Desastres
1 AGUA ROJA. Qué sabes tú. ¿Que no debe verse de día ese plasma pintado por la hemoglobina? Para eso están los vasos anchos, los capilares; también la cava y la aorta. Guardado allí, fluyendo por ahí. Si sale, las mujeres impresionables se desmayan y los varones impresionables abrigan la intención de correr en sentido contrario.
Dicen que la tierra se traga la sangre, la hace suya como lo más natural, la bebe, es el vampiro que la aprovecha para la inmortalidad que ansía. Graves, en cambio, las cosas cuando la sangre llega al río y lo moja. Y esto es proverbial.
2. TIEMPO . Conforme pasa el tiempo se va llenando de aristas múltiples y de todas las formas. Algunas llegan a ser tan agudas que se clavan en uno, aquí, entre las costillas, y hasta hieren con sus filos, que ya ven que son lo que cala.
El tiempo ayuda y no ayuda. Dicen que todo lo cura. No necesariamente. Hay lo que lo agudiza, agrava, profundiza.
El tiempo es inevitable pero no de fiar. A la larga es lo que mata si no se atraviesan antes un accidente, una enfermedad, o se cumple un ultimátum. El que sobrevive las demás acechanzas del transcurso acaba por sucumbir al implacable, al tirano tiempo.
Por lo tanto es de fiar en otro sentido. No falla. Cumple aunque no nos guste. Ni el más poderoso lo detiene. Nadie tiene más poder que el tiempo.
Ni siquiera ahora que el mundo tiene los días contados. Se acaban el agua, el aire, el suelo, la paciencia de los afectados por quienes nos lo roban todo. Se acaba el tiempo. Llegó la hora de recobrar el tiempo que nos han quitado siempre.
3. SISMO . En un cuarto de hotel, debió ser Colima, un mosaico de Tlaquepaque decía con letras coquetas: "En caso de sismo párese aquí", y una flechita apuntaba abajo.
De los sismos, como de los incendios, uno no sabe hasta que sabe, es decir, hasta que nos alcanza uno. En un primer momento no hay mucho que hacer, salvo ponerse a salvo para decidir si queda algo por hacer. Si la respuesta es positiva, uno procede. Hay que hacer la lucha.
4. HUMO . Hace años, allá por mis 15, me encontré en un incendio de grandes dimensiones en un parque nacional cercano a los volcanes por el lado de Puebla.
El fuego llegó por los cuatro costados. En casos así, la preocupación mayor, aprendí, no son las llamas, ni siquiera el calor, sino el humo. Un riesgo para la respiración.
Hay que buscar las brechas, si alguna queda, por si hay que evacuar. Y como paso número dos, dar con agua y palas para echar tierra. Como no iba solo, no corrí. Eramos muchos. Pronto fuimos más. Aparecieron cubetas, hachas, machetes y brazos que les podaban a las llamas los brazos. Los campesinos del área trajeron palas con las que pudimos practicar incisiones al suelo y hacer guardafuegos donde pudieran servir.
La preocupación eran las ramas altas que se pasaban entre sí las claves del fuego allá donde Tarzán y las lianas. Y a sacrificar los árboles de cualquier modo condenados, y que cayeran del lado del fuego a que de una vez se acabaran.
Confinar el siniestro, ya que apagarlo no era alternativa. Encerrar al incendio en el territorio que conquistó, dejarlo morderse a sí mismo, no darle paz, combatirlo, acotarlo, amarrarle los brazos y las manos, mojarle las ganas, aplacarlo.
Cayó la noche. Poco a poco, humaredas que no abrían bien un panorama de brasas que se hizo negro, inerte. Ceguera a medias.
Al otro día la cicatriz del monte. Las culebras, los tejones y las arañas se asomaron al sol. Lo saludaron sin rencor. Pusieron sus ojos más grandes. Uf. Nosotros también.
PILON: IDIOMA DE AMO. Gana candidato. Tiende brazos. Cumplir, promete. Intensa actividad en cuartel general. En medio de impresionante dispositivo de seguridad, acepta victoria. Humildad lo inspira. Responsable pasión por país y población general, dice. Firmeza en reconciliación. No temblará pulso, apunta temblando. Todos tiemblan.