Usted está aquí: domingo 2 de julio de 2006 Cultura El teatro político sólo se salvará con un nivel muy alto de ingenio: Monsiváis

Presentan libro con tres piezas sobre el tema de Héctor Ortega

El teatro político sólo se salvará con un nivel muy alto de ingenio: Monsiváis

Las libertades del público aumentan y éste debe ser trascendido por la obra, considera

ARTURO JIMENEZ

Ampliar la imagen Bulmaro Castellanos, Magú, Carlos Monsiváis y Héctor Ortega, durante la presentación del libro de este último Foto: Roberto García Ortiz

El teatro político, "de ironía, de choteo, de sarcasmo", se va a salvar sólo si su nivel de ingenio es muy alto; si no es así, si cae en un "humor chabacano", las libertades del público serán siempre mayores y se frustrará al no sentirse trascendido por la obra.

Así lo dijo el escritor Carlos Monsiváis durante la presentación del libro Revistas políticas, compilación de Héctor Ortega que incluye tres obras: El huevo de Colón, ¡Ay Cuauhtémoc no te rajes! e Hidalgo, el sol y el dedo.

Ortega, agregó Monsiváis, "ha mantenido y renovado un género, es un actor que me invita a una complicidad, que luego trato de explicarme pero en la que ya estoy sumergido, y tiene una trayectoria de muchos años, marcada por un nivel de calidad francamente asombroso".

En la presentación de Revistas políticas (coeditado por Escenología y la Secretaría de Cultura del Distrito Federal), participaron ,además, Ortega y varios actores que leyeron fragmentos de las tres obras, entre ellos Carlos Cobos, Teresa Lagunes y María Luisa Alcalá.

En la reunión, realizada en la Casa de la Cultura Jesús Reyes Heroles, también estuvo presente Bulmaro Castellanos, Magú, caricaturista de La Jornada que no tomó la palabra pero que es el autor de la portada con los protagonistas principales: Cuauhtémoc, Colón e Hidalgo.

La renovación de un género

Monsiváis hizo un repaso del teatro de revista desde las primeras décadas del siglo XX y recordó el trabajo de personajes como el primer Mario Moreno, Cantinflas, El Panzón Soto, Germán Valdés, Tin Tán, o Joaquín Pardavé.

Luego dijo que en este libro de tres obras, Héctor Ortega recupera y reinventa la tradición del teatro de revista política. "No la cata en los términos de obediencia a un género, sino que entiende que hay que renovarlo".

Agregó que cuando se observa la importancia del teatro frívolo, de los esketches y de los actores de carpa, se "entiende la manera en que se fue forjando un humor político en México, que dependió estrictamente de los caricaturistas, como el señor Castellanos, aquí presente, y de los cómicos de teatro".

Lo que hay ahora en televisión, dijo, "con sus momentos malos, sus momentos peores, sus guiones indecisos, algunas caracterizaciones afortunadas, no alcanza la vehemencia y la ferocidad necesarios precisamente porque es de televisión abierta. Quizá ya en cable empieza a soltarse más; he visto parodias excelentes de los poderes ecleasiásticos que hubieran sido simplemente inconcebibles en la televisión hace 10 años".

El autor de Días de guardar está convencido que si siguen ampliándose las libertades y se genera una televisión diferente, Héctor Ortega tendrá que dirigir en ese medio obras de humor político y social. Ese es el paso necesario, agregó, ante el estrangulamiento del teatro, por razones como la pérdida de la cercanía que hacía que el espectador estuviera siempre incorporado a lo que estaba sucediendo, fuese un melodrama, una comedia o una pieza de gran carga sicológica.

"Cuando leí ahora estas tres obras de Ortega, extrañé las risas del público, a María Victoria diciendo: muchas gracias querido público, esta noche me han hecho la mujer más dichosa de toda mi vida. Extrañé esa cercanía y contiguidad maravillosa."

Comentó que también Enrique Alonso, Cachirulo, trabajó sobre eso durante mucho tiempo, pero obras que le importaron tanto, como Chin Chun Chán, ya no tenían ninguna resonancia para las nuevas generaciones porque implicaban un disfrute de libertades que sólo existían en escena.

"Ahora las libertades existen en todas partes, y sobre todo en la ciudad de México, no sé en León, en Salvatierra, en Irapuato o en Guadalajara. Y entonces, un público reprimido se exaltaba con las libertades de la escena.

"Cuando las libertades del público ya son mayores que las libertades de la escena, casi no hay nada que hacer. Y entonces lo que sucede corre a cargo del ingenio, y el ingenio de las obras de Héctor Ortega es lo que empareja la distancia entre un público muchísimo más libre que lo que está viendo."

 
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