos agigantados, a un mundo casi carcelario: muros y vallas, costas que se abarrotan de seres desesperados y hambrientos, jaulas de tortura. En resumen: un mundo en el que día a día se angostan la libertad, la dignidad y los derechos humanos más elementales.