Bajo la Lupa
Detrás de las negociaciones de EU con Irán
Ampliar la imagen Al parecer la muy cantada extinción de Abu Mussab al Zarqawi tenía propósitos propagandísticos Ap
No hay que asombrarse que un día antes de la muerte "oficial" del jordano Abu Mussab al Zarqawi, el portal StrategyPage.com se haya adelantado con una presciencia poco común: "Zarqawi, programado (¡super-sic!) para el martirio"(07/06/06).
Allá quien a su cuenta y riesgo quiera perder su tiempo con la programada extinción del espantapájaros del "segundo (sic) de Al Qaeda": otro montaje hollywoodense de la "guerra sicodesinformativa" del Pentágono y la CIA.
A nuestro juicio, la "extinción" muy cantada de Zarqawi (ya había sido "degradado" en abril, mes del arranque de las negociaciones tras bambalinas entre Estados Unidos e Irán) sirve un triple propósito propagandístico: 1. Encubre la carnicería de los salvajes marines en Haditha (del nivel de My Lai, en Vietnam), que ha sacudido lo que queda de buena conciencia de la opinión pública estadunidense intoxicada por sus mendaces multimedia. 2. Intenta detener, a cinco meses de las cruciales elecciones de medio-término, el desplome de Baby Bush, con un 22 por ciento de "aceptación" (lo cual lo convierte en un presidente ilegítimo dentro de su previa doble ilegitimidad como producto de las elecciones bananeras de Florida y Ohio), mediante el invento de un "golpe letal" al terrorismo islámico global y 3. Estados Unidos se despoja de su engendro terrorista jordano, quien se había especializado en asesinar selectivamente a los chiítas iraquíes, lo cual ha causado beneplácito en Irán y ha apuntalado momentáneamente al flamante gobierno de coalición de Bagdad dominado por los chiítas.
Dentro del caos estimulado deliberadamente, las fuerzas invasoras anglosajonas necesitan de un mínimo de orden para poder retirar a sus efectivos de Irak, quizá, para luego atizar el incendio de la balcanización y la guerra fratricida entre chiítas y sunitas árabes, así como de los kurdos arios, los turcomenos y los caldeos cristianos: todos contra todos, a la más depurada usanza de la perfidia anglosajona. Por fortuna, no todo lo que planean los invasores resulta al pie de la letra y suele suceder que se equivoquen rotundamente.
Lo real es que la dupla Bush-Blair, derrotada en Irak y humillada en Afganistán, ha sido obligada por las circunstancias geopolíticas regionales a iniciar las exequias adelantadas de la entelequia terrorista islámica de Al Qaeda, que lubricaba la agenda unilateralista de Washington, para ahora reforzar su viraje multilateral que emprendió en la histórica reunión hexapartita de Viena (ver Bajo la Lupa 04/06/06).
Mas allá de las estridencias retóricas, cuando visitamos Irán en la pasada Semana Santa detectamos la disposición de las autoridades iraníes a entablar negociaciones directas con el régimen bushiano (ver Bajo la Lupa: 16 y 19 de abril pasados). Luego alertamos sobre la presencia de un misterioso visitante iraní a Washington para edulcorar las negociaciones (ver Bajo la Lupa; 23/04/06). El deshielo alcanzó su punto de inflexión con la histórica carta de Ahmadinejad a su homólogo de la Casa Blanca, que más bien parecía una nueva Epístola a los Galateos, en una singular visión chiíta, y en la que el presidente iraní pontificaba a Baby Bush a reconvertirse a los valores espirituales universales, al tiempo que abría grandes interrogantes sobre los atentados del 11 de septiembre que exhibieron extrañas fracturas en el aparato de inteligencia y seguridad de Estados Unidos, y que, a su juicio, no pudieron ser llevados a cabo sin la colusión interna.
De Defensa, centro de pensamiento europeo de estrategia militar (05/06/06), diagnostica que el importante giro en la política con relación a Irán constituye una "derrota estratégica mayor de Estados Unidos", y considera que Condi Rice, la secretaria del Departamento de Estado, se volvió una "realista" al haber tomado su distancia de los halcones "ideológicos" para "administrar el declive de Estados Unidos".
Fuentes muy solventes de Egipto y Estados Unidos han filtrado el papel nodal del muy influyente y anterior presidente iraní, Ali Akbar Hashemi Rafsanjani, quien realizó recientemente varias visitas a Kuwait desde donde, con la intermediación de la Casa Real, contactó a los altos funcionarios de la industria petrolera estadunidense para proponerles concesiones gaseras a las trasnacionales anglosajonas, una oferta insuperable como parte de un arreglo integral. Ya decíamos en su momento que Rafsanjani había hecho de Kuwait su centro de información personal.
Desde hace mucho Bajo la Lupa había planteado los términos de trueque para un arreglo entre Estados Unidos e Irán: gas por uranio enriquecido. Pero tampoco hay que precipitarse a celebrar el probable inicio de las negociaciones de Irán con el grupo hexapartita de Viena, mientras perdure en el poder la dupla Cheney-Rumsfeld, sedienta de sangre y aliada de los neoconservadores straussianos: los nuevos moabitas veneradores del Moloch bélico.
El muy sólido Sidney Blumenthal, anterior confidente de Clinton, revela que Daddy Bush "emprendió una campaña secreta de varios meses que inició este año para defenestrar al secretario de Defensa, Donald Rumsfeld" (Salon.com; 08/06/06), la cual falló debido a la oposición de su hijo, Baby Bush, quien expresó todo su apoyo al secretario de Defensa.
"Soy yo quien decide y yo decido qué es lo mejor. Y lo mejor es que Rumsfeld siga en su puesto", espetó Baby Bush ante siete generales retirados que habían sido comandantes en Irak y habían exigido la renuncia del secretario de Defensa en abril pasado (Nota: mes del inicio de las negociaciones subrepticias con Irán). Comenta con un inigualable conocimiento de causa (Daddy Bush mantiene una estrecha relación personal con Clinton) y con entonaciones freudianas que el rechazo de Baby Bush a la exigencia de los siete generales había constituido también un "rechazo a su padre".
Al menos que se trate de una clásica opereta hollywoodense a la que son muy afectos los televidentes y los invidentes de Estados Unidos, Blumenthal dramatiza la confrontación entre el presidente número 41, Daddy Bush, y su hijo, el presidente número 43, Baby Bush: "su intervención fue un intento extraordinario para tratar de salvar (sic) simultáneamente a su hijo, el legado familiar y al país" (¡super-sic!). Le faltó agregar: al planeta entero.
La reseña de la relación conflictiva entre el padre y su hijo desobediente pone en evidencia la sicología perturbadora de un presidente iluminado, pero también minado, de la que depende por desgracia el futuro del género humano. La misma presidencia de Baby Bush forma parte de su drama personal del que siempre ha sido rescatado por su padre, a juicio de Blumenthal: desde sus años de adicción alcohólica, pasando por su evasión al servicio militar, hasta sus líos financieros en Harken Energy.
El confidente clintoniano recuerda que cuando el periodista Bob Woodward le preguntó a Baby Bush si había consultado a su padre antes de invadir Irak, aquel replicó: "él es el falso padre para consultar en términos de fuerza (sic). Existe un padre superior (¡super-sic!) al que consulto". ¡Que tremenda lavada de cerebro la propinaron a Baby Bush tanto la dupla Cheney-Rumsfeld como los paleobíblicos neoconservadores straussianos!