El reto de López Obrador: propaganda o conocimiento
Estamos en tiempos políticos y, por desgracia, de propaganda. Se define la propaganda como una forma de información unidireccional, como un método de persuasión, dirigida a influenciar el pensamiento y las acciones de la gente. Derivada del acto de propagar, que significa multiplicar por la vía de la reproducción, la propaganda se ubica en el extremo contrario al del conocimiento. Hacer propaganda y conocer son, por tanto, dos actos antitéticos.
Por medio del conocimiento se enseña cómo pensar. La propaganda, en cambio, dice qué pensar. Por medio del conocimiento la gente se educa, porque aborda todas las dimensiones de un asunto y convoca al debate. La propaganda, por el contrario, se centra en una sola dimensión y suprime la discusión. El generador de conocimiento, en fin, cambia ante la llegada de una nueva evidencia, en tanto que el propagandista es inflexible e ignora toda evidencia que lo contradiga. Por todo ello la propaganda tiende a ser una forma perversa de comunicación y fuente de dogmatismo.
En la "sociedad de la información", como diría M. Castells, la propaganda, sea mercantil o política, se ha convertido en una especie de cáncer que se esparce y multiplica por todos los ámbitos y rincones de la vida moderna, y por sus propias características termina degradando la mente de los ciudadanos. En guerra abierta contra la educación, la propaganda induce la superficialidad, lo ilógico, lo dogmático, lo fácil, lo banal y lo falso, para terminar generando ciudadanos mutilados en su capacidad de razonar y recordar. El debilitamiento de la razón y del recuerdo son dos objetivos de toda sociedad autocrática.
El mecanismo por el que la propaganda logra sus objetivos es la repetición infinita de una idea, mensaje, símbolo o imagen. La propaganda ha sido utilizada como arma estratégica por regímenes dictatoriales y, hoy en día, por empresas y corporaciones. Es lamentablemente célebre la frase de Adolfo Hitler de "...la inteligencia de las masas es diminuta y su capacidad para olvidar enorme; por tanto, debemos hablarles de la misma cosa miles de veces", como también son notables las campañas que a nivel mundial desarrollan las corporaciones para introducir un producto, inducir una práctica o limpiar su imagen.
De nuevo, las elecciones han estado marcadas por el uso desmedido de la propaganda política, y otra vez se está comprobando que el discurso directo, el contacto personal y la discusión y el debate de ideas y propuestas son insuficientes frente al alud de frases, símbolos y logotipos, repetidos una y otra vez por los medios masivos de comunicación. Por ello me temo que la percepción de Andrés Manuel López Obrador, la que lo ha llevado a invertir buena parte de su esfuerzo en una campaña con la gente, puede resultar insuficiente.
Aunque el repentino cambio mostrado por las encuestas puede ser cierto o, como se ha señalado, producto de un cambio en el perfil de los encuestados (como es el caso de Mitofsky, la más confiable), no puede negarse la triste realidad de un país donde los ciudadanos, sin importar clase social, edad o región cultural, están cada vez más sujetos a la manipulación de sus mentes. No en balde están ahí décadas en las que el bombardeo propagandístico (incluyendo la masiva circulación de lecturas y programas banales) ha corrido a la misma velocidad que la degradación de la educación pública. ¿Cómo, entonces, ofrecer conocimiento, no propaganda, de manera masiva a los ciudadanos del país?
Es en este panorama que ha llegado, como instrumento valiosísimo de conocimiento político, el video ¿Quién es el Sr. López?, realizado (hasta ahora en dos partes) por el prestigioso cineasta Luis Mandoki. Narrado a través de las voces del propio López Obrador y de innumerables analistas y testigos (escritores, periodistas, empresarios, funcionarios, juristas) y de las imágenes reales de los procesos sociales y políticos ocurridos en los últimos años, el video de Mandoki ofrece un excelente documento que permite apreciar en toda sus dimensiones los orígenes, formaciones, fortalezas, debilidades, intimidades, claroscuros y reacciones del candidato del centro izquierda.
Contrariamente a lo que sucede con la propaganda, e incluso con las entrevistas televisadas o radiofónicas, los videos de Mandoki son ejercicios analíticos, profundos, multidimensionales e históricos, en los cuales quedan claras dos cosas: los orígenes modestos, la actitud bien intencionada y las propuestas coherentes y viables de López Obrador, y las vilezas, contubernios, inmoralidades, mentiras e ilegalidades de una guerra sucia que comenzó no hace dos meses, sino desde que el ex jefe de Gobierno del Distrito Federal se perfiló como candidato a cambiar muchas prácticas deleznables y buscar abiertamente la reducción de la injusticia que hoy lacera a la nación. Una guerra que comenzó desde que AMLO se volvió peligroso no para el país. sino para las elites explotadoras.
Estoy seguro de que si López Obrador y su equipo lograran hacer llegar a todos los hogares de México una copia del video de Mandoki (o al menos difundirlo masivamente en actos públicos o en televisión y cines), el cual ofrece un testimonio verídico acerca del candidato, no sólo aseguraría su triunfo, sino que alcanzaría una victoria arrolladora. Ello significaría trascender la dimensión de la propaganda política, que en esta ocasión la derecha ha convertido en una indigna catarata de mentiras, falsedades y verdades a medias, para entrar de nuevo al mundo del conocimiento.
Conocer sigue siendo, a pesar de que una sociedad enajenante lo obstaculice, el acto supremo por el que el ser humano se encuentra con la verdad y con todos los valores que de ella derivan. Y el pueblo, la gente o la ciudadanía, según se prefiera, tiene aún la capacidad de distinguir no sólo ideas sino actitudes, no sólo fortalezas sino debilidades, no sólo actualidades sino historias de vida, cuando se vence a la propaganda y se les pone de lleno frente al conocimiento.