Usted está aquí: miércoles 21 de junio de 2006 Cultura El dictado de la creación me llevó a tocar fondo con situaciones que fueron reales: Vilma Fuentes

La escritora habla de su novela Castillos en el infierno, publicada por Alfaguara

El dictado de la creación me llevó a tocar fondo con situaciones que fueron reales: Vilma Fuentes

MONICA MATEOS-VEGA

Ampliar la imagen Vilma Fuentes Foto: Cristina Rodríguez

Con ''recuerdos prestados" la escritora, periodista y colaboradora de este diario Vilma Fuentes (DF, 1948) narra en su novela reciente Castillos en el infierno (Alfaguara) el asesinato de un legendario jefe del hampa de Acapulco: el Rey Lopitos.

La voz fantasmal de uno de los gatilleros sirve de hilo conductor ''para otras voces de muertos vivos y vivos muertos", entre ellos un gringo alcohólico que creyó encontrar en ese puerto guerrerense ''el lugar exacto del paraíso", dos ex presidentes de la República enloquecidos por el poder, una vieja seductora de millonarios, un cineasta que no logra filmar nada y un periodista que escribió más de 2 mil páginas desaparecidas sobre el Rey Lopitos.

Algunas de las escenas de violencia que ocurren en el puerto se asemejan a lo acontecido hace unas semanas, pero la autora aclara -en entrevista con La Jornada- que su historia se desarrolla en el Acapulco ''de los años 40, cuando llegan a México los grandes capitales europeos y muchos se invierten en aquel lugar. Uno de los personajes, un gringo comunista, cree que ha encontrado el paraíso, cuando en realidad se construye el infierno, no por la zona hotelera sino por todos los que llegaron a buscar trabajo y al no encontrarlo se volvieron ladrones, prostitutas o vendedores de droga.

''Si bien la mayoría de los hechos son ficción, se basa en una historia que, más que buscarla, me encontró a mí. Siendo muy chica leí en los periódicos acerca de Lopitos. Luego, ya casada, cuando vivía en el Centro Histórico conocí a un portero que me parecía viejísimo, le comencé a hablar y me contó que era de Guerrero, que conoció a Lopitos, y me narró acerca de un accidente carretero que incluyo en mi novela.

''No puedo afirmar si me dijo o no que él fue uno de los asesinos de Lopitos. No sé si lo inventé. Ya ves cómo es la memoria."

Matar por miedo

-Eso pasa con varios personajes de Castillos en el infierno, se apropian de los recuerdos de otro y los hacen suyos.

-Sí, en particular le sucede al asesino de Lopitos, pues el asesinato es una forma de amor y de odio, de apoderarse del otro. Pero al gatillero lo invaden de tal manera los recuerdos de Lopitos que ya no sabe cuáles son los suyos. Vive su vida mezclada con la del otro. El lo quiso mucho y lo mató por miedo.

''Antes de conocer al portero, conocí a Raúl Garduño, un poeta que me habló de un amigo suyo, un periodista tabasqueño llamado Arles que, apasionado con la vida de Lopitos, escribió unas 2 mil páginas sobre éste. Ese material nunca lo encontré, lo he buscado por todos lados, sobre todo después de que publiqué un cuento sobre Lopitos en la revista Diálogos, de Ramón Xirau.

''Cuando conocí a Borges en Biarritz, me dijo que él se acordaba de ese cuento y me sugirió que escribiera algo más largo acerca del problema del condenado a muerte. Lo intenté hasta que hace cuatro años encontré la primera frase de la novela: 'Cómo no iba a conocerlo si fui yo quien lo mató.'

''Así es como me dediqué a contar la historia de Lopitos, utilizando como narrador al asesino. Todas las palabras de éste son ficción, pero curiosamente, ahora me he ido enterando que al dejarme llevar por el dictado de la creación toqué fondo con cosas que fueron reales. Es decir, en la novela cuento cosas, sin ninguna documentación previa, que sí pasaron."

El resultado, concluye la escritora, es una novela que desmenuza la violencia, que aborda los vicios del poder, ''que resulta dramáticamente actual, aunque no fue concebida para ser ni una narración histórica ni una crítica política. El lector lo descubrirá".

Vilma Fuentes ingresó en 1969 al Centro Mexicano de Escritores; allí se inició en la literatura con Juan Rulfo y Salvador Elizondo. Desde 1975 reside en París.

 
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