La rebelión de los volcanes
No quiero escucharme dramática, pero antes del 2 de julio necesito hacer sentir a mis lectores el profundo sentimiento explosivo que me invade: estamos a punto de lograr un cambio sustantivo del injusto y desordenado modelo de gobierno neoliberal que viene aplastando a los pueblos pobres, como México y tantos otros que están al sur del planeta.
Dado que estoy más cerca de la frontera con Canadá que de mi país, y como contemplo desde mi ventana en Seattle el imponente volcán Reinier, tan blanco y quieto durante siglos, últimamente no puedo quitarme de la cabeza la imagen de las enormes fumarolas que saltan desde las entrañas del Popocatépetl como queriendo alcanzar el cielo. Explotan los mineros, las mujeres de Atenco, los maestros de Oaxaca. Esa es mi imagen del México de hoy.
¿Qué es el cielo sino la oportunidad de ser felices? ¿Para qué nos sirven unas elecciones sino para tener mejores gobiernos que puedan extender a todos la oportunidad de ser felices. La felicidad es uno de los derechos humanos que perdió presencia en el discurso, pero que fue símbolo fundacional de la democracia occidental: "La vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad", fueron las palabras claves de George Washington en la declaración de Independencia de Estados Unidos. Hoy me resulta sospechoso ese olvido, toda vez que el modelo económico imperante únicamente permite la felicidad de las elites y que más vale ni mencionarlo a las masas, no vayan a querer alcanzarla. Por eso ha sido tan funcional a los gobiernos del PRI y del PAN la alianza con el fundamentalismo religioso, para que la gente acepte su triste realidad y posponga la felicidad para la otra vida.
Según Daniel Gilbert, investigador de Harvard, cierta cantidad de dinero es un indicador básico de la felicidad. Si bien el dinero no es todo, existe un nivel económico indispensable para ser feliz. Tan sólo hay que dar cuenta de la infelicidad de todos los indigentes y de la de algunos millonarios. Los entrevistados coincidieron en que para ser felices requerían tener siempre un lugar seguro para dormir y saber que la familia está fuera de peligro; contribuye también valorar positivamente lo que se tiene y poder hacer algo por los demás. Interesante y, sobre todo, sencilla forma de identificar las necesidades básicas que un gobierno debería garantizar: si se tiene un lugar seguro para dormir es porque se tiene un empleo que permite pagar la renta o los abonos, que hay salud para sostener el empleo y deseos de dormir después de haberse ganado el merecido descanso, y que además se cuenta con ciertas habilidades adquiridas en la escuela o en medios alternativos. Si la familia está segura es porque en el barrio todos tienen un lugar seguro para dormir, es decir, tienen empleo, salud y educación. Pero además, si se trabaja menos de 40 horas a la semana, se cuenta con tiempo para ayudar y pensar en los demás.
Por eso es tan importante votar por un partido a la izquierda del espectro, y considerar que hoy contamos con un candidato como Andrés Manuel López Obrador, quien tiene claro que los negocios deben estar al servicio del bienestar de la gente, y no la gente al servicio de los negociantes.
No me importan las promesas ni las excelentes disertaciones, sino lo que las o los candidatos han demostrado como gobernantes. Me gusta lo que hizo AMLO como jefe de Gobierno en mi ciudad: fue un candidato elegido en 2000 por casi 40 por ciento del electorado. En su gabinete designó mayor número de mujeres (altamente calificadas) al más alto nivel del Poder Ejecutivo. Es un hombre probadamente honrado. Destinó, por primera vez en la historia del Distrito Federal, 65 mil millones de pesos a la política social. Otorgó apoyos mensuales a los adultos mayores, a los discapacitados y a las madres solteras. Brindó seguridad médica a las familias sin seguridad social. Extendió el ejercicio de los derechos reproductivos de jóvenes y mujeres. Edificó 16 escuelas preparatorias y la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Construyó 40 kilómetros de superficie de rodamiento, 75 de ciclopista, y el Metrobús. Incrementó la inversión interna y externa, optimizó la inversión en construcción de obra pública como fuente de empleo. Promovió la austeridad, bajó los sueldos de los altos funcionarios y dedicó los ahorros a la construcción y a la política social.
El PRI y el PAN gobiernan para empresarios y han reproducido el modelo neoliberal: el primero institucionalizó el narcotráfico y el crimen organizado; el segundo consolidó este modelo con las injusticias y disparidades que lo acompañan. Además de corrupción, mentira e influyentismo, Acción Nacional trajo a El Yunque al poder, esa camarilla de enfermos que promueven la represión de las libertades y la hipocresía. Si Calderón y el cuñado incómodo, el jefe Diego, la maestra Gordillo, Marta Sahagún y Raúl Salinas, algunos muy cercanos al presidente del IFE, están orquestando un fraude cibernético, la van a pagar muy caro, porque subestiman al pueblo mexicano, y costó dos siglos lograr una contienda electoral limpia. Soy de las rechazadas para votar en el extranjero, porque envié mis papeles por correo regular en vez de registrado, los recibieron bien, pero me rasuraron del padrón después de quejarme oficialmente.
Pese a todo, soy optimista, mi incipiente pensamiento mágico, como víctima de la educación científico-positivista, me ayuda a levantar el ánimo y creo más en él que en las encuestas. Creo que las erupciones del Popocatépetl, así como las del Merapi en Indonesia y las del Erta Ale en Etiopía, son las más claras expresiones de la rebelión social de América Latina, Asia y Africa. Por eso ya no hay manera de silenciarnos, y si esta vez no logramos un cambio vía electoral, todos los túneles subterráneos naturales que unen las enormes cordilleras del planeta juntarán sus fuegos para estallar en formas menos institucionales.