Bush y Putin proyectan combatir el terrorismo nuclear
Rechaza EU el ingreso de Rusia en la OMC
Mínimas protestas altermundistas antes de la cumbre del G8
Ampliar la imagen Activistas de la ONG Oxfam representan a gobernantes que participan en la cumbre de San Petersburgo, durante una protesta en Strelna, cerca de la segunda más importante ciudad rusa Foto: Reuters
Moscú, 15 de julio. Antes de que llegaran los demás gobernantes a San Petersburgo para asistir a la cena oficial, con la que este sábado se inauguró la cumbre anual del Grupo de los Ocho (G-8), el club de países más ricos del mundo, el presidente de Estados Unidos, George Bush, puso el pelo en la sopa del anfitrión, el presidente de Rusia, Vladimir Putin.
Porque el repaso de la agenda bilateral, que comenzaron los mandatarios la noche del viernes, concluyó esta tarde con la negativa de Estados Unidos al ingreso de Rusia a la Organización Mundial de Comercio (OMC).
El Kremlin daba por seguro alcanzar un acuerdo en esta ocasión, que pondría fin a 10 años de intentos rusos de entrar en la OMC, pero ninguna de las dos partes hizo concesiones en los temas pendientes.
Rusia, en vísperas de la cumbre del G-8, acusó a EU de poner "trabas artificiales" y amenazó con desconocer los compromisos asumidos en las negociaciones de no sellar ahora el acuerdo comercial. "Aún queda trabajo por hacer", explicó Bush a la prensa y, agregó: "deseamos la entrada de Rusia a la OMC y vamos a seguir negociando para cerrar pronto el acuerdo", promesa que hizo cambiar de tono a Putin, quien trató de minimizar el fracaso de las negociaciones comerciales al decir que es "un proceso muy complejo, de años".
El visto bueno estadunidense, indispensable como el de los restantes 148 miembros, según las reglas de la OMC, era el último obstáculo para el ingreso de Rusia, aunque Georgia, esta semana, decidió revocar su firma del respectivo protocolo comercial "hasta que se resuelvan los problemas relacionados con el régimen aduanal discriminatorio impuesto por Moscú" a las exportaciones georgianas de vino, licores y agua mineral.
A falta de entendimiento comercial, Putin y Bush rubricaron en una declaración conjunta su intención de "combatir el terrorismo nuclear" y se comprometieron a "controlar, asegurar y proteger físicamente el material nuclear y el resto de sustancias radiactivas, así como las instalaciones".
Rusia y EU abogan por "detectar y suprimir el tráfico de materiales nucleares y otras actividades ilícitas", al tiempo que se dicen partidarios de "facilitar una expansión segura de la energía nuclear en todo el mundo, bajo estricta supervisión del Organismo Internacional para la Energía Atómica". Los países interesados en beneficiarse de este tipo de energía, subrayan, "no deben de tener acceso al enriquecimiento de uranio o reciclado de combustible usado", que podrían servir para fabricar armamento nuclear.
Aunque Bush no llegó al extremo de abandonar la cumbre del G-8 por los "retrocesos de la democracia en Rusia", como llegaron a pedirle algunos legisladores estadunidenses, no pudo eludir el espinoso tema en la conferencia de prensa conjunta.
"Hablé (con Putin) sobre mi deseo de promover cambios institucionales en lugares como Irak, donde hay libertad de prensa y libertad religiosa, y le dije que mucha gente en nuestro país espera que Rusia haga lo mismo", afirmó con la torpeza que lo distingue.
La respuesta del anfitrión no se hizo esperar: "Nosotros no queremos tener una democracia como la que tienen en Irak, se lo digo con toda franqueza", lanzó Putin.
Entretanto, los activistas del movimiento altermunista que llevan a cabo el Foro Social Ruso, la cumbre alternativa a la del G-8, continuaron virtualmente confinados en el estadio Kirov, pues muy pocos lograron salir hoy de la isla Krestovsky para participar en las manifestaciones convocadas.
Quienes lograron romper el cerco policial, en evidente desventaja numérica, protagonizaron intentos de protesta en San Petersburgo, que de inmediato fueron sofocados por unidades antidisturbios.