En 94, aun con el alzamiento zapatista y el asesinato de Colosio, concurrió a votar 78 por ciento
El mayor abstencionismo en la era del IFE se dio en 2003, con 58.32%
Prevén especialistas una nutrida participación ciudadana para el próximo 2 de julio
Ampliar la imagen Votación en Ecatepec. Imagen de archivo Foto: Cristina Rodríguez
Las próximas elecciones presidenciales se darán tras la experiencia de mayor abstencionismo registrada en la historia del Instituto Federal Electoral (IFE): 58.32 por ciento en 2003, casi tres veces el reportado en 1994, cuando en medio de la crisis política que supusieron el alzamiento zapatista en Chiapas y el asesinato del candidato del PRI en Lomas Taurinas, Tijuana, Luis Donaldo Colosio, se produjo el mínimo en los 15 años de la nueva era electoral con 22 por ciento.
¿Desilusión de la democracia?
La participación electoral en México es oscilante y con picos muy claros definidos por las elecciones presidenciales, de manera análoga a todos los sistemas federales, asevera Hugo Concha, director de Capacitación y Educación Cívica del IFE, área responsable de la promoción del voto. En general, añade, ''la gente piensa que los cambios han sido insuficientes, pero también se percibe una convicción de que se puede llevar más allá a la democracia. No creo que haya desaliento, sería peligrosísimo un desánimo con el sistema democrático, porque ello podría conducir a un viraje autoritario''.
Por otra parte, la visión del investigador de la UNAM Víctor Manuel Durand, quien ha realizado un estudio sobre ciudadanía y cultura política, admite que el ciudadano en México vive una paradoja: 70 por ciento de los mexicanos piensa que su única forma de participación es el voto, pero también existe la percepción, casi generalizada, de que los menos confiables son los políticos. A éstos los asocian con la corrupción y el ejercicio del poder para sus intereses, que son ajenos a la participación ciudadana, como demuestra que 87 por ciento entiende que poco puede hacer para comunicarse con sus gobernantes.
Ambos especialistas coinciden en un elemento: el abstencionismo, consciente o inconsciente, sólo provoca que la inercia electoral, el voto duro, sea el que incline el resultado de la elección, preservando la inconformidad con el sistema de partidos. Concha subraya que, aun cuando no se tenga la plena convicción de las opciones, la importancia del voto es fundamental, ya que puede ser el factor que precipite un cambio, porque quienes resultan electos saben que deben cumplir las ofertas políticas que, por alguna razón, lograron finalmente inclinar el voto a su favor.
Rumbo zizgagueante
El año 2003, bajo el gobierno de Vicente Fox Quesada y tras el impacto de la alternancia de partidos en el gobierno, representó el proceso de mayor abstencionismo en los últimos cinco ejercicios bajo la nueva autoridad electoral: el IFE. Los niveles de abstención en este periodo han sido: 34 por ciento en 1991; 22 en 1994; 42 en 1997; 36 en 2000, y 58.32 por ciento en 2003.
De acuerdo con el registro de participación en elecciones federales, hay estados cuyo nivel de participación ha sido históricamente más bajo que el resto de las entidades. Chiapas, el estado con mayor marginación del país, es también el que tiene índices de abstencionismo mayores, que alcanzaron casi 70 por ciento en 2003 -el más elevado, junto con Baja California, en esa elección, registrado por cualquier entidad en 15 años de estadísticas electorales confiables-, 48 por ciento en el año en que fue electo Fox (2000) o 65 por ciento en 1997.
La marginación y la pobreza parecen marcar los niveles de participación. A mayor marginación, mayor abstencionismo, se desprende del patrón de comportamiento electoral en Oaxaca y Guerrero, pues estas entidades registraron en las más recientes elecciones abstencionismo de 66 y 67 por ciento, respectivamente, porcentajes que sólo reflejan su comportamiento histórico. La elección de Vicente Fox reportó bajos porcentajes de participación en esos estados, con 54 y 58 por ciento de abstencionismo, frente a una media cercana al 64 por ciento.
En el lado opuesto hay entidades con elevadas y constantes tasas de participación electoral. La región del Bajío (Jalisco, Guanajuato y Querétaro) reporta los niveles de participación más elevados. Fue en Guanajuato, en la elección de 1994, donde se reporta el mayor porcentaje de asistencia a las urnas, con 83.73 por ciento, apenas cuatro décimas más que en Jalisco, con 83.3. La capital del país es también la que registra mayores tasas de participación: 82.33 por ciento en 1994, y 70 en 2000.
Durand admite que hay importantes sectores de la sociedad que se asumen o actúan como apolíticos y que han determinado no participar en los comicios. Entre éstos se encuentran los más marginados, quienes viven muy alejados de la sociedad y su relación con la política es muy escasa.
Inercia y voto duro
Hay otros grupos sociales para los que la política se volvió extraña; no hay una identidad con los partidos, de los que señalan han abandonado sus posturas ideológicas, pues conciben que desde allí pueden acceder a un mayor potencial de votantes.
El diagnóstico de Concha sobre la participación electoral no es muy diferente: ''Hay personas que te argumentan muy bien por qué no van a votar: no los convencen las ofertas políticas o los candidatos''. Sin embargo, bajo esa óptica lo que gana es la inercia electoral, el voto duro de los partidos es lo que decide la elección y el abstencionismo, con esta justificante, se anula porque de todos modos las estructuras partidistas deciden el rumbo, por lo que ''el no participar tiene una consecuencia directa''.
Las perspectivas de participación para estos comicios de 2006, considera, no hacen prever un elevado abstencionismo, ''pues creo que a pesar de que no han habido los grandes cambios que se esperaban, tampoco se han registrado una crisis económica o un retroceso. Bajo esa lógica percibo una sociedad que pretende llegar más allá con el sistema democrático y que participará nutridamente en la elección del 2 de julio''.