Desde el otro lado
Impuesto a las transferencias, aberración histórica
Los congresos de los estados de Georgia, Texas y Arizona intentan gravar con un impuesto las transferencias que efectúan los trabajadores a sus países de origen: México es uno de los principales. Olvidan los legisladores dos cuestiones elementales: los trabajadores pagan un impuesto por el salario que devengan y también por lo que consumen, como cualquier persona. En segundo lugar, de proceder ese arbitrario tributo, habría que pensar cuál sería el resultado de una medida similar para las transferencias monetarias que se hacen de nuestro país hacia EU. Con esa disposición se corre el riesgo de abrir las profundas heridas que a lo largo de la historia han causado las incomparablemente mayores transferencias de riqueza del sur al norte. Si se evalúa seriamente lo irrelevante que para la economía estadunidense es el monto que se recaudaría por ese concepto, es fácil deducir que, medidas como las sugeridas por ese grupo de legisladores, además de arbitrarias, son un síntoma más del profundo desdén que permea en algunos hacia los migrantes.
Lo que sí es relevante en torno a la migración es que nuevamente las elecciones, en esta ocasión para renovar el Congreso, han sido el dique ante el cual se estrelló la posibilidad de encontrar solución a este acuciante problema. Es casi seguro que será hasta después de las elecciones de noviembre cuando se reintentará legislar sobre ese espinoso asunto.
Al contrario de lo sucedido en EU, ante la inminencia de las elecciones en México, la discusión del problema migratorio propició la oportunidad para que los candidatos se manifestaran sobre la forma en que el fenómeno afecta al tejido social mexicano. Lo más importante es que se abrió un debate que toca el fondo del problema.
Queda claro que las razones esenciales de la migración son la pobreza y la desigualdad, productos, a su vez, de magros salarios y desempleo. Mientras se entienda el desarrollo como algo abstracto y que lo único importante es crecer, sin importar quiénes se benefician de ese crecimiento, será difícil detener la migración. Ambas cuestiones no por sabidas se deben soslayar, como han expresado algunos candidatos.
No deja de ser alentador que uno de los principales ejes de la fallida reforma migratoria estadunidense estriba precisamente en el fortalecimiento de la economía de los países que expulsan mano de obra, como el principal instrumento para detener esa expulsión.
En 1765 los primeros migrantes de lo que hoy es EU se rebelaron por lo que consideraron una política fiscal draconiana del imperio inglés. Es muy probable que algunos de los que votaron en favor del impuesto a las remesas ya olvidaron la lucha que dieron sus antepasados en contra de injusticias como ésas.