Calderón y AMLO se atacan con el tema Fobaproa
Exponen con civilidad política países distintos
Dejan a Madrazo de lado, y éste sólo critica a Fox
La civilidad política del debate final quedó como celebración anticipada, pues Felipe Calderón Hinojosa y Andrés Manuel López Obrador apelaron a toda clase de argumentos y adjetivos para demostrar que sus proyectos se ocupan de dos países distintos.
El Fobaproa se mantuvo como el tema que, según cada cual, hace a sus partidos cómplices del pasado. Pero en ese intercambio de acusaciones, paradójicamente, ninguno salpicó a Roberto Madrazo Pintado, cuyo partido -el PRI- contrajo esa gigantesca hipoteca.
A falta de otros argumentos, las invectivas de Calderón se fueron, como es viejo en el discurso del PAN, contra Nicolás Mollinedo, el ayudante de López Obrador que, aseguró aquél, cobraba 70 mil pesos de sueldo en el Gobierno del Distrito Federal y tiene un hijo que estudia en Estados Unidos cuya manutención le cuesta un millón de pesos anuales. De nada valió que hace unos días Nico hubiese aclarado el tema.
López Obrador reviró. Dijo que entregará un expediente donde se demuestra que Diego Heriberto Zavala, el cuñado incómodo de Felipe Calderón, no pagó impuestos por los 2 mil 500 millones de pesos que obtuvo por contratos otorgados por Calderón Hinojosa cuando éste fue secretario de Energía.
El panista aprovechó su última intervención, después de López Obrador, para acusarlo de mentiroso y pedirle "hágasela buena" (a su cuñado), pues ese dinero no lo obtuvo "ni soñando".
Pero la caja de Pandora no se abrió del todo en el debate de la carta final, porque Felipe Calderón tampoco dijo nada de "aquellos senadores" acusados por López Obrador de defender a delincuentes de cuello blanco, de hacer jugosos negocios con el tráfico de influencias y litigar contra las instituciones públicas.
A su vez, el candidato del blanquiazul no obtuvo respuesta cuando, en el toma y daca del Fobaproa, espetó a López Obrador que tiene como asesor y candidato del PRD a Arturo Núñez, quien como coordinador de los diputados del PRI en su época "sí defendió, aprobó y votó el Fobaproa".
El tema del Fobaproa se reditó esta vez -como hace seis años en el debate entre Vicente Fox, Francisco Labastida y Cuauhtémoc Cárdenas-, pero ninguno habló de revisar o cancelar esa deuda.
Así transcurrió el encuentro, con dos candidatos plantados en la idea de que sólo entre uno de ellos está el próximo presidente de México.
López Obrador y Felipe Calderón se ocuparon de su encono y de comparar sus proyectos, si bien el panista fue acusado de plagiar propuestas, lo cual resultó evidente cuando ofreció revisar los sueldos de los funcionarios, que ha sido tema recurrente en la plataforma del candidato de la coalición Por el Bien de Todos.
El tabasqueño lo tachó de defender sólo los privilegios de las elites y de querer al gobierno como un comité al servicio de "unos cuantos", mientras el michoacano lo llamó fracasado. "No va a ganar con mentiras, señor López Obrador."
Y dejaron de lado a Madrazo, quien se ocupó de criticar al presidente Vicente Fox porque en su administración, dijo en todos los tonos, sólo se dedicó a "atacar al pasado y no a construir futuro".
Así, en el combate de la imagen, los candidatos a la Presidencia se plantaron frente a las cámaras de televisión casi con la única misión de convencer que tienen tamaños de estadistas. Con retórica y lenguaje corporal diametralmente opuestos, terminaron mostrándose como realmente son.
Fue evidente que un director de escena dispuso ayer que Madrazo echara el cuerpo hacia adelante y clavara la mirada en las cámaras, como si quisiera salirse por la pantalla de la televisión; que a Calderón Hinojosa le diseñaron un look que requería de maquillaje excesivo para buscar un semblante juvenil que avalara su permanente tuteo a los mexicanos, y que a López Obrador nadie logró convencerlo de que al menos usara un polvo que eliminara la sudorosa brillantez de su rostro.
Para López Obrador, Calderón y Madrazo, el debate fue aprovechable en la medida en que pudieron exponer sus propuestas sin tener que pagar tiempo aire en los medios electrónicos, y por esa razón de antemano decidieron proclamarse ganadores.
Cada cual armó un escenario alterno para festejar con sus seguidores. El ex jefe de Gobierno capitalino se fue al Zócalo; el panista celebró en las oficinas centrales del PAN, y el candidato de la Alianza por México alquiló varios salones del hotel Crown Plaza, cercano a la sede del debate, donde colocó arcos con globos multicolores y organizó una fiesta para cientos de seguidores.
A un ladito, también en el World Trade Center, Víctor González Torres armó su llamado debate virtual; alquiló el Polyfórum Siqueiros; convocó a 800 personas, a las cuales su personal atendió con diligencia y bocadillos, los entretuvo con un espectáculo de luz y sonido y montó un escenario con dos atriles para exponer su personal proyecto presidencial.
En la capitalina tarde lluviosa transcurrieron las horas sin que Roberto Campa o Patricia Mercado atinaran al menos a reponerse de su evidente nerviosismo.
Mientras, los otros tres candidatos buscaron sacar partido a sus habilidades personales y, quién lo diría, usarlas para enunciar las propuestas que sus miles de espots, dedicados casi exclusivamente a atacarse, no habían dado a conocer.