La escritora presentó su nuevo libro El tren pasa primero, en el Istmo de Tehuantepec
Poniatowska recreó la fantasía y el ocaso del ferrocarril en México
''Estoy con ustedes'', expresó la colaboradora de La Jornada a simpatizantes con el magisterio oaxaqueño
Visitó Juchitán, Matías Romero y El Espinal, donde nació Demetrio Vallejo
Ampliar la imagen Elena Poniatowska vestida a la usanza juchiteca. La narradora recibió múltiples muestras de admiración durante su recorrido por tres ciudades localizadas en la región del Istmo Foto: Roselia Cha'ca
Istmo de Tehuantepec, Oax. Entre gritos de simpatía, porras y cohetes de los indígenas zapotecos y mixes, quienes con troncos y ramas obstruyen la carretera a la altura de Matías Romero, en solidaridad con los maestros reprimidos un día antes en la ciudad de Oaxaca, la escritora Elena Poniatowska, con sus 74 años, pero como si tuviera 20 menos, se baja de la camioneta blanca, cruza del otro lado del bloqueo y se dirige a la camioneta azul enviada de emergencia por un grupo de ferrocarrileros jubilados que la esperan afuera de la vieja estación de trenes.
El líder de la Unión de Comunidades Indígenas de la Zona Norte del Istmo (Ucizoni), Carlos Beas Torres, se disculpa con ella por el contratiempo y por no dejar pasar la camioneta blanca que viene de Juchitán, pero Poniatowska, con su sonrisa y tranquilidad casi inalterables y la determinación de la solidaridad, sólo dice: ''no se preocupen, yo estoy con ustedes''.
Pendiente del conflicto magisterial
Por la mañana de ese jueves 15 de junio, durante un desayuno de iguana y tamales bajo la sombra de un chicozapote de la Casa de la Cultura, la escritora, que en Juchitán y El Espinal es llamada ''la maestra Elena Poniatowska", en Matías Romero ''la compañera Elena" y en esos tres lugares y en todos los demás es también ''Elenita", ''doña Elena" o ''la señora Elena", había dicho al enviado de La Jornada: en lugar de disfrutar en este paraíso, usted y yo deberíamos estar reporteando en Oaxaca.
De cualquier manera, y ante las pocas opciones para conseguir información creíble sobre el conflicto magisterial, durante toda su estancia en el Istmo de Tehuantepec para presentar El tren pasa primero (Alfaguara), su novela basada en el dirigente Demetrio Vallejo, originario de El Espinal, y el gran movimiento ferrocarrilero de 1958-1959, la narradora, periodista y colaboradora de La Jornada aprovecharía cualquier oportunidad para preguntar sobre el desarrollo de los acontecimientos en la capital del estado.
Poniatowska, recién distinguida con el Premio al Valor en el Periodismo 2006, de la International Women's Media Foundation, llegó el miércoles 14 por avión a Huatulco, de donde, luego de rodear un bloqueo carretero de los maestros en Tehuantepec, la llevaron a Juchitán, que sería su centro de operaciones durante cuatro días.
El jueves ''la compañera Elena" viajó a Matías Romero para vivir una emotiva reunión, durante la tarde, con un grupo de ''héroes anónimos": trabajadores vallejistas jubilados por la paraestatal liquidada Ferrocarriles Nacionales de México, quienes participaron en la huelga que en 1958 paralizó todo el sistema ferroviario del país. De hecho, en Matías Romero se gestó el Plan Sureste, punto de partida del movimiento.
Asaltada desde siempre por el surrealismo, pasada la tarde la autora de La noche de Tlatelolco vivió la experiencia de reunirse con decenas de matiasromerenses en la discoteca Fusion, en un esfuerzo organizativo de la ciudadanía ante la escasa colaboración del ayuntamiento panista con las actividades culturales. Las emociones se apaciguaron hasta el regreso a Juchitán, después de la medianoche.
El viernes ''la maestra Elena Poniatowska" estuvo en El Espinal por la tarde-noche, luego de haber comido jaibas y camarones y bebido una cerveza con chile, limón y sal mientras miraba las aguas verdes y limpias de la laguna o entrada de mar de Playa San Vicente.
Como calenda
Aquella noche de miércoles, cuando Elena Poniatowska salió de su hotel, vestida y peinada como juchiteca, con trenzas y tocado y flores en la mano, no pudo ocultar su sorpresa al ver a un numeroso grupo de hombres y mujeres, ellas casi todas de enagua y huipil, acompañados de una banda de viento y de coheteros.
Todos la esperaban para que la escritora encabezara una calenda o procesión rumbo a la Casa de la Cultura, donde sería la primera presentación istmeña de El tren pasa primero.
Por la calle comenzaría la fiesta de porras y saludos, así como muestras de cariño y petición de autógrafos y dedicatorias de libros en que devino el recorrido por las tres ciudades.
Fiesta también de regalos para la querida escritora: tres trajes tradicionales de enagua y huipil, libros, documentos, fotografías, pinturas, discos, carteles y pimpos, panecillos que enloquecían a Demetrio Vallejo, a quien Poniatowska pudo entrevistar preso en Lecumberri y ya liberado y que en la novela se llama Trinidad Pineda Chiñas.
En el patio de la Casa de la Cultura, con la ''imagen fantasmal" de las torres de una iglesia recortando el cielo azul oscuro y acompañada por la artífice de toda la gira y directora de ese espacio, Yolanda López, del poeta y antropólogo zapoteca Víctor de la Cruz, su amigo, y de otras personalidades locales, Poniatowska recreó el fantástico universo de los ferrocarriles en el mundo y en México, la tragedia de su desaparición en el país, y la epopeya que fue el movimiento del telegrafista Demetrio Vallejo, ''líder incorruptible" y ''héroe popular" de primer nivel, aunque casi desconocido por las nuevas generaciones.