Tomás Segovia, el amigo
Conocemos mucho de la espléndida obra de Tomás Segovia, pero poco sabemos del poeta en la intimidad. Con motivo de la entrega del Premio Juan Rulfo en la pasada Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara (noviembre de 2005), mi colega Haroldo Díes participó en una mesa de amigos de Tomás Segovia, donde, además de referirse a la obra magnífica del galardonado, habla del poeta con la calidez que sólo puede encontrarse en el mundo de una entrañable amistad.
Reproduzco aquí algunas de las palabras pronunciadas por Haroldo, que aparecen en un dossier incluido en el número 77 de la revista Estudios, del Instituto Tecnológico Autónomo de México, que dirige Julián Meza.
Haroldo dice: ''Tomás suele ser memorioso y memorable al mismo tiempo. Tomás habla en un poema de la 'sensatez santa' de Ramón Gaya. Al hacerlo nos habla también de la 'sensatez santa' de Tomás Segovia. En un capítulo de Tristes trópicos, Claude Lévi-Strauss relata cómo después de muchos años de trabajo y de estudios se halló a solas frente a algunas convicciones rústicas que no difieren mucho de las que tenía a los 15 años. Esta sensatez y esta coherencia las ha tenido Tomás desde que empezó a escribir a los 16 años. Tomás es, en efecto, la personificación de la sensatez. Sensatez significa sentido y para él 'recobrar el sentido' es una forma de 'volver a la propia conciencia'. A Tomás no le interesa provocar adhesiones ni rechazos. Lo que quiere es suscitar revisiones y dudas, reflexiones y polémicas. Quizá lo que más le gusta es, armado con la espada del sentido común, romper el cascarón del lugar común. A Tomás no le agradan las ideas fijas, las doctrinas, los dogmas, las convicciones formalistas, las manipulaciones, las mentiras, los engaños. Por ello detesta a los políticos como Bush y asociados. No escribe para hacer poemas o ensayos; escribe para entender el mundo. A Tomás sólo le interesa rescatar el deseo entendido como motor fundamental de la vida. El deseo, cuando es auténtico, le da sentido y valor al tiempo humano. Para él, 'un hombre sin deseo es un hombre literal o metafóricamente muerto'. Tomás ha conversado conmigo en sus casas de Madrid (el famoso Mesón del Segoviano) y México; en el Paseo del Río, donde se gestó Ceremonial del moroso; en el café Comercial de la glorieta de Bilbao, y en el café Moheli, de Coyoacán. Siempre que se interroga está buscando la verdad. Cuando nos ofrece su palabra errante e inobediente, nos está ayudando a encontrar nuestra propia verdad.
''Creo que este es un buen momento para contar cómo se inició la carrera literaria de Tomás. El mismo lo ha relatado: su profesor de literatura en el primer año de bachillerato de la Academia Hispano-Mexicana le solicitó al grupo una pequeña redacción. Después de leer la de Tomás, exclamó: '¡chicos, tenemos un escritor!' Eso fue suficiente para que Tomás abandonara el futbol y se pusiera a leer como un desconocido cuanta poesía caía en sus manos. Tomás se ha descrito a sí mismo 'como un poeta particularmente artesanal y como un (editor) particularmente artesanal'. Sabe que editar poesía es una actividad bella y ejemplar, una forma de resistencia ante la ideología dominante y el neoliberalismo globalizado, en resumen, una forma de humanizar el mundo. Es importante decir estas cosas en una feria del libro como ésta, porque hay que luchar contra la idea del libro como mercancía desechable. Con ayuda de la mercadotecnia es posible crear una demanda de libros que nada tiene que ver con el deseo del lector. Tomás quiere que 'el escritor no sea un simple proveedor y que el lector no sea un simple consumidor'. Con esta idea en mente Tomás ha editado en el Taller del poeta tres cuadernos de notas escritas entre 1956 y 1998 con el título general El tiempo en los brazos. Estos cuadernos no son en sentido estricto un diario íntimo, sino un 'almario', es decir, testimonios autobiográficos que revelan claramente que escribir para Tomás siempre ha sido una forma de reflexionar sobre su existencia. Todos estos libritos 'fueron enteramente diseñados, tipografiados, impresos y encuadernados a mano por el autor en su casa de Madrid o de México entre 1995 y 2001. Algunos son sólo tiradas de 20 ejemplares, que Tomás repartía entre sus amigos. El colofón siempre termina con la frase 'alabada sea la artesanía'.''
Alabado sea Tomás Segovia, quien nos ha legado una obra en verdad maravillosa.