Excepcionales medidas de seguridad en Rusia para proteger a líderes visitantes
Golpizas, detenciones y amenazas, para boicotear cumbre alternativa a la del G-8
Moscú, 14 de julio. En la Rusia palaciega y reluciente, todo un escaparate recién barnizado con petróleo y gas, que el presidente ruso, Vladimir Putin, quiere presumir ante sus colegas del Grupo de los Ocho (G-8), los restantes siete países más ricos del mundo, durante su cumbre anual de este fin de semana en San Petersburgo, no caben protestas de ningún tipo.
Impedir a cualquier precio que lleguen a la ciudad del Neva, patria chica del anfitrión y titular del Kremlin, los "revoltosos" -como denominan las autoridades a los activistas del movimiento altermundista-, parece ser la orden que recibieron los servicios secretos y la policía a lo largo y ancho del país.
Cada vez hay más testimonios en ese sentido, que trascienden la censura en Tula, Blagoveshensk, Ekaterinburg, Izhevsk, Najodka, Naverezhny, Chelny, Omsk, Rostov del Don, Saratov, Tomsk, Kazán, Yaroslavl y muchas otras ciudades de Rusia.
Los métodos empleados para que la cumbre del G-8 no se vea ensombrecida por las protestas de altermundistas, ecologistas y defensores de los derechos humanos abarcan el tradicional arsenal de medidas represivas, que esta misma semana sirvieron para boicotear en Moscú el opositor foro de La Otra Rusia.
Cientos de activistas no pudieron acudir al Foro Social Ruso, la anticumbre del G-8, que se inauguró este viernes en el estadio Kirov, forma sutil de confinar a sus participantes en la isla Krestovsky, muy lejos del centro de San Petersburgo.
La causa de las ausencias involuntarias: detenciones ilegales, condenas a 15 días de cárcel por delitos inventados, confiscación de documentos de identidad para impedir viajar, palizas en "emboscadas" callejeras, amenazas diversas y cateos injustificados.
Se conocen ya del orden de 200 casos, con nombres y apellidos, de militantes de oposición, sobre todo de organizaciones juveniles de izquierda que, sin haber cometido delito alguno, sufren estos días una especie de "prisión preventiva" tan sólo por la sospecha de que pudieran alterar el orden mientras dure la cumbre del G-8, informó hoy Liev Ponomariov, uno de los responsables del Foro Social Ruso.
Muy pocos de quienes logran pasar los "filtros" policiales en sus lugares de origen -los organizadores hablan de 850 activistas ya instalados en tiendas de campaña en el Kirov-, tuvieron la misma suerte al intentar superar el obstáculo más complicado, en que se han convertido el aeropuerto de Pulkovo, las estaciones ferroviarias, los puertos fluvial y marítimo -hace una semana fue cerrada a la navegación toda la zona costera- y los retenes en las carreteras, todas las puertas de acceso a la llamada Venecia del Norte.
"Es evidente que los servicios secretos tienen información puntual de cualquier desplazamiento de los opositores porque, además de disponer de las listas de pasajeros de cada vuelo o tren, escuchan las conversaciones telefónicas y revisan el correo electrónico", denunció Evgueni Kozlov, miembro del comité organizador de la anticumbre del G-8.
Aislados los invitados del presidente Putin por una triple barrera de protección militar en Strelna, a 15 kilómetros de San Petersburgo, donde se encuentra el remozado Palacio de Konstantín, sede de la cumbre, el propósito de tal despliegue de fuerza es evitar que los altermundistas rusos y los extranjeros que consiguieron visa irrumpan, con sus manifestaciones de rechazo, en el idílico escenario preparado para la reunión de los gobernantes.
Strelna devino sinónimo de fortaleza inexpugnable y, en un amplio perímetro, no se permitirá el ingreso ni siquiera de ambulancias, por lo cual un diario local apuntó con amarga ironía que, mientras se celebre la cumbre del G-8, no sería buena idea morirse ahí, debido a que uno de los principales cementerios de San Petersburgo se encuentra dentro de la zona restringida.
Estos excesos llevaron al Partido Comunista de Rusia y a otras 28 organizaciones de izquierda y corte nacionalista a exigir que se cancele la cumbre del G-8, debido a que en Rusia -asientan en declaración distribuida hoy-, "bajo el pretexto de garantizar la seguridad de los líderes del G-8, se ha implantado un virtual estado de excepción".
Conscientes de que plantean un imposible y la cumbre del G-8 será abierta con bombo y platillo este sábado, los comunistas y los altermundistas no piensan renunciar a su derecho de salir a las calles de San Petersburgo en sendas marchas prohibidas, que podrían confluir en una sola manifestación de la isla Krestovsky al crucero Aurora, símbolo de la revolución socialista de 1917, anclado para siempre frente al zarista Palacio de Invierno convertido en el famoso Museo del Hermitage.
"Como auténtica burla las autoridades nos sugirieron marchar alrededor del estadio Kirov, pero, si no nos dejan más remedio, tendremos que romper el cerco de la policía antidisturbios y, en ese contexto, nadie puede garantizar que no habrá vitrinas rotas en el centro de San Petersburgo", advirtió Vlad Tupikin, dirigente de una organización juvenil con fama de radical.