Usted está aquí: miércoles 21 de junio de 2006 Cultura Sueño en el Istmo: el renacer del ferrocarril

En Oaxaca poseen gran fuerza para sortear sus problemas, subrayó Poniatowska

Sueño en el Istmo: el renacer del ferrocarril

ARTURO JIMENEZ/ II Y ULTIMA ENVIADO

Istmo de Tehuantepec, Oax. Si algo puede definir la gira por tres ciudades del Istmo de Tehuantepec que hizo la escritora Elena Poniatowska para presentar su reciente novela El tren pasa primero, que aborda la vida del dirigente Demetrio Vallejo y el movimiento ferrocarrilero de 1958-59, es el contacto directo, y el disfrute recíproco, con la gente.

En el patio de la Casa de la Cultura de Juchitán, primera parada de la gira, Poniatowska habló a los más de 300 asistentes del orgullo de ser ferrocarrilero, de que la Revolución Mexicana se hizo sobre rieles, de ''la pura vida" que era la terminal de Buenavista.

Pero también, del abandono de las estaciones de trenes, de la desaparición del servicio de pasajeros, de la corrupción y descuido como causa de la caída del sistema ferroviario, del ser extraordinario que fue Vallejo (en la novela llamado Trinidad Pineda Chiñas), de que las mujeres juchitecas se acostaban sobre las vías para que con las máquinas no se rompiera la huelga.

Y, entre la crema y nata de las artes y la política local, con poetas como Víctor de la Cruz o activistas como Cándida Jiménez Santiago, candidata a diputada federal por la COCEI-PRD, Poniatowska les platicó además del prestigio y respeto que se tiene por el ferrocarril en Europa o Estados Unidos, de rutas famosísimas como el Transiberiano o el Expreso de Oriente, de los muchos personajes literarios y cinematográficos que viajan en vagones lujosos, envueltos en el misterio.

El sueño de toda mujer es ser besada en un tren, le dijo un cineasta italiano. Y la también periodista y todo mundo durante estos días, compartieron otro sueño: el del renacimiento de los ferrocarriles en México.

Yolanda López, directora de la legendaria Casa de la Cultura de Juchitán, que dirigiera el pintor Francisco Toledo, le entregó un diploma bordado en cadenita y cuyas palabras, tejidas en zapoteco y en castellano, decían a la escritora ''resplandor de sol" y ''valiente y valiosa". Pero la autora de Tinísima nada más se había definido así: sólo soy una pinche periodista, con lo que los juchitecos la quisieron aún más.

Matías Romero y el amor al riel

Frente a la estación de trenes de Matías Romero, en la calle, porque no pueden disponer del viejo edificio estilo inglés, ya privatizado y alterado con diversas modificaciones, los organizadores, entre ellos Osvaldo Blanco, Margarita Cabrera y Armando Guerrero, colocaron una lona y ahí recibieron a su distinguida invitada, quien regresaba a esta población rielera luego de más de 30 años.

Poniatowska prefirió hablar poco porque su interés era escuchar las reflexiones y anécdotas sobre el movimiento vallejista, su gloria y represión, los momentos de felicidad y de zozobra cuando los trabajadores tenían que esconderse en un mangal para no ser detenidos por los soldados.

Hablaron más de 20 ferrocarrileros, algunos en sillas de ruedas o con muletas. Destacó don Samuel Estudillo, rielero recio y de gran lucidez, cercano a Vallejo y líder indiscutible en la sección 13; Federico Villalobos, Domingo Guzmán, Juana Santos, Juan Mendoza, José Ruiz Gallegos, Rosendo García Alvarado, Felipe Lazcano y Esteban Alcalá, quien dijo algunos versos. Dos o tres jubilados compartieron su llanto.

Por la noche, durante la maratónica presentación en la discoteca Fusion, Poniatowska siguió alimentando y alimentándose del contacto directo con la gente, sobre todo de varios adolescentes.

Cuando pasa el tren, aunque sea cada semana, siento algo indescriptible, confesó una muchacha. Qué bonita eres, expresó otra jovencita a la escritora. En Oaxaca, les dijo Poniatowska a todos: se percibe una gran fuerza en la gente y ustedes mismos se van salvar de sus problemas.

El Espinal de Vallejo

Aunque la presentación el viernes 16 de El tren pasa primero en El Espinal fue más breve, no por ello resultó menos emotiva, pese al cansancio de la escritora, que nunca se quejó y siempre estuvo para sus lectores, como en esta población, en la que hace más de 20 años visitó la tumba de Vallejo.

Y es que Poniatowska se dio tiempo para dar entrevistas, ir a un desayuno a la casa del alcalde coceísta-perredista de Juchitán, Alberto Reyna, y a la de un fotógrafo y su familia; ver una exposición de mujeres fotógrafas, tejedoras y pintoras, ir de compras al mercado o recorrer los chalets en Matías Romero. Sigamos, respondía cada vez que le preguntaban si quería concluir alguna de las tres presentaciones.

En El Espinal algunos se identificaron como familiares y otros se ofrecieron para mostrar la casa donde nació Vallejo; unos más se comprometieron a tramitar la colocación de una placa y otros tantos señalaron su busto en el parque.

En compañía de varios admiradores y de José Alfredo Escobar, director de la Casa de la Cultura de El Espinal, Poniatowska cerró la jornada en una tlayudería, alrededor de las 11 de la noche, y después la llevaron a Juchitán, pues partiría muy temprano porque, antes de volar de Huatulco a la ciudad de México, quería mojarse los pies en el mar. Platicando con un niño y comiendo garnachas, se veía feliz la maestra-compañera-doña-señora-Elenita-Elena-Poniatowska.

 
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