Una era de monstruos
Los monstruos han provocado siempre gran curiosidad. Pero en el siglo XVII, además de la preocupación que este fenómeno suscita en relación con los nuevos descubrimientos científicos, se maneja todavía una gran dosis de irracionalidad para juzgarlos: se piensa que entran dentro de la categoría de presagios o de castigos divinos, aunque se intente entenderlos también dentro de los cánones de lo que podría ser racional.
''La materia de monstruos, si se mira a su infrecuencia, no es la más necesaria..., pero es la más curiosa; y si se atiende a su extrañeza, es la más precisa, porque es la menos conocida", decía don José Rivilla Bonet y Puello, español que viajó a las Indias a mitad de ese siglo.
En México estamos presenciando un fenómeno distinto; la proliferación de monstruos ha crecido en proporciones alarmantes y cada vez tenemos mejor acceso a la información: nos permite reconocer los distintos tipos de monstruosidad; es natural, la ciencia ha avanzado enormemente y es posible detectar con mayor rápidez cualquier fenómeno irregular, aunque al principio los monstruos se ostenten como entes irreprochables. Es posible afirmar por ello que en este sexenio han nacido y siguen naciendo, como por generación espontánea, una serie de familiares incómodos (aunque sería más adecuado aplicarles el epíteto de monstruosos), no sé si debido a una conjunción malévola de los astros o a un castigo divino por nuestros pecados, aunque por ignorancia de lo divino no sepamos bien a bien cuáles son nuestros pecados. O las dos cosas al mismo tiempo.
Sin embargo, lo más probable es que se trate de lo último, de un castigo divino para la población en general y de un beneficio que el cielo les otorga a los creyentes, los que comulgan todos los días, se hincan con devoción ante las imágenes de la Virgen de Guadalupe y ante el papa Benedicto XVI, quien perdona y sólo aplica castigos cómodos al fundador de las beneméritas asociaciones religiosas no hace mucho creadas como contrapeso al Opus Dei; hablo de esa organización conocida como los Legionarios de Cristo, que se ha extendido por todo el mundo para educar a los niños impúberes y a los adolescentes que se acogerán fervorosamente al Yunque de su sagrada devoción, para luego engrosar sus filas.
''No debemos dar crédito a varias observaciones y agüeros de gentiles, para explorar por ellos las cosas que han de acaecer. Empero nadie puede dudar que queriendo Dios significar algo de lo que ha de suceder, acostumbra disponerlo e insinuarlo por varios y peregrinos modos que tiene, como se puede entender de un sinnúmero de historias divinas y humanas."
¿Qué ha querido Dios significar mandándonos a tantas esposas, primos, hijos, cuñados, hermanas incómodos o monstruosos? ¿Qué enorme pecado hemos cometido para que nos asuelen de nuevo esas bíblicas plagas?
El francés Pierrre Boaistuau escribió a finales del siglo XVI una historia de prodigios y maravillas de la naturaleza, anticipando la moda que habría de infectar con su morbosidad a todas las clases sociales de la Europa de ese tiempo; recuérdese, a manera de ejemplo, la predilección que los reyes tenían por los enanos y seres deformes y su inclinación a investirlos del alto oficio de bufones (otro tipo de monstruosidad que ataca entre nosotros no sólo a los enanos, sino a nuestros más encumbrados varones) Por eso nos previene: es un buen ejemplo y deberíamos tomar al pie de la letra sus palabras:
''(...) los monstruos, obras son que la naturaleza las produce; pero no se numeran entre los que hace perfectos, por ser como son defectuosos, diversos y extraordinarios de la especie de los progenitores. A los monstruos los llamo yo excrementos de la naturaleza, no porque no sean sus propios y legítimos hijos, sino porque son significadores de infortunios y desastres, y por ello, los antiguos los tuvieron en tanto horror, que no hubo nación que por sus leyes no los condenase a muerte".
Elena del Río, autora de un libro que organiza un museo de seres extraordinarios, añade: ''En una interpretación dominada por la noción de prodigio, tras el nacimiento del monstruo se intenta predecir exactamente cuál es la desgracia que sobreviene, para mitigarla por medio de ritos que tienen como centro al ser deforme, que la anticipa". Es obvio que en nuestro país esas salidas de madre de lo natural pueden llegar a convertirse, gracias a operaciones malabares, en los seres más privilegiados de nuestra historia, pródiga en prodigios semejantes, y valga el pleonasmo.
Tenemos apenas tres días para tratar de resolver el dilema. ¿Cuál será la desgracia que habrá de sobrevenirnos este próximo 2 de julio si no exorcizamos a los monstruos? Hay que recordar que los monstruos son productores inexorables de nuevos monstruos, ellos sí, un verdadero peligro para México.
Pero no quiero seguir, me da la impresión de que este texto se está pareciendo peligrosamente a una parábola mal pergeñada o a un Sermón, y no precisamente al de la Montaña.