El proselitismo representa un costo para el erario de 4 mil 783 millones de pesos
En ningún país de América Latina las campañas son tan largas como en México
Por fin este miércoles concluyeron las campañas electorales, que llenaron todos los espacios mediáticos con descalificaciones, exabruptos, insultos y, sólo en ocasiones, con algunas propuestas sobre el futuro de México.
No hay país en América Latina que tenga un periodo más amplio para el proselitismo electoral: 160 días de un flujo incesante de gastos partidistas en la puja por el poder, que hasta ahora arroja ya un claro ganador, por abrumador margen: las televisoras.
Las democracias en el subcontinente tienen un promedio de 90 días destinadas al proselitismo electoral. Son los casos de Argentina, Brasil, Chile o Colombia, aunque en otros países, como Uruguay, Guatemala o El Salvador, las campañas alcanzan 120 días y sólo en Perú la contienda puede prolongarse hasta 150 días.
No es el caso de México, cuyos 160 días de duración son directamente proporcionales a la exigencia de gasto de los partidos políticos y al costo que tienen para el erario: 4 mil 783 millones de pesos.
A ese monto se agregan las aportaciones privadas que cada partido puede captar (en promedio varía en poco más de 10 por ciento de esa cifra), panorama que arrojaría un gasto diario aproximado cercano a 30 millones de pesos.
Por ahora sólo hay un reporte parcial del gasto, informe que los partidos políticos han entegado al IFE. Si han de creerse sus cifras -extremadamente bajas en comparación con los recursos que se les entregaron-, sólo habían gastado, al 15 de mayo, 729.5 millones de pesos en el único rubro que hasta ahora se conoce: la propaganda mediática.
Según las cifras partidistas, entre el 19 de enero y el 15 de mayo el gasto en medios de comunicación habría implicado una erogación de 20 por ciento del total de las prerrogativas otorgadas, aunque se sabe que el grueso de los recursos se ejerce en la etapa final de las campañas, para apuntalar la promoción de imagen.
En elecciones pasadas, el promedio de gasto en medios de comunicación fue creciendo hasta ubicarse en cerca de 60 por ciento del total.
La promoción mediática, que en esta ocasión se caracterizó más que en difundir la propuesta propia por desacreditar el proyecto del adversario y en potenciar sus yerros, todo, con dinero público, desató una millonaria campaña paralela del gobierno federal para promocionar sus logros y apuntalar la posición del candidato panista.
Hasta el 19 de mayo -apenas cuatro días antes de que entrara en vigor la veda de publicidad gubernamental derivado del Acuerdo de Neutralidad de Servidores Públicos-, el gobierno federal había colocado en diferentes medios de comunicación un total de 456 mil anuncios para promocionar su obra de gobierno, incrementándose en los meses de abril y mayo, cuando se colocaron 156 mil 117 y 162 mil 314 (69.7 por ciento), respectivamente, coincidentes con el repunte en las encuestas del candidato panista, Felipe Calderón Hinojosa, según un monitoreo que difundió la Alianza por México.
La tentación de los gobiernos en inmiscuirse en las campañas es recurrente en las democracias latinoamericanas. Algunos datos del analista Christian Gruenenberg sobre el peso de la publicidad presidencial y su oportunidad electoral arrojan que en Perú las erogaciones gubernamentales por este rubro cayeron, entre el mes que se realizaron los comicios y el siguiente, en 73 por ciento, mientras en Argentina este desplome fue de 93 por ciento.
El caso mexicano es diferente en virtud de la prohibición expresa que determinó aplicar el instituto electoral para suspender toda la publicidad 40 días antes del 2 de julio, lo cual no inhibió el enorme gasto invertido en ello
Sólo que para entonces se habían difundido 456 mil anuncios del gobierno federal en radio y televisión, cifra que sólo adquiere su dimensión y real peso electoral si se le compara con la publicidad que en total contrataron los partidos y coaliciones al 31 de mayo: 351 mil 974, poco más de 104 mil promocionales menos que el Ejecutivo federal.