Conflicto palestino-israelí
Fotografías de un espejo deformado
John Berger
Primero que nada, distinguir entre ser simple y simplificante. Simple tiene que ver con reducir o ser reducido a lo esencial. Mientras que la simplificación es usualmente parte de una maniobra en alguna lucha por el poder. Las simplificaciones sirven a quien las hace. La mayoría de los líderes políticos simplifican, mientras que aquellos que no tienen poder reaccionan simplemente a lo que ocurre. Con frecuencia hay un abismo entre ambas actitudes.
Ahora miremos las fotografías de Ahlam Shibli, sin hacer simplificaciones. Éstas ofrecen, entre otras cosas, una lección política y son, en este sentido, ejemplares. Pero eso lo abordaremos más adelante. Ella le llama Rastreadores a su secuencia de fotos, lo cual requiere una explicación.
En el Estado de Israel, existe hoy un millón de palestinos que viven con papeles oficiales, como ciudadanos desclasados. Son descritos en los medios como árabe-israelíes. Nunca se refieren a ellos como palestinos. Entre los árabe-israelíes hay familias beduinas.
De entre estas familias, un pequeño número de hombres --menos de cien al año-- entran como voluntarios al ejército israelí, donde serán entrenados y usados como exploradores militares, y son conocidos como rastreadores. Estos rastreadores, exclusivamente "árabe-israelíes", ejecutan mucho del peligroso trabajo militar de reconocimiento en el terreno. Son ellos a los que envían por delante, siempre que el Comando reconoce que puede haber resistencia, para limpiar el terreno de minas, francotiradores o posibles emboscadas. Al inicio de su entrenamiento los rastreadores están juntos, en grupos de veinte o treinta personas. Una vez entrenados, se les separa y se les asigna solos a unidades de la Fuerza de Defensa Israelí, o IDF como el ejército se llama a sí mismo.
Después de tres años de servicio, un rastreador puede volver a unirse voluntariamente y ser soldado profesional, con lo cual será mucho mejor pagado. El Comando del IDF acepta únicamente a un pequeño número de tales voluntarios. Los rastreadores profesionales tienen una ventaja natural sobre los soldados israelíes por su familiaridad con las costumbres, los hábitos y los cálculos locales.
Los retratos de Ahlam Shibli son discretos, elusivos y persistentes. Contienen la mínima información general posible y nunca reportan los incidentes o sucesos. Uno tiene la impresión de que cada una de sus fotos fue tomada justo después de que algo ocurriera. No porque Shibli sea muy lenta, sin porque lo que a ella le interesa es el efecto. Los sucesos como tales no le conciernen (por lo menos en este proyecto); es el impacto de un evento en la vida lo que la mueve. Y como tal está preparada para esperar.
Shibli observa el entrenamiento militar, a los rastreadores en sus días libres, un cementerio con tumbas de soldados, el juramento de lealtad al idf pronunciado sobre el Corán, el interior de una casa con retratos de familia en las paredes, las nuevas casas que lentamente se construyen gracias a la paga de soldados profesionales que ganan los rastreadores. Y cada diferente locación conduce astutamente a una interrogante: ¿A qué o a dónde tienen ellos un sentido de pertenencia?
No hay nunca nadie en la foto que nos diga qué ocurría justo antes de ser tomada. Todo lo que podemos hacer es mirar a los participantes que permanecen en ella, adivinar luego nosotros y, como Shibli, esperar. El efecto de toda la serie (85 fotos) es acumulativo. Embonan juntas como un todo. Pero, ¿qué es lo que suma ese todo?
Para los beduinos, el asunto del hogar y lo que lo constituye están trenzados como una soga. Tradicionalmente son un pueblo nómada. Hace dos o tres generaciones, en el Sinaí en particular, muchas familias beduinas se hicieron sedentarias, aunque la tierra donde se asentaron pertenecía a alguien más, y no tenían sobre ella ni los más mínimos derechos. Una situación confusa donde los recuerdos atávicos tal vez juegan un papel. Para los nómadas, el hogar no es una dirección, el hogar es lo que cargan con ellos.
Qué es lo que cargan los rastreadores.
Ahlam Shibli está en busca del alma. No obstante evita el sentimentalismo y nunca va tras una confesión. Mira con paciencia desde una orilla. Uno podría decir que es una narradora, pero esto sería simplificar lo que ella eligió como su papel. (Hay grandes narradores fotográficos --André Kertesz, por ejemplo.) Yo diría que Ahlam Shibli es una adivinadora. Observa intensamente, lee los signos, adivina y profiere un profecía que, como la de algún augur, es aguda y poco clara; como en el juego de cartas tiende las probabilidades, pero no selecciona una.
