Editorial
EU atiza la tensión mundial
Como si no fueran excesivos los focos de tensión mundial generados por la "guerra contra el terrorismo" emprendida por Washington hace cinco años y medio, particularmente las sangrientas guerras que se desarrollan en Afganistán e Irak, el gobierno de George W. Bush aumenta las confrontaciones diplomáticas por todas partes: en el Caribe, al aprobar nuevas medidas injerencistas contra el gobierno cubano; en Latinoamérica y en la ONU, al intentar bloquear a Venezuela para que ocupe un asiento en el Consejo de Seguridad de ese organismo, y en Asia, con su reacción desmesurada y paranoica ante los experimentos con misiles realizados en días pasados por Corea del Norte.
El nuevo paquete de medidas intervencionistas dirigidas hacia Cuba recrudecer el infame embargo comercial, fortalecer las transmisiones radiales y televisivas de propaganda contra el régimen de Fidel Castro, un programa de capacitación para "periodistas independientes", más otras medidas que permanecen en secreto es una provocación evidente que no va a desestabilizar al gobierno de La Habana, pero que conseguirá, en cambio, un endurecimiento de las posiciones cubanas y el consecuente angostamiento de los márgenes, de por sí estrechísimos, en que se mueven quienes procuran una apertura gradual del régimen y una ampliación de las libertades en la isla. El empeño de Washington por obstaculizar las remesas de dinero a Cuba hará más dura la penuria impuesta por el bloqueo y radicalizará la justificada percepción que del gobierno de Estados Unidos tienen amplios sectores de la sociedad cubana: un enemigo irreconciliable, implacable e injustificadamente agresivo.
En cuanto al afán de la Casa Blanca por impedir que Venezuela ocupe el sitio que deja vacante Argentina en el Consejo de Seguridad de la ONU, se trata de un empecinamiento ideológico contra el gobierno de Hugo Chávez, que cuenta con el respaldo de Buenos Aires, Brasilia, Asunción y Montevideo. Al impulsar la candidatura de Guatemala respaldada por los principales exponentes de la derecha pro estadunidense en la región: los gobiernos de Vicente Fox, Alvaro Uribe y Alan García, Washington ahonda la división que se ha ido generando en América Latina entre los proyectos de políticas económicas alternativas al neoliberalismo y los regímenes ansiosos de entregar los mercados, los recursos naturales y los bienes nacionales a los intereses financieros y comerciales del capital global.
Adicionalmente, al obstaculizar el ingreso de Caracas al Consejo de Seguridad, la Casa Blanca dificulta las perspectivas de una diversidad de posiciones dentro de ese organismo y apuesta a incrementar su creciente sujeción a los designios estadunidenses, con lo que se desvirtúa el sentido mismo de la máxima instancia del poder político y militar del mundo.
Finalmente, la destemplada y alarmista reacción estadunidense a las pruebas misilísticas realizadas por Corea del Norte magnifica un asunto regional, que debería ser resuelto por los países del área China, Japón, las dos Coreas y lo convierte en un falso tema de la agenda mundial de seguridad. Es justificada, sin duda, la preocupación de Seúl y de Tokio por los experimentos norcoreanos con proyectiles capaces de alcanzar sus respectivos territorios y que podrían incluso ir cargados con armas nucleares. Pero convertir ese factor de peligro en una amenaza al territorio estadunidense constituye una exageración innecesaria. Es claro, por lo demás, que la encendida retórica antiestadunidense de Pyongyang y sus alardes armamentistas con misiles cuya tecnología básica data de mediados del siglo pasado constituye, más que un apresto bélico, el recurso extremo de negociación de un régimen aislado y encerrado en un paradigma tan obsoleto y antiguo como sus proyectiles. No hay razón para fabricar una crisis mundial a partir de esos aspavientos. Lo último que necesita el planeta es una dosis adicional de tensiones regionales. Pero la política exterior de Bush no tiene más sustancia que sembrar conflictos, o magnificar los existentes, por todo el globo.