Los retos del ganador
Quien finalmente resulte ganador en los comicios por la Presidencia de la República tendrá ante sí la urgente tarea de impulsar una reforma política y electoral que saque al país del torbellino en que hoy se encuentran instituciones como el Instituto Federal Electoral (IFE) y los órganos nacionales de representación popular. Y deberá hacerlo en un plazo breve, con estrechos márgenes de negociación y apenas con poco más de un tercio de los votantes respaldando su programa de gobierno.
Los copiosos sufragios del domingo pasado consolidaron la tendencia electoral que se comenzó a manifestar hace dos sexenios. Desde entonces en el país se ha venido configurando un escenario plural en el que ninguna de las fuerzas partidistas puede tener asegurado el dominio en el sentido del voto popular. Como cada vez más los sufragios cuentan, un amplio porcentaje de quienes los emiten no son incondicionales de partido político alguno. Los vencedores de ayer pueden ser los derrotados de hoy o viceversa. Ejemplifica bien esta aseveración el reciente caso del estado de México, donde meses atrás el candidato del PRI a la gubernatura de la entidad liquidó a sus adversarios y hace tres días cayó estrepitosamente a un lejano tercer lugar, con apenas 18 por ciento de los votos a favor de Roberto Madrazo.
Con poco menos de dos tercios de sufragantes en su contra, el que finalmente sea declarado triunfador por el IFE deberá de inmediato incorporar a su tarea de gobierno principios que originalmente no fueron contemplados en su oferta electoral. Esto porque es muy débil la plataforma que apoyaron quienes decidieron darle su respaldo al ganador, y mucho más amplia la de los que se pronunciaron por otros proyectos políticos. En este escenario es ineludible la negociación, pero una que sea abierta y transparente a la opinión pública, para evitar compromisos que sólo fortalezcan a las altas burocracias de los partidos políticos y dejen fuera los intereses ciudadanos. De inmediato habrá que convocar a un diálogo nacional del que resulten compromisos claros y tiempos estrictos para implementarlos. El problema es que por la intensa polarización que vivimos en las campañas electorales, y los jaloneos que se prevén en el conteo de los votos, están dejando en los principales actores políticos enconos profundos y animadversiones que anuncian horizontes poco claros.
Todos los observadores, e incluso las fuerzas políticas que se están disputando la Presidencia de la República, tienen coincidencia en que la ciudadanía mostró amplia participación electoral y civilidad mayor a la esperada por quienes anunciaron tormentas en las urnas. Este electorado decidió que hoy ninguna fuerza tenga hegemonía en los órganos de representación popular. Tal realidad demanda esfuerzos para los que no parecen estar preparados, y quién sabe si dispuestos, los dos candidatos que tienen entre sí, según el IFE, una diferencia de un punto porcentual. El difícil escenario condiciona, pero no determina la voluntad política del que sea declarado triunfador. Para responder a la realidad política configurada el pasado domingo hace falta sensibilidad y vocación para reconstruir, con el mayor conjunto de fuerzas que sea posible, un futuro incluyente y plural que tenga en cuenta la diversidad de intereses de la ciudadanía.
De uno y otro lado, en el PAN y en la coalición encabezada por el PRD, hay lastres que deben ser dejados atrás porque representan intereses que obstaculizan tejer una sociedad más democrática y justa. Como se sabe, Felipe Calderón no era el personaje elegido por Vicente Fox para seguir la continuidad panista en la Presidencia de la República. Tuvo que imponerse tanto a la familia presidencial como a la dirigencia de su partido; esto puede ser un punto a su favor a la hora de los deslindes con las redes de intereses políticos y económicos que finamente se hilaron en muy poco tiempo para favorecer a familiares y amigos de la pareja que todavía habita en Los Pinos. Ese deslinde, no nada más político sino también con acciones legales contundentes que aclaren los turbios manejos financieros del foxiato, es imprescindible si lo que se busca es servir a la ciudadanía y no a las cúpulas que en tiempo récord se convirtieron en boyantes empresarios al amparo del "gobierno del cambio". ¿Tendrá voluntad cuando el caso del cuñado incómodo parece apuntar a que fue éste beneficiario económico por su cercanía con el poder?
Por el lado del PRD están las rémoras que amenazan con convertirse en los conductores de un proyecto de apariencia popular, pero que mayormente fortalece a regenteadores del voto ciudadano. Se anidaron en este partido político personajes antidemocráticos, que en el pasado reciente fueron entusiastas constructores del liberalismo social salinista. Andrés Manuel dejó que se sumaran a sus fuerzas, si logra revertir las tendencias del PREP, que lo tienen poco más de un punto porcentual debajo de Felipe Calderón, y demuestra fehacientemente en las instancias jurídicas que venció en las urnas, entonces tendrá que sobreponerse también a sus aliados incómodos, porque de no hacerlo estos experimentados saltimbanquis bien pudieran mediatizar un programa que busca servir a los pobres en lugar de servirse de ellos.