Usted está aquí: lunes 12 de junio de 2006 Opinión Wang Wei, el desconocido

Hermann Bellinghausen

Wang Wei, el desconocido

Cuando uno dice Góngora, Quevedo, Lope de Vega, sabe que está citando un hito excepcional en la poesía del mundo, uno de esos momentos de condensación y diacronía que suceden poco a lo largo de los siglos. Sus trabajos son una bendición de la lengua, un manantial inagotable.

Con autoridad legítima, pero sin razón, Ezra Pound decía que un gran poeta surge cada mil años, y los más recientes que recordaba eran Virgilio y Dante. Allá él. El gran Ezra se equivocaba tanto... Digamos que no llegó a ser el poeta del milenio siguiente, pero al menos fue uno de los pocos que se lo propuso. Extraña en él, siendo tan chino en cosas, que no considerara en su lista a Li Po (a quien asedió y tradujo no obstante en Cathay), ni a Tu Fu, ni a Wang Wei, los tres poetas del 700 chino, pilar y palabra viva de una lengua con tres mil años de continuidad y muchos-muchos millones de hablantes desde que el mundo canta.

De los tres, el más inaprehensible es Wang Wei. Li Po y Tu Fu anduvieron vidas memorables y conocidas, biografía y leyenda; de ellas habla su poesía. Sus viajes y destierros, las santas francachelas del primero, las batallas y nostalgias del segundo. Su contemporáneo Wang Wei nació en el año 701 de la cuenta cristiana y vivió, como los otros dos, 60 años. Mas su proyecto de vida fue no tenerla, conquistar el vacío. Así como Tu Fu tomó el camino del mundo y en el mundo imperfecto se perdió, Wang Wei tomó el camino del Tao, que lo condujo al Ch'an, versión exquisita del budismo que alcanzó esplendor intelectual bajo la dinastía T'ang, la cual se colapsó precisamente en los años 700 (al mismo tiempo, el clásico maya, por cierto). "Las profundidades del Ch'an se abren a los vastos paisajes del viento", escribió Wei al final de sus días.

Wang Wei creó una poesía parca, sintética, pictórica. También ilustrador y dibujante, su precisión paisajística fue legendaria, pero sólo se conservan copias de siglos posteriores, casi ningún original. "Dejo La Punta Sur/en un bote ligero./¿Y en aguas tan vastas quién/podría llegar a la Punta Norte?/Costas lejanas: veo allí a los pueblos que reconocen/en toda esta distancia, la distancia".

Li Po (701-762) y Tu Fu (712-770) son modernos siempre, como a su manera Homero y Shakespeare. Wang Wei pertenece a otra especie de poetas, los que a falta de mejor nombre llamamos "eternos" o atemporales.

Su poesía sucede en un vacío que hace sinónimos "siempre" y "nunca", de preferencia en crepúsculos y madrugadas, cuando la luz combate entre los párpados del cielo y la tierra. "¿Qué tan profundos pueden ser los pensamientos del retorno/cuando la vida entera es una vacía apariencia vacía?"

Las montañas, los ríos que las abandonan, las nubes inconstantes, la barca inútil, la roca devota, la limpidez en la mirada que no se fija y reposa en todo, abierta, absorta, abandonada, anónima. De los tres poetas, Li Po es el más habitable, Tu Fu el más entrañable, y Wang Wei, el desconocido.

Los estudiosos lo colocan en el vértice de la tradición poética china. La elocuencia del paisaje desnudo como expresión de las sensaciones, donde el pensamiento es una fuerza de la naturaleza, y la voz, materia de las cosas. La caligrafía de su idioma hace inseparables la representación y decirla. De los tres, tal vez Wang Wei sea el que más se pierde en la traducción: sus "huesos sepia" hablan en el signo donde el sonido se dibuja. No hay mucho más. Tu Fu admite la paráfrasis; Li Po, la trasposición. La experiencia de Wang Wei ni siquiera se equipara al jaikú japonés, ni a los versos desnudos de Montale o Celan. La palabra es el paisaje. No hay poeta, sólo poesía: "Una vez que has dominado el silencio/¿qué más puedes hacer?" Quizá no deba sorprendernos que este maestro del silencio haya sido también un músico consumado.

Siendo los tres parte de la élite intelectual de su tiempo, sólo Wang Wei tuvo origen de alcurnia. Aunque trabajó siempre para el imperio, la comodidad económica le permitió dedicarse a la perfección artística. Y se nota. Li Po fue impertinente, provocador, indeseable, plebeyo. Y Tu Fu un demasiado real e incómodo testigo de la historia y el exilio.

En Wang Wei uno no reconoce los rivales ni los enemigos. Apenas y por el nombre a sus contemporáneos. "En los bosques de la montaña me perdí por completo:/la identidad no es sino el papel que representamos ante los demás". El sufrimiento, el placer y la historia quedan en la orilla de atrás. Un puro mundo, poblado por las "diez mil cosas" de la nada. Donde ser es no ser.

 
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