Millones exigen contar voto por voto
Voto por voto, casilla por casilla, es la demanda de poco más de 14 millones de mexicanos que sufragaron por el candidato de la coalición Por el Bien de Todos, Andrés Manuel López Obrador, consigna que corearon por horas la noche y madrugada en que sesionaron los 300 consejos distritales para computar la elección del pasado 2 de julio.
Demandan abrir los paquetes electorales y contar sufragio por sufragio, los votos de 58.8 por ciento de los ciudadanos que participaron en el proceso comicial; al menos la mitad de éstos no favorecieron el resultado que hace hoy a Felipe Calderón, del PAN, el virtual presidente de esta nación.
Como un triste fantasma quedaron en las paredes y puertas de las calles de la ciudad de México y del país, las copias de las actas de lo que fueron las casillas adonde acudieron los votantes, los resultados del escrutinio signados por los funcionarios y representantes de los partidos; supuestamente avalados, donde los hubo, por los observadores electorales nacionales y extranjeros, que tampoco, en todos los casos, consideraron limpios estos comicios.
Por eso, no se manifiesta convencimiento generalizado de que lo hecho por más de un millón de ciudadanos y por los partidos para realizar esta elección, fue del todo transparente y equitativo, los paradigmas que justifican la existencia de nuestras llamadas instituciones electorales, que a más de 15 años de creación se encuentran partidizadas y han mostrado su rostro errático, omiso y en ocasiones avieso, lo que alimenta la sospecha en su actuación y nos vuelve a la sombra de la fraudulenta elección de 1988, donde en lugar de contar los votos se llevaron a la hoguera, para dar paso a un régimen espurio que curiosamente este 2 de julio se consolida, con otros colores pero con las mismas intenciones e ideología, ya no en una etapa superior sino en pleno desarrollo de su decadencia, y donde el ciudadano y el gobierno no son más que herramientas para acumular riqueza para unos cuantos.
En esta elección los instrumentos cacareados para conocer la misma noche de la elección a quien había favorecido la voluntad popular, resultaron insuficientes para cumplir el objetivo; tampoco dieron certeza a los electores y los partidos de que su voto fue contado bien.
Los supuestos resultados oportunos no se conocieron por el costoso conteo rápido, que fue interpretado por un misterioso comité técnico asesor alegando que existía empate técnico entre las dos principales fuerzas políticas y que no era posible conocer las tendencias por falta de fundamento científico en sus estimaciones; a esto lo llamaron escenario catastrófico o indeseable. Luego, el Prep (Programa de Resultados Preliminares, determinaría verificar cómo se iban capturando los resultados de las casillas, en tiempo real, sin ser un cáculo estadístico que diera una llamada tendencia o proyección, el que fue tempranamente descalificado por la autoridad electoral y puso en duda los supuestos datos, conforme se recibían en las más de 130 mil casillas que se instalaron en todo el país.
Así que en ese otro escenario, nos fuimos al miércoles pasado, para hacer el cómputo de los 300 distritos electorales que, instalados en sesión continua, contabilizaron acta por acta y arrojaron con suspicacia la misma evaluación que los instrumentos habían anticipado a favor del mismo candidato. Para los simpatizantes de la derecha, las televisoras y el empresariado, esto es suficiente para gritar su triunfo, pero para cada uno de los que no votaron por esa opción, si los datos tienen la razón, la otra mitad, no es suficiente y arriesga la gobernabilidad que se quiere imponer bajo el supuesto democrático de que ya se votó y se conjuró la posibilidad de un fraude, más no la de haber sido testigos y partícipes de una elección de Estado, donde el mentado equilibrio y la equidad no se dieron, ni en el proselitismo, ni el día de los comicios.
Sin regatear triunfos consumados, abramos las urnas, contemos voto por voto, como garantiza nuestra Constitución, y conozcamos de primera instancia cuál fue el veredicto de los electores; así podremos, sin incertidumbre, levantarle la mano al único ganador de esta contienda manchada por la intervención fáctica y gubernamental, y que deja un mal sabor de boca y desestima el esfuerzo de las instituciones y los ciudadanos, recordando que la duda es el principio de la razón, y que la verdad única y absoluta no existe, y mucho menos la que se apreció en las pantallas virtuales del IFE.
Bajo el principio del presidente Juárez de que mediante el voto "Tendremos paz y paz duradera, porque los pueblos están cansados de escándalos estériles y quieren orden y tranquilidad".