El festival agoniza... a tres días de la clausura
Cannes, 25 de mayo. Los diarios especializados se han puesto de acuerdo en que ha habido escasos títulos meritorios en esta edición del certamen de Cannes. Las cintas concursantes de hoy no han permitido cambiar esa aseveración.
La coproducción franco-argelina-marroquí Indigènes (que en inglés lleva el título más comercial de Days of Glory) es una convencionalísima película sobre la Segunda Guerra Mundial, cuya única singularidad es enfocar la poco conocida participación de reclutas de Argelia y Marruecos en el lado aliado, en tanto colonias de Francia.
El director francés de origen argelino Rachid Bouchareb narra la experiencia en combate de una unidad que, además del enemigo, debieron enfrentar el racismo y la discriminación de sus superiores.
Aunque de nobles intenciones, la película guarda una relación muy estrecha con aquellos vehementes telefilmes estadunidenses como The Tuskegee Airmen, producidos por compañías como HBO, sobre la segregación de los soldados afroamericanos en el mismo conflicto.
La resolución formal de Bouchareb también es digna de la pantalla chica, con acciones climáticas que recuerdan a aquellas hazañas del sargento Sanders de la teleserie Combate: todos los alemanes no le pegan a un granero ni con una bazuca, mientras los sacrificados héroes ostentan una puntería de campeonato.
En un registro diametralmente opuesto está la italiana L'amico di famiglia (El amigo de familia), comedia esperpéntica de Paolo Sorrentino sobre un prestamista usurero, feo y chaparro que explota a sus clientes de manera vil. Según se había comprobado hace dos años en La consequenze dell'amore (también en competencia), el realizador posee una destreza formal que presume en cada escena.
Es muy probable que Sorrentino se gane el pan con el trabajo publicitario, pues hay estilo de sobra, pero muy poca sustancia. Si bien resulta previsible que el repugnante protagonista acabe siendo víctima de su propia codicia, sorprende el enamoramiento de la belleza local, porque es un artificio de guión no sustentado por el trazo de los personajes.
Mucho se comentó en los medios la silbatina con que fue recibida Marie-Antoinette, de Sofia Coppola, al finalizar su primera proyección ayer.
Lo extraño es que la crítica francesa ha sido, en cambio, extrañamente benigna con una película tan superficial sobre uno de los capítulos esenciales de su historia. Ahora hasta se rumora que es una de las candidatas a un premio importante. A la guillotina con el jurado, si eso realmente se cumple.
No sólo la competencia ha estado floja este año en Cannes, sino también el mercado. Algo bastante más grave. Los distribuidores se han quejado de una escasez de producto atractivo. Esta fue vez fueron contados los títulos que todo mundo se pelea por ver o comprar (uno de ellos fue la coreana Gue Mool, sobre el ataque de un calamar monstruoso).
Si a eso se suma la disminución de ganancias en las taquillas a escala mundial, el panorama para 2006 no se ve en este momento susceptible de superar el bajón del año pasado.
Aunque ésta no es una columna de sociales, se sirve a anotar que el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) organizó hoy un coctel en la playa para festejar la presencia del cine nacional en Cannes.
Además del equipo de Drama/Mex y El violín, era muy conspicua la presencia de Guillermo del Toro, quien cerrará la competencia el sábado con El laberinto del fauno. También participó en el buffet de comida mexicana a la francesa la usual combinación de funcionarios, cineastas, distribuidores, directores de festival y gorrones. Lo que sí fue muy mexicano fue el coreo espontáneo, al final del festejo, de las canciones inevitables de borrachera por parte de un grupo de invitados en torno a don Angel Tavira, el protagonista de El violín.