Doce artistas presentan obra pensada para la vía pública

Crean oasis sonoro en la explanada de Bellas Artes

ARTURO JIMENEZ

Sólo quedan tres días para conocer, a cualquier hora: durante la mañana, la noche o la madrugada, "la primera exposición de arte sonoro público", una muestra continua de creatividad "contemporánea alternativa" instalada en la explanada del Palacio de Bellas Artes.

Dirigida por Francisca Rivero-Lake, apoyada en la curaduría de Andrew Caleya Chetty y José Wolffer, esta "instalación invisible" se llama Oasis sonoro y en ella participan 12 artistas y grupos mexicanos y extranjeros inspirados en la explanada del palacio de mármol, en cuyas cuatro jardineras y postes de farolas se instalaron 38 bocinas con 16 canales de sonido independiente, con un sistema acústico para escucharlo "en tercera dimensión".

Aparte de la información en unas cédulas colocadas en una de las jardineras, durante estos días los organizadores de Oasis sonoro han repartido trípticos a los transeúntes para que conozcan el proyecto y a los artistas, además de haber colocado en una farola una especie de sombrilla acústica que proporciona una explicación hablada sobre qué obra se está escuchando.

Los artistas de México son Mario de Vega, Luz María Sánchez, Manuel Rocha Iturbide, Rogelio Sosa y Guillermo Galindo. Además de Merzbow, de Japón; Radioqualia, de Nueva Zelanda; Chris Watson y The Illustrious Company: Martyn Ware y Vince Clarke, de Reino Unido; Slavek Kwi, de República Checa-Irlanda; Maryanne Amacher, de Estados Unidos, y Ultra-Red, de Estados Unidos-México.

Cada uno de ellos participa con dos composiciones grabadas de dos horas en total, que se reproducen de manera interrumpida una tras otra hasta completar las 24 horas del día, desde el pasado jueves 15, cuando se inauguró, hasta el próximo domingo 25, a las 12 de la noche, cuando será clausurada.

"Es una exposición pensada, planeada y comisionada para existir en la vía pública, en particular en esta explanada. Los artistas tomaron muy en cuenta las condiciones del lugar, tanto las del ruido urbano como las del tránsito de la gente", dice Rivero-Lake en entrevista.

Lo que se busca a partir de esta exposición "del más alto nivel tecnológico y artístico", agrega, es lograr "una reacción en cuanto a sus propios sonidos y una revaloración de lo que sucede en la calle, en la periferia del Palacio de Bellas Artes, para abrir canales de conciencia a partir de los sonidos".

Por lo general, señala, se dice que las ciudades son muy ruidosas y que también existe la contaminación auditiva, "pero la verdad es que la ciudad de México es supermelodiosa y la mayoría de los servicios se anuncian con sonidos. La manera en que hablamos, vendemos y nos movemos es más musical que ruidosa".

Rivero-Lake comparte la experiencia "fascinante" de estos días. "Por ejemplo, la gente tiende a ponerse muy cerca de las bocinas, se paran enfrente de ellas por horas y se dejan ir en una especie de trance. Las reacciones son muchas, la sorpresa en enorme. Hay gente que en estos días me ha comenzado a reconocer y me dice que viene varias veces a diferentes horas porque les está abriendo canales de conciencia enormes."

Ayer al mediodía, entre las 13 y las 15 horas, cuando tocó turno a Manuel Rocha Iturbide y, después de las 2 de la tarde, a Martyn Ware y Vince Clarke, la mayoría de los transeúntes pasaba de largo, mientras otros se acercaban a alguna bocina y se sentaban un rato, y unos más leían las cédulas informativas.

De fondo, o por momentos en primer plano, los sonidos in situ, reales, de un organillo, los automóviles que pasaban por Juárez y Lázaro Cárdenas y el rumor de la urbe se mezclaban con el arte acústico que, por estos días, ha buscado construir un oasis sonoro.