El autor de Los días y los libros celebra que el bebé preparlante sea un sujeto cultural
Hoy se ve al niño como un lector inteligente y con mayor participación social: Daniel Goldin
El editor, poeta y ensayista Daniel Goldin al recordar la etimología de infancia (mudez), señala que en décadas recientes la literatura para niños ha evolucionado: antes el lector implícito sólo debía escuchar y acatar y ahora se busca propiciar el diálogo y una inteligencia crítica.
En entrevista con La Jornada el autor de Los días y los libros: divagaciones sobre la hospitalidad de la lectura, editado por Paidós, sostiene que en hoy ''se ve al niño como un lector inteligente y con mayor participación social".
El volumen incluye siete textos de los que cinco fueron escritos para leerse como conferencias. Uno de los ensayos aborda las historias paralelas de la literatura para niños y de la infancia, en la que el autor habla de los cambios en el trato de los adultos a los pequeños, en la concepción misma de infancia, así como en la relación que se propone al niño con el conocimiento.
''Hasta hace no muchas décadas el adulto estaba más preocupado por valerse del niño para su propia sobrevivencia que por conocerlo y comprender su propia especificidad. El niño era un sujeto pasivo al que se le prestaba poca atención, no un interlocutor", expresa el ensayista.
Para Goldin, quien dirigió las diferentes colecciones de libros para niños y jóvenes del Fondo de Cultura Económica, la evolución de la literatura para niños fue muy curiosa -porque Charles Perrault, considerado el pionero de la literatura infantil-, publicó historias que no se sabe si fueron escritas para niños o para adultos.
''La mayoría de historiadores coinciden en que Perrault escribió para las clases populares y para algunos niños que en ese momento se educaban con las nodrizas."
De acuerdo con Goldin, la literatura para niños se ha desarrollado en una dialéctica entre lo que éstos se apropian sin que haya sido escrito para ellos y lo que aceptan o rechazan de lo que sí se escribe para ellos. Y señala que la frontera entre el mundo adulto y el de los niños es cada vez más permeable, pues lo escrito para niños puede ser leído por adultos y viceversa.
A manera de ejemplo mencionó la obra de Roald Dahl o Harry Potter, que son leídos por numerosos adultos con mucho placer, o Los viajes de Gulliver, del que se apropiaron los niños.
En la actualidad la producción editorial para niños se ha diversificado en temas y ampliado la cobertura. Hoy podemos encontrar una abundante producción para niños que no sólo no saben leer, sino que ni siquiera hablan, como los libros para bebés que se pueden chupar o meter a la bañera.
''Implicitamente se reconoce en el bebé preparlante un sujeto cultural; este es uno de los cambios más significativos en los pasados 30 y 40 años. No se podía imaginar esto hace un siglo, porque el niño era susceptible de morir en cualquier momento. En la época de Perrault, en Francia, la tasa de morbilidad infantil señalaba, que uno o dos de cada 10 bebés morían antes de cumplir 10 años."
Una forma de habitar el mundo
En varias partes del libro, Goldin reflexiona sobre la vinculación entre lectura y escritura, así como el enorme interés que existe en la formación de lectores y la significativa diferencia estadística que hay entre las personas capaces de leer y las que más o menos pueden escribir.
''El buen lector establece líneas de continuidad entre la lectura, la conversación y la escritura sin buscar ser un escritor profesional. La lectura y la escritura son una forma de habitar el mundo; de pensar y acercarse al pasado y proyectar el futuro", señala.
A su vez, el buen editor ''propone espacios para una conversación entre las personas, entre los ausentes y los presentes; propone retos de desarrollo intelectual y en cierta forma inventa un público".
En opinión de Goldin, a medida que crece el número de usuarios de la palabra escrita y diversificado sus usos, ésta ha perdido su valor diferencial. La mayor parte de lo que se escribe e inclusive publica en la actualidad no está destinado a perdurar y en ese sentido comparte el estatuto de lo oral.
Al respecto, el trabajo del editor consiste en pulir y luchar contra esa degradación de las ideas y de las palabras. Procurar que las palabras que ocupan el espacio público merezcan perdurar, aunque no lo logren.
El autor de Los días y los libros considera que ''la lectura es un derecho que está emparentado con el derecho al conocimiento; a poder proyectar e imaginar; a la comunicación; a la libre expresión y el derecho a elegir, no sólo en términos políticos.
''Me parece que es cada vez más importante acercarse a una visión de la lectura desde la perspectiva de los lectores que al leer se hacen un poco más dueños de ellos mismos y de su destino.''