Seleccionemos tres. En la primera, tres rastreadores, a cubierto, toman un descanso, y uno de ellos escribe algo en la pared pública. En la segunda, un hombre duerme durante el día, y se ha puesto una toalla para taparse la cara. En la tercera están las fotos que un rastreador, viéndose a sí mismo como guerrero del IDF, enmarcó en la pared de su casa, junto a un viejo mapa de Palestina.
En cada una, expresado de manera diferente, está el mismo dilema entre la identidad y su ubicación.
Qué es lo que cargan.
Tradicionalmente, y a través
de los siglos, los clanes beduinos nómadas ofrecieron sus servicios
a cualquier fuerza invasora --fuera egipcia, turca, británica--
siempre que se daban cuenta de que pese a todas sus habilidades guerrilleras,
quedaban no obstante sometidos. Sin embargo, hicieron esto para evitar
que los desbandaran y con el fin de mantenerse independientes, indisputables
en sus propios y casi impenetrables territorios. Fue ésta una sagaz
estrategia en pos de continuidad y con frecuencia les resultó.
Hoy las circunstancias para los beduinos "israelíes" son muy diferentes. Los han perseguido hasta correrlos de su tierra y los han despojado de sus medios económicos de supervivencia. En su propio desierto de Negev los han tratado como intrusos criminales, y sus cultivos son rociados con herbicidas desde helicópteros del IDF.
Para entender lo que a fin de cuentas significa esto, debemos tomar en cuenta lo extremo de la situación palestina en general. El conflicto palestino-israelí dura ya cerca de sesenta años. La ocupación militar de Palestina --la más larga en la historia-- ha durado cerca de cuarenta años. Es casi innecesario repetir todos los hechos que entraña esta ocupación, puesto que internacionalmente se han reconocido y condenado. La economía y la vida cotidiana palestina han quedado reducidas a escombro. Los ilegales asentamientos israelíes se incrustan en territorio palestino y devoran tierra cada semana. El ilegal Muro, que avanza implacable, está dividiendo lo que queda de tierra en "bantustanes" futuros, propios del apartheid. Jerusalén oriental, ocupado y transformado en un ghetto árabe, es desmantelado pieza por pieza.
Lo que con frecuencia se olvida acerca de este conflicto que continúa --porque los palestinos siguen resistiendo-- es la disparidad, la desigualdad de medios, sean de poder de fuego o de defensa. El idf está armado con todo lo que puede brindar la tecnología moderna, de helicópteros o cohetes teledirigidos a cámaras de vigilancia y métodos de rastreo computarizado, mientras que los palestinos recurren a armas pequeñas, explosivos caseros, algunos cuantos morteros, mártires suicidas ocasionales y piedras. Su única ventaja es su fe inquebrantable en la justicia de lo que defienden. Contra esto, el Estado de Israel, además de enrolar algunos rastreadores beduinos, goza del respaldo incondicional de la primera megapotencia del mundo: Estados Unidos.
Tal disparidad de recursos y armas nos hace recordar las
guerras de liberación anticolonial de mediados del siglo veinte,
y si queremos entender el dilema de los rastreadores lo mejor que podemos
hacer es consultar los escritos de Franz Fanon, quien fuera un profeta
visionario de dichas luchas. Al final de Piel negra, máscaras
blancas, escribe: "En la conclusión de este estudio, quiero
que el mundo reconozca, conmigo, la puerta abierta de toda conciencia".
Al escribir de sus Rastreadores, Ahlam Shibli se refiere con frecuencia
a Franz Fanon.
Como médico y siquiatra de Martinica, que trabajó
en Argelia, Fanon explicó cómo la dominación colonial,
cómo la disparidad de medios entre el invasor y el indígena,
cómo el desprecio labrado en cada encuentro entre los armados y
los desarmados, además de producir la revuelta, pueden también
conducir a un enorme tajo en aquellas lealtades que mantienen el sentido
de ser de una persona. Y esto ocurre con mayor frecuencia y con heridas
más profundas entre los más pobres y los más desposeídos
de todos los pisoteados.
Una imagen puede ayudar a clarificar esto con mayor detalle. Consideren el síndrome opuesto, aquel del megalómano. Todo encuentro con otra persona funciona para el megalómano como un espejo frontal donde se ve a sí mismo reflejado y engalanado en su propia gloria. Para el colonizado, aquel que ha perdido su sentido propio de ser, todo encuentro es un espejo donde no contempla sino su propia djellaba, su toga tradicional, manchada. Ninguno de estos dos espejos permiten ver al otro tal como ella o él son en realidad. Y así ocurre que el colonizado, buscando disociarse de aquella djellaba manchada, sueña con usar el uniforme o cargar la bandera de su opresor. No de su enemigo, de su opresor.
Los beduinos se cuentan entre los más desposeídos de los palestinos y han perdido, casi totalmente, su libertad nómada y el orgullo que ésta conlleva. Así que puede ocurrir, como Fanon previó, que se escindan en dos, y al rasgarse, usen la máscara de sus opresores. Muchos cambian sus nombres de Ahmed a José, de Mohammed a Moshe. Y no obstante, al hacer esto, los rastreadores no reencuentran sus propios cuerpos, esos nobles cuerpos que son calumniados por la falsa imagen de la djellaba sucia.
¿Qué sueña el hombre que se tapa la cara con la toalla? Uno nunca puede adivinar lo que alguien más sueña. Y no obstante, tal vez él tampoco pueda adivinar lo que le dice su propio sueño.
Algo así es lo que cargan los rastreadores.
Este trabajo de Ahlam Shibli
no hace comentarios políticos directos del conflicto israelí-palestino;
se abstiene de consigna alguna. Sin embargo creo que en el contexto global
de hoy es políticamente importante, o como digo, ejemplar. Trataré
de explicar por qué.
Ahlam Shibli proviene de una familia beduina. Cuando era niña pastoreaba cabras en Galilea. Después, tras estudiar en la universidad se hizo fotógrafa de renombre internacional.
Hace mucho que ella hizo la elección existencial opuesta de la que hicieron los rastreadores que muestra en estas fotos. Ella cree en la justicia de la causa palestina y ha protestado como patriota y como fotógrafa contra la ilegal ocupación israelí.
Para ella, como para la mayoría de los palestinos, los rastreadores pueden ser considerados traidores. Se unieron al ejército que oprime al pueblo palestino y merodean para matar y capturar a quienes activamente resisten a dicho ejército. Traidores... en ciertas circunstancias, deben ser tratados como tales.
Sin embargo, Ahlam Shibli siente la necesidad de ir más allá, y buscar detrás de la etiqueta simplificadora. ¿Por ser ella misma beduina? Tal vez, pero la pregunta es ingenua. Lo que cuenta es el resultado. Por ser beduina fue capaz de buscar tras la etiqueta y descubrir lo que había que descubrir. Con estas fotografías ella hizo una pregunta: ¿Cuál es el precio que están pagando por su decisión de volverse rastreadores? Y luego aguardó las enigmáticas respuestas que encontró en su cuarto oscuro. Y las hace públicas.
¿Cuál es el sentido político de esto? A mediados del siglo veinte Walter Benjamin escribió: "El estado de emergencia en que vivimos no es la excepción sino la regla. Debemos alcanzar un concepto de la historia que sea afín a esta iluminación".
Con tal concepto de la historia hemos llegado a entender que toda simplificación, toda etiqueta, sirven únicamente a los intereses de quienes detentan el poder; mientras más extensivo sea su poder, mayor su necesidad de simplificaciones. Y, por el contrario, los intereses de aquellos que sufren bajo este poder ciego, o luchan en su contra, se benefician ahora y en el largo, largo futuro, por el reconocimiento y la aceptación de la diversidad, las diferencias y las complejidades.
Estas fotografías son una contribución a una aceptación y a un reconocimiento así.
Terminaré citando una vez más a Franz Fanon:
"No, no queremos emparejarnos con nadie. Lo que queremos es avanzar todo
el tiempo, de noche y de día, en compañía del ser
humano, en compañía de todos los seres humanos. La caravana
no debe extenderse demasiado, porque en tal caso será difícil
que cada quien vea a aquellos que le precedieron; y las personas que ya
no se reconocen unas a otras se reúnen menos y menos, y hablan unas
con otras menos y menos..."
Estos retratos de rastreadores beduinos, tomados por la fotógrafa Ahlam Shibli, provienen de su serie Trackers, que aparecerá en Europa como libro, próximamente.