DESIGUALDAD
Crece la brecha entre ricos y pobres en Estados Unidos
Los que tienen más capital son los grandes beneficiarios de la reciente prosperidad estadunidense
Ampliar la imagen Los estadunidenses tienden a culpar de sus adversidades no a sus compatriotas ricos, sino a los extranjeros pobres. En la gráfica, varios hombres descansan en la Casa del Migrante, en San Luis Río Colorado, México. Con el despliegue de tropas estadunidenses de la Guardia Nacional se ha encarecido el precio que cobran los polleros Foto: Ap
Washington, DC. Los estadunidenses no deben sentir envidia. La brecha entre ricos y pobres es más grande que en cualquier otro país desarrollado, aunque no muchos se preocupen de eso. Mientras los europeos se muestran inquietos por la forma en que se divide el pastel, los estadunidenses no quieren desplumar a los ricos, sino unirse a ellos. Ocho de cada diez personas, más que en cualquier otro país, creen que aunque sean pobres, si trabajan duro pueden hacer carretadas de dinero. Esa es la parte fundamental del sueño americano.
En consecuencia, la política económica se ha enfocado más en el crecimiento económico que en la redistribución del ingreso, de acuerdo con el adagio de John Kennedy, quien decía que ''la marea alta levanta todos los barcos''. Y la marea ha sido alta en los últimos tiempos. Durante una década, la economía de EU ha sobrepasado a la de otros países ricos, gracias a una importante elevación del crecimiento de la productividad posterior a 1995. En la actualidad sus trabajadores producen casi 30% más por hora que hace diez años. A finales de los años noventa todos compartieron el auge. Y aunque los ingresos altos crecieron de manera más rápida, los salarios de todos los trabajadores superaron, con mucho, la tasa de inflación.
Pero después de 2000 algo cambió. El ritmo del crecimiento de la productividad ha aumentado de nuevo, pero parece que está levantando pocos barcos. Aun con los incrementos derivados de la inflación, el salario del típico trabajador estadunidense -a la mitad exacta de la distribución del ingreso- ha crecido menos de 1% desde 2000. En los cinco años previos, aumentó 6%. Si se agrega el valor de prestaciones laborales, como servicios de salud, el contraste es un poco menos desolador. Pero cualquiera que sea la medición, resulta evidente que sólo los trabajadores más capacitados han visto crecer sus paquetes salariales durante el actual auge económico. Los dividendos de la productividad han sido desviados hacia los sueldos más altos y hacia las compañías cuyas ganancias, medidas como porcentaje del PIB, han alcanzado niveles sin precedente.
Incluso en un país que tolera la desigualdad, hay consecuencias políticas cuando la marea alta sólo levanta unos cuantos barcos. El impacto del estancamiento de los salarios se ha agravado por el aumento de los precios inmobiliarios. Muchos estadunidenses están insatisfechos con la economía; de acuerdo con la más reciente encuesta Gallup, menos de cuatro de cada diez piensan que están en estado ''excelente'' o ''bueno'', en comparación con casi siete de cada diez cuando George Bush asumió el cargo.
La Casa Blanca declara estar tranquila. Bush ha señalado con frecuencia que, desde su punto de vista, el promedio de ingresos por persona, después de impuestos, ha crecido más de 8%, tomando en cuenta la inflación. Tiene razón, pero al trabajador medio -aquel que está a la mitad de la escala de ingresos- no le ha ido tan bien como a los trabajadores cuyas remuneraciones han mejorado debido a los grandes incrementos de los de más arriba.
En privado, algunos políticos admiten que las tendencias recientes los tienen preocupados, y no sólo por las elecciones de noviembre. Las estadísticas sugieren que el auge económico puede desvanecerse. Los estadunidenses aún se dirigen a las tiendas con gusto, pero no es el crecimiento económico real, sino los bajos índices de ahorro y las deudas crecientes (a causa de los altos precios inmobiliarios), lo que mantiene abiertas las carteras. Una quiebra podría conducir al descontento político y con el tiempo distorsionar la estructura social del país. ''Si las cosas siguen así por más tiempo'', especula una persona bien informada, ''vamos a terminar como Brasil'', país conocido por la concentración de sus ingresos y riqueza.
Los no tan ociosos ricos
El aumento de los trabajadores ricos refuerza la imagen de EU como la tierra de oportunidades. Pero, de acuerdo con algunos índices, esa imagen es una ilusión. Varios estudios recientes muestran que, en EU más que en Canadá o en gran parte de Europa, el ingreso de los padres es una mejor manera de predecir si alguien será rico o pobre. Casi la mitad de las disparidades de ingreso que se dan en una generación se reflejan en la siguiente. En Canadá y los países nórdicos esa proporción es de una quinta parte.
No hay certeza sobre si esta esclerosis se está incrementando: la evidencia al respecto es ambigua. Muchos estudios sugieren que la movilidad entre generaciones ha sido la misma en las décadas recientes, y algunos sugieren que ha decrecido. Aún así, los estadunidenses comunes creen que la suya sigue siendo una tierra de oportunidades. La proporción de quienes creen que se puede comenzar pobre y hacerse rico ha crecido 20 puntos porcentuales desde 1980.
Eso explica en parte por qué los votantes que se quejan de la economía nunca han respondido a políticos clasistas. John Edwards, candidato demócrata a la vicepresidencia en 2004, logró pocos avances con su teoría de los ''Dos EU'', uno para los ricos y otro para el resto. Más de 70% de los estadunidenses apoyan la abolición del impuesto sobre bienes raíces heredados, aunque sólo un propietario de cada 100 lo pague.
Los estadunidenses tienden a culpar de sus adversidades no a sus compatriotas ricos, sino a los extranjeros pobres. Más de seis de cada diez desconfían del libre comercio. Una encuesta reciente de Foreign Affairs sugiere que casi nueve de diez se preocupa que sus trabajos vayan a parar al exterior. Los congresistas hacen eco de sus temores. Aunque la economía crece, muchos se han vuelto proteccionistas vociferantes.
La teoría convencional es que los cambios de los años recientes son simples pasos en caminos que comenzaron a separase, entre ricos y pobres, en la era de Reagan. Durante los años cincuenta y sesenta, los días felices de la clase media estadunidense, la productividad creció y sus beneficios fueron compartidos entre muchos. La separación entre los salarios más bajos y los más altos se redujo. Después de las conmociones petroleras de 1973, el crecimiento de la productividad disminuyó en forma repentina. Unos años después, a principio de los ochenta, la brecha entre ricos y pobres comenzó a expandirse.
El tamaño exacto de la brecha depende de la manera en que se mide. Si se toman en cuenta los salarios, la principal fuente de ingresos de muchas personas, se subestima la importancia de los servicios de salud y otras prestaciones. Si se considera el ingreso familiar, se necesitará tomar en cuenta que el típico núcleo familiar se ha reducido en décadas recientes, gracias al crecimiento de las familias de un solo padre. Si se observan las estadísticas de gasto, se descubrirá que la brecha entre pobres y ricos es menos amplia que cuando se trata de ingresos. Cada medición demuestra que, durante los pasados 25 años, a los de arriba les ha ido mejor que a los que están a la mitad de la escala, quienes a su vez han rebasado a los que están en la parte más baja. Las ganancias del crecimiento de la productividad se han desvirtuado cada vez más.
En suma, es probable que la distribución del ingreso estadunidense continúe las tendencias del pasado reciente. Mientras los de arriba seguirán cobrando enormes sueldos, los del amplio rango de la clase media verán reducirse sus salarios. Las consecuencias políticas dependerán del ritmo de cambio y de la salud general de la economía. Con suerte, la subcontratación de servicios en el exterior podría suceder de manera gradual, lo que daría tiempo a que los trabajadores adapten sus habilidades mientras el fuerte crecimiento mantiene alto el nivel de empleo. Pero si la economía afloja el paso, el escepticismo de los estadunidenses sobre la globalización crecerá. E incluso su famosa tolerancia ante la desigualdad podría llegar a su límite.
FUENTE: EIU/INFO-E
Traducción de textos: Jorge Anaya