Otro tipo de triunfo argentino
Ampliar la imagen Pablo Cedrón, en un fotograma de la cinta argentina El aura
La temporada futbolera ha afectado, con razón, la política -de por sí errática- de la cartelera nacional. Ningún distribuidor sensato querrá estrenar en estas fechas por obvias razones, pues calculan que el espectador promedio está demasiado distraído entre la transmisión de los juegos y la consiguiente juerga, como para ir al cine. Si bien es el momento oportuno para deshacerse de paja obsoleta como La condesa blanca, de James Ivory, que bajo ninguna circunstancia hubiera sido taquillera, también ha propiciado el sacrificio de títulos como El aura, de seguro uno de los mejores estrenos en fechas recientes.
En su segundo largometraje, el realizador argentino Fabián Bielinsky ha dado un enorme salto cualitativo en relación a su anterior Nueve reinas (2000), un thriller de estafas muy ingenioso, pero que en sus incesantes vueltas de tuerca dependía demasiado del factor sorpresa. El aura es una propuesta radicalmente diferente, pues, aunque también mantiene intrigado al espectador, no se trata de engañarlo con revelaciones artificiosas.
El subjetivo relato nos sitúa en la deprimida perspectiva de un anónimo taxidermista (Ricardo Darín), cuya única salida de una gris realidad son sus fantasías de cometer asaltos perfectos (su oficio es, asimismo, muy revelador, pues intenta darle una apariencia de vida a animales muertos). El hombre recibe la invitación de un colega a unirse a un viaje de cacería en las montañas sureñas. Por accidente, el taxidermista mata a otro hombre con su rifle y eso le da la oportunidad de cumplir sus fantasías. Al parecer, la víctima estaba inmiscuida en un plan para robar el dinero del casino local, con otros cómplices de siniestra apariencia. Mediante su imaginación y memoria fotográfica, el protagonista logra fingir ser un miembro más de la banda, artimaña que tendrá violentas consecuencias.
Si Nueve reinas sorprendía por su agilidad y dinamismo narrativos, El aura adopta un ritmo mucho más pausado para situarnos en la enajenada perspectiva de su personaje. El taxidermista sufre de ataques epilépticos precedidos por una efecto de alucinación que, en términos siquiátricos, se denomina aura. Así, toda la película transcurre en un tono casi onírico. Si bien no hay ningún elemento indicativo de algo obviamente irreal, Bielinsly lo sugiere por la manera en que enfoca al solitario protagonista y su relación con los otros personajes -una mujer casada que parece adolescente, el dueño corrupto de un casino, un par de matones- con una distancia bien sugerida por la fotografía de Chevo Varese y una insinuante banda sonora. Por su parte, si Darín había demostrado su solvencia como actor en papeles de porteño canchero, aquí brinda una interpretación ejemplar en cuanto a contención y sobriedad.
Bielinsky ensaya el cine de géneros -en este caso, el thriller neo-noir-, pero lo hace en una inteligente y ambigua línea existencial que lo emparenta con las películas -Amnesia e Insomnio- del británico Christopher Nolan. Y la forma cómo resuelve las secuencias de acción con una seca contundencia, evoca la magistral parquedad de un Jean-Pierre Melville. En ese sentido, El aura está muy por encima de los ejercicios subtarantinescos de cine negro, con sus relatos múltiples con brincos de tiempo, diálogos complacientemente repletos de referencias pop y violencia chistosita.
Así como tampoco cae en la actual moda del joven cine argentino de desdramatizar sus relatos a partir del tedio cotidiano.
El cinéfilo que no vea El aura en su tránsito -tal vez fugaz- por nuestra cartelera, se perderá de un logro más significativo, aunque menos espectacular, que los seis goles propinados ayer por la selección argentina a la de Serbia y Montenegro.
El aura
D y G: Fabián Bielinsky/ F. en C: Checo Varese/ M: Lucio Godoy/ Ed: Fernando Pardo/ I: Ricardo Darín, Dolores Fonzi, Alejandro Awada, Pablo Cedrón, Jorge D'Elia/ P: Patagonik Film Group, Tornasol Films, Davis Film Prods., TVE, Canal Plus. Argentina- España-Francia, 2005.