¿Empatados o patadas de ahogado?
No debería sorprendernos la situación al filo del prefigurado "empate técnico", pues se empezó a manejar los días previos a la jornada electoral, después del cuñadogate, cuando se vieron en la imposibilidad de seguir planteando que Felipe Calderón iba arriba en las encuestas. Este escenario obnubila de momento el festejo por la participación ciudadana masiva adonde acudimos más de 40 millones de mexicanos y mexicanas y quienes fungieron con cargos en las casillas lo hicieron con gran responsabilidad.
Quienes deseábamos que transcurriera el 2 de julio para realizar nuestra tarea ciudadana, la que fuera, incluida la opción de los que se abstuvieron, no contábamos con las variantes que la clase política y sus aliados en los medios televisivos introducirían en el último momento, porque, lamentablemente, resulta precaria la explicación del presidente del Instituto Federal Electoral (IFE) de que no dio resultados porque la diferencia de votos es mínima entre López Obrador y Felipe Calderón. No fue técnica la decisión: fue política y de consecuencias imprevisibles. Si algo parece claro es que la diferencia seguirá siendo mínima hasta el último día del conteo.
Mal sabor deja la sincronía entre el mensaje de Ugalde y segundos después el del Presidente de la República con pleno conocimiento de lo que el IFE informó; también las evidencias de que la noche del 2 de julio el festejo del supuesto triunfo de Calderón se basó nuevamente en encuestas, mientras López Obrador, en claro contraste, refirió una diferencia a su favor de 500 mil votos, lo que nos dice de la estructura que tejió abajo para contar con información casilla por casilla. Entre tanto, el PRI se colocó como "el fiel de la balanza", dispuesto, como siempre, a colocarse al lado del PAN para validarle "el triunfo" y aparecer desde su aplastante derrota como el que otorga "legitimidad" .
Es paradójico que a la luz de los resultados electorales se perfila el bipartidismo, pero no es el del PRI y el PAN, como pretendían, sino que en los hechos se funden en el PRIAN, y del otro lado queda el PRD, cuya cabeza electoral logró el voto parejo y jaló a diputados como segunda fuerza. También habría que analizar que en el Distrito Federal López Obrador sacó cerca de 300 mil votos más que Ebrard, mientras que entidades gobernadas por el PRD, como Michoacán y Zacatecas, mostraron pobres resultados que no evidencian la hegemonía del partido que gobierna. En el PRIAN hicieron su tarea y los partidos gobernados por el Todos Unidos contra Madrazo (Tucom) dieron el triunfo al PAN; igual lo hizo la maestra Gordillo, perdón el Partido Nueva Alianza (Panal), que dio el voto a Acción Nacional para la Presidencia y a ellos para diputados a fin de garantizar su registro.
Estos y muchos otros indicadores habrán de analizarse, pues el futuro inmediato se perfila entre la pelea por los resultados en el tribunal federal electoral con la anulación posible de las elecciones y una amplia movilización para defender el triunfo de López Obrador, quien salió avante pese a los bombardeos de todo tipo, de fuegos amigos y enemigos. Lo notable es que tenga un porcentaje, aun cuando mínimo, a su favor, y que no lo hayan descarrilado como tenían preparado desde los tiempos del desafuero. Fue una pelea desigual e inequitativa, donde el Estado y los medios de comunicación jugaron con el candidato del PAN.
Quienes pretenden jugarle al imparcial analítico de inmediato sugieren reformas electorales para prever estas situaciones, cuando lo cierto es que las normas vigentes son las que deben aplicarse. La operación montada por la nomenclatura del poder, cuyos escenarios se repetían una y otra vez en Televisa 2006, se puede observar desde la forma en que fueron administrando los resultados del Programa de Resultados Preliminates (PREP). Por supuesto, no había razón para que el IFE omitiera un resultado porque no era arrasador a favor de alguno de los que fueron candidatos a la Presidencia de la República. Había un ganador, ellos sabían quién y lo ocultaron.
La siguiente fase de la operación está en curso y los medios ya acosan a López Obrador en torno a la defensa del voto que le favoreció. Aún no termina el conteo, no se concluye respecto al respeto al voto y ya lo quieren llevar a declarar en torno a los medios de defensa que utilizaría. Recordemos que dos días antes de las elecciones colocaron una carta apócrifa en la página de Internet del perredista, que llamaba a las movilizaciones. Nuevamente nos encontramos ante la tesis inducida en los medios de que éstas son de por sí ilegítimas como medios para defender derechos, postura que, por cierto, avaló recientemente la Suprema Corte de Justicia.
Por lo pronto, y al margen de que se hagan las impugnaciones jurídicas que correspondan, existe el derecho de la ciudadanía para expresarse por vías pacíficas en las calles si lo considera necesario. Más aún cuando fue claro que López Obrador logró remontar el histórico porcentaje de votación perredista construyendo redes abajo, por lo que es muy factible que asistamos al renacimiento del ya histórico "no nos vamos a dejar".