Ocurrencias y virajes
En el debate que presenciamos ayer se confirman los tres rasgos principales que han mostrado, desde su principio, las diferentes campañas presidenciales: no hay programas específicos ni se han discutido agendas, problemas y temas; impera (sobre todo en Calderón) una nata de ocurrencias amateurs y (en Madrazo) el viraje sobre los asuntos que ha casi terminado por constituirse en una suerte de "norma".
1) López Obrador insistió en lo que no hará: no privatizará ni expondrá los rentables recursos de los pensionados, pero no dice (hasta ahora) cómo mejorará efectivamente los servicios médicos de IMSS, ISSSTE, Ssa, Pemex e Issfam, ni tampoco cómo podría iniciar la urgente "democratización" de los sindicatos del sector a que aludió -después de la ensordecedora rechifla al diputado Roberto Vega Galina, secretario general del SNTSS- frente a trabajadores petroleros y mineros.
2) Calderón sólo pudo repetir su discurso continuista: más "Seguro Popular", inclusive "pagando a los servicios particulares"; guarderías atendidas por abuelitas; niños con tortas "sanitarias" bajo el brazo a partir del año 2009; cartillas de salud que "midan la condición física" y recargo sobre las finanzas del IMSS para una especie de "contrato de primer empleo" cuasi-tropical.
3) Madrazo empezó defendiendo el IVA en medicamentos y el Seguro Popular para finalmente recular de ambos por "inviables". Pero, eso sí, calcando a Levy y Frenk, insistió en "sanear" las finanzas de los servicios y fomentar la "coordinación" entre hospitales para que se brinden "asistencia" entre ellos.
Como en las campañas, en el debate tampoco saltó a la mesa aquello que demanda a gritos el futuro inmediato de la arena de la política pública: ¿qué modelo de salud y seguridad social para qué modelo de país? ¿Qué políticas médico-clínicas para qué perfil de daños del paciente del siglo XXI? ¿Cómo conducir el sector con sindicatos democratizados y portadores de una agenda unilateral de modernización?
Si el debate hubiera servido para aclarar, aunque fuera un poco, el paisaje del nuevo gobierno, el cuadro resultante sería nuboso, grisáceo y, pareciera, sin un mañana definido. Lamentablemente ni para eso sirvió.
El debate que presenciamos ayer reconfirma que, en materia de salud y seguridad social, el sector puede seguir padeciendo la ya dilatada crisis de unas (costosas) elites incapaces de estar a la altura de los grandes recursos humanos y materiales de que dispondrán a partir del 1º de diciembre y sin responsabilidades claras frente a ellos.
En una palabra: elites que no saben orientar la red de protección social más extensa, plural y completa de América Latina